La Bestia Política

La llegada de Marcela González a Morena con Arturo Popócatl

El Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) ha cometido un grave error al elegir a Marcela González Castillo como su nueva dirigente estatal. Y más grave aún es que esa llegada tiene el aval, incluso la promoción, de la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros.
¿Por qué es un error? Porque de ninguna manera sus acciones estarán encaminadas al fortalecimiento de la unidad. Su arribo a la dirigencia morenista sólo tiene un objetivo: pavimentar el camino para que el presidente municipal de Tlaxcala, Alfonso Sánchez García, obtenga la candidatura al gobierno del estado en 2027.
¿Quién esperaría imparcialidad de la nueva dirigencia, cuando en la presidencia se encuentra la esposa de uno de los principales contendientes a la candidatura morenista al gobierno estatal?
Lo grave es que el nombramiento de González Castillo tiene la anuencia y la promoción de la gobernadora. Eso da paso a la certidumbre de que la titular del Ejecutivo ya tiene favorito para su propia sucesión: el alcalde de Tlaxcala.
Lo que a Morena debiera preocuparle, y eso ya involucra a la dirigencia nacional, es que el gobierno estatal y la dirigencia del partido en Tlaxcala se ha sectorizado. No buscan la unidad sino el beneficio de un grupo político.
Para Morena eso es sumamente peligroso. ¿Qué pasaría si no es Alfonso Sánchez García, sino Ana Lilia Rivera Rivera quien obtenga la candidatura al gobierno estatal en 2027? ¿Sánchez García será institucional y respetará la decisión, o buscará con otros partidos, renunciando a su militancia en Morena, la gubernatura?
Su padre, el ex gobernador Alfonso Sánchez Anaya, sabe de eso. En 1998 renunció al partido en el que militaba, el Revolucionario Institucional (PRI), para aglutinar una alianza opositora encabezada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
La ventaja que tendría ahora es que esa alianza se está haciendo desde el poder, no desde la oposición, como sucedió en 1998. Por eso la dirigencia nacional de Morena debiera tomar cartas en el asunto.
Desde el poder, con la anuencia de la gobernadora, se está construyendo una fuerza paralela, con suficiente poder para disputar el triunfo a una candidatura diferente a la de Alfonso Sánchez García. Los lazos están tendidos, no sólo con la ex gobernadora Beatriz Paredes Rangel, sino con Héctor Ortiz Ortiz.
Ahí está, como ejemplo, el nombramiento de Lorena Cuéllar Cisneros de los exgobernadores Alfonso Sánchez Anaya, Héctor Ortiz Ortiz y Marco Antonio Mena Rodríguez como Embajadores de Buena Voluntad para los 500 años de Tlaxcala en el año 2025.
La hipótesis que este escribidor tiene no es sólo la construcción de una fuerza y maquinaría electoral desde dentro del gobierno, paralela a Morena, sino el futuro surgimiento de una carrera política de una de las hijas, tal vez las dos, de la mandataria estatal. Cuéllar Cisneros no puede hacerlo ocupando la gubernatura, pero sí puede establecer un compromiso político lo suficientemente fuerte con Alfonso Sánchez Anaya.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha tomado como estrategia llamar a los gobernadores que terminan su periodo constitucional para ocupar cargos en el gabinete federal. Sin embargo, lo que sucede en Tlaxcala obliga a ponerle un alto a la estrategia lorenista, ubicando a la gobernadora lejos de la sucesión que se avecina a Tlaxcala, ya sea llamándola al gabinete o colocándola en una embajada. Pero eso sí: no dejándola concluir su periodo de seis años.
La presidenta de la República y la dirigencia nacional morenista no pueden permitir lo que se está haciendo en Tlaxcala. Sería un precedente negativo, con repercusiones nefastas que se pueden replicar en otras entidades del país.