La Bestia Política

El triunfo de Izquierda en Brasil  y el nuevo rostro continental. Por Rubén Terán

«La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino. Unámonos y seremos invencibles»

Simón Bolívar 

En 1826, durante los primeros años de libertad de los pueblos Latinoamericanos, a invitación de Simón Bolívar se celebra en Panamá, el Congreso Afictiónico, con la intención de consolidar una sola nación. A dicho congreso asistieron los Gobiernos y Territorios independizados de España y Portugal, así como Estados Unidos, Inglaterra y los Países Bajos en calidad de observadores, a excepción de Paraguay por un principio aislacionista, Chile por sus diferencias con Bolívar y Brasil por su condición monárquica, así hace 196 años, nacía el sueño de una Latinoamérica unida. 

Si bien este sueño pareció claudicar en 1828 en Tacubaya, a casi dos siglos, el cambio político en América Latina, con la llamada segunda ola progresista, establece un nuevo panorama, que si bien no incluye la creación de una República única, sí permite la unidad en los intereses comunes y la construcción de acuerdos que permitan un desarrollo regional. El debilitamiento progresivo de la Organización de Estados  Americanos (OEA), derivada del intervencionismo y la falta de habilidad y comunicación politica del Secretario Almagro, ha dado como resultado el fortalecimiento de la Comunidad de Estados Americanos y Caribeños (CELAC), foro que demostró su eficacia ante los retos presentados por la pandemia y que retrata de manera más realista los retos que enfrentamos como Latinoamérica. 

Este organismo debilitado hasta antes del 2018, que por iniciativa de México retoma importancia y relevancia en el contexto regional, ha permitido establecer nuevos puentes y principios en la relación continental. El triunfo de Gustavo Petro en Colombia y el restablecimiento de relaciones entre su Gobierno y el del Palacio de Miraflores (Venezuela) rompe el último vestigio de conflicto en el panorama interno de la CELAC, así como el triunfo este domingo en las urnas, de Lula da Silva, complica el futuro de una OEA que se ha resistido no solo a reformarse, sino a cambiar de dirigencia y línea politica. Aunado a esto, el Secretario General Luis Almagro enfrenta al interior dos procesos, uno por acoso, los cuales harán insostenible su permanencia o la sustentabilidad del organismo. 

No solo eso, la inasistencia del Presidente de México a la Cumbre de las Américas, secundado por los Presidentes de Bolivia y Honduras, derivado de la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, así como el discurso de Alberto Fernández en representación de la CELAC, ante el Presidente Joe Biden,  sentaron un precedente de cara a la exclusión diplomática de Países Latinoamericanos, impulsada por Washington. Sumado a esto, los posicionamientos, principalmente de México en relación al embargo económico que pesa sobre Cuba, que este Jueves se voto en su contra en el seno de la ONU con 185 votos a favor, marcan una nueva relación de fuerzas con los Estados Unidos en el contexto latinoamericano. 

No solo eso, la posición política y hasta judicial del El Salvador, México y Colombia con respecto a las directrices de lucha contra el narcotráfico y la delincuencia, demuestra la fortaleza continental, que exige a EUA asumir su corresponsabilidad, en las condiciones de violencia en nuestros países y no admite de manera institucional y popular posturas maniqueas en temas trascendentales. Solo basta ver el discurso del Presidente de Colombia, ante el Consejo General de las Naciones Unidas, para entender el nuevo contexto continental con respecto a la violencia. 

El triunfo de la izquierda en el continente refleja no solo  una sociedad que pretende alcanzar la justicia social por medio del cambio de paradigmas desgastados de una derecha incapaz de dar respuesta a sus necesidades, tan solo hace unos días el Presidente Boric de Chile, reformó el sistema de pensiones, impuesto desde la dictadura a recomendación de los llamados Chicago Boys, saldando con ello la deuda social lastimosa para su pueblo. La esencia del sueño bolivariano resurge después de casi doscientos años, no como una patria grande pero sí con las bases suficientes para una Latinoamérica unida.

El triunfo de Lula Da Silva en Brasil no solo recompone el mapa político, refuerza los procesos de cambio social y económico necesarios a un nivel continental, que si como región aprovechamos los efectos de este nuevo panorama, resultará no solo en una nueva etapa, estaremos en verdaderas posibilidades de alcanzar la paz, abundancia y prosperidad que por derecho nos corresponde y que a lo largo de la historia nos ha sido arrebatada.