En pleno corazón de Tlaxcala capital, justo en la avenida Juárez —donde el discurso de la “tranquilidad” se pasea de la mano del turismo—, la narrativa oficial de seguridad vivió su propio asalto a mano armada. Y no es metáfora.
Este lunes 12 de mayo, un empresario fue encañonado y despojado de una fuerte suma de dinero mientras intentaba hacer un depósito en un banco, a plena luz del día, con testigos, motocicleta de escape y todo el guion que uno esperaría en una ciudad en crisis… pero no, esto ocurrió en el estado más seguro del país, como insiste en repetir el gobierno de Lorena Cuéllar.
La víctima, Pedro N., no fue sorprendida en un callejón oscuro, sino en el pasillo de una sucursal bancaria, a escasos metros del Palacio de Gobierno, en el corazón administrativo de una entidad que presume tener el mejor C5i del país.
En el discurso oficial se han saciado de decir que este inmueble, equipado con inteligencia artificial, tecnología de punta en videovigilancia, comunicación de última generación, personal altamente capacitado y el uso de Big Data, es el centro que refuerza la seguridad pública en Tlaxcala.
Ahí, se dice, hay miles de cámaras que —en teoría— se activan al momento de detectar un delito y permiten seguir en tiempo real los movimientos de los delincuentes… y detenerlos.
¿Y qué pasó entonces?
Pues lo de siempre: los delincuentes huyeron. Primero en moto, luego en un Aveo. Ni rastro. Nadie detenido.
La motocicleta fue hallada abandonada, pero los responsables ya se habían esfumado, como el discurso de resultados frente a la realidad.
¿De qué sirve tener todo un aparato que se despliega para presentar a una artista en el festejo del Día de las Madres por parte del DIF estatal, si los criminales operan con impunidad y se burlan de la autoridad en la capital del estado sin que nadie los detenga?
¿Dónde están las cámaras, los operadores, los drones, los botones de pánico y toda esa parafernalia con la que se adorna el presupuesto?
Hoy no fue una percepción: fue un asalto. Y no en cifras, sino en carne viva.
La seguridad no se mide en conferencias de prensa ni en placas inauguradas.
Se mide en la capacidad de prevenir lo que esta vez sí ocurrió: que un ciudadano fuera víctima de un atraco violento justo donde se nos asegura que hay más vigilancia que nunca.
A este paso, Tlaxcala no será el estado más seguro, sino el mejor maquillado.
Hoy más que nunca urge que los titulares del aparato de seguridad rindan cuentas y expliquen su estrategia, porque —la verdad— no se entiende.
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LA CAMINERA…¿Y el alcalde, qué hace? Dos jóvenes fueron ejecutados con al menos 15 disparos en Calpulalpan, a una cuadra de la carretera México–Veracruz. El crimen rompió semanas de aparente calma en el municipio. La escena fue acordonada por todas las corporaciones posibles… menos por el silencio del alcalde morenista José Manuel Jiménez del Razo, que sigue sin dar la cara, ni explicar qué hace su gobierno local ante una ejecución en su territorio.
En Tlaxcala, la violencia no descansa. Y algunos ediles tampoco actúan.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS…¿Qué hace Chava Santos? Vaya que llamó la atención. Salvador “Chava” Santos Cedillo, alcalde de Huamantla, no solo apareció entre los 10 presidentes municipales mejor evaluados del país según Mitofsky, sino que encabezó la lista de ediles del Partido Verde a nivel nacional.
Con un 54% de aprobación ciudadana, Chava se ubicó como el mejor posicionado en todo Tlaxcala, por encima de muchos que ya se sueñan con la gubernatura rumbo a 2027.
Al parecer, con todo el escándalo del hermano acusado de secuestro, ganó a Morena la alcaldía de Huamantla y ahora en una operación silenciosa pero efectiva, avanza en las encuestas. Mientras otros se pierden en el discurso o en la soberbia, él ya está corriendo la carrera… sin decir que la está corriendo.
Habrá que analizar el papel de la comunicación y la operación política qué papel juegan.