Por Ricardo H. Temoltzi.
Vine, vi y vencí, dijo Julio César al concluir la Batalla de Zela, 50 años antes de Cristo. Lo mismo se debió haber dicho en el Palacio de Gobierno una vez concluido el cómputo de los votos, junto con la entrega de constancias de mayoría a los ganadores de los comicios judiciales: por demás polémicos, por demás sucios, por demás manipulados. El domingo 1 de junio de 2025 cumplió su objetivo: renovar el Poder Judicial en el estado y colocar, a partir de septiembre, a personas juzgadoras afines —por decir lo menos— al poder público local.
De todo se ha dicho sobre esta elección: desde el oficialismo y desde la oposición, desde los protagonistas y desde los espectadores. Que si hubo pocos votos, o que si 13 millones son más que 129; de los acordeones y la exactitud de los resultados en comparación de ambos. El tema alcanzó relevancia internacional cuando la OEA presentó el informe preliminar de la Misión Observadora, que en sus CONSIDERACIONES FINALES recomienda a los países de la región no replicar el caso mexicano para la elección de sus jueces. Informe, por demás, rico e interesante, al que humildemente le recomiendo usted dé un vistazo o lo consuma de inicio a fin. No tiene desperdicio; es el perfecto corolario de esta triste tragicomedia mexicana del siglo XXI.
Desde el inicio de este proceso tuve oportunidad de comentarlo con muchas personas: este era un proceso de grandes electores, es decir, de los gobiernos de los tres órdenes, pues solo ellos tienen acceso a estructuras ordenadas y con capacidad de movilización. Sin necesidad de hacer mayor esfuerzo, los ganadores surgieron una semana antes, cuando empezaron a circular las listas. En ellas se manejaban los nombres de las personas por las que se votaría. Al poco tiempo, esa lista filtrada se hizo oficial y se convirtió en acordeón: un conjunto de papeles de colores identificado con la palabra “definitivo” al centro de cada hoja, cada una marcada con un número en una casilla. Esos números debían ser copiados por el elector en las boletas del color correspondiente. Finalmente, el acordeón se volvió digital, fue identificado por municipio y así llegó a los WhatsApp de propios y extraños. ¿El resultado? Por más hilarante que suene, ese meme que circula en cada elección y dice: “YA TENEMOS LOS RESULTADOS, SOLO FALTAN LAS ELECCIONES”, esta vez se hizo realidad. Y así, tal cual lo anunciaron los acordeones, así pasó. En otras palabras, lo que el régimen quiso, eso resultó.
Los resultados debieron ser, para los protagonistas no incluidos en el acordeón, una verdadera bofetada: cubetadas de agua helada a flor de piel. Ajenos ellos y ellas al terreno político y a lo que representa una elección, las personas candidatas entregaron alma, corazón, físico y dinero a esta aventura. Ilusionados, se movieron de norte a sur, de este a oeste, y de sur a norte, y luego de nuevo al sur, sin orden ni estrategia, sin la posibilidad de contratar publicidad, bardas o espectaculares. En un solo día se trasladaban a Huamantla, luego a Tlaxco, a Nanacamilpa, donde los esperaban en reuniones organizadas por amigos o por operadores políticos tradicionales. Estas personas candidatas, mujeres y hombres, creyeron que su armadura de experiencia y preparación les alcanzaría para ser reconocidos y votados por la ciudadanía. Tuvieron un muy rudo y muy crudo encuentro con la realidad. Muchas y muchos de ellos, con seguridad, consiguieron mover miles de votos a su favor, que resultaron insuficientes ante la movilización de tres grandes electores que operaron como orquesta y al mismo compás, depositando votos por los candidatos de su interés. Tales como aquellos que fueron colaboradores directos del actual gabinete estatal de Tlaxcala, y que todavía hoy, a pesar de haber avasallado en la elección, tienen el “buen gusto” de seguir desempeñándose como subordinados de la Gobernadora del Estado.
Eso, por más injusto que suene, no es lo peor. Lo peor es cómo el gobierno mostró su rudeza ante personajes incómodos, por razones políticas, personales o las que fueran. Personajes por demás probados como idóneos para estos cargos quedaron en el camino. Entiendo que Stefany Pérez desbancara al juez Anastasio Romo —aunque lo lamento, lo entiendo—. La abogada es parte de un cuerpo burocrático y lo que se presume, al menos, es fidelidad con quien, a base de votos, la colocó en un lugar al que de otra forma no hubiera podido acceder. Eso es comprensible, dada la potencial ventaja que representa su esperada lealtad. Lo que no comprendo es, por ejemplo, el caso de la magistrada electa Guadalupe Ay Jiménez, abogada quintanarroense que recibió el amparo del acordeón. ¿Qué ventajas o lealtades representa su triunfo al régimen local? Ninguna. El motor para que esta persona ocupase un espacio en la lista de los “Magistrados de la Nueva Historia” fue bloquear y cerrar el paso a una persona, al parecer, no muy cómoda para el régimen. Esa es la lectura. La pregunta es: ¿quién en el gobierno local celebra que Elsa Cordero Martínez no llegase al Poder Judicial Federal? ¿De dónde surgió esa instrucción? ¿De Camino Real? ¿Del Partido? ¿De Morelos? No importa. Lo que importa es que fue notoria y visible la acción de bloqueo, y además fue exitosa. Sin aceptar tan vil acto político-electoral, lo entiendo. Es decir, la magistrada en retiro es una mujer que tiene su propio brillo, su propia historia, y como mujer de poder puede haber construido, en el camino de su desempeño público, sendas que no solo la separaron del régimen, quizá incluso caminos encontrados. Como sea, ese hecho se consumó, y el régimen dejó fuera del camino a la presidenta del capítulo Tlaxcala de la colectiva nacional 50+1.
Pero es aún más incomprensible el bloqueo al juez laboral Johnny Morales Martínez, un juzgador que, además de ser brillante, experimentado y preparado, es un funcionario judicial eficiente, cuyas sentencias sujetas a revisión han sido confirmadas en un 98 %. ¿Qué callos pudo haber pisado este juzgador en escasos 60 días de campaña? ¿Qué vínculo pudiera tener la persona que obtuvo el triunfo —una abogada que se desempeña en el Poder Judicial Federal en la CDMX— con el gobierno estatal? No es nada visible. Incluso el abogado Luis Mario Coyotzi se desarrolla en el Poder Judicial local, y un vínculo suyo con el poder se entendería. No así el de la persona que se incluyó en el acordeón.
Como sea, el hecho de que Johnny Morales y Elsa Cordero quedaran fuera de los espacios que buscaban —y dadas las condiciones de control electoral que hubo el domingo 1 de junio—, seguramente con el tiempo les dará más de lo que hoy les quita. Mejor lo dijo hace tiempo Facundo Cabral:
“No me importa tu dinero,
prefiero mi independencia…
sí, por tener un sombrero,
hay que alquilar la cabeza.Ni el oro de tu bolsillo,
ni la seda de tu pañuelo,
ni tu plata, ni tus latas
son el camino del cielo…Tienes demasiado peso
para poder alzar vuelo.”DIXI