El Gobierno del Estado publicó recientemente orgulloso en su página de Facebook que “Tlaxcala es referente nacional en el sistema de salud”. Una afirmación que, bajo la atmósfera gris de clínicas y hospitales públicos sin medicinas, sin insumos ni atención digna, suena menos a verdad y más a chiste de mal gusto.
En lugar de asumir urgencia, se promociona desesperadamente un autoelogio peligroso, envuelto en una burbuja aristocrática que muy bien la cantante Belinda describe en su reciente parodia musical de “Los Aristogatos”, dedicada a aquellos vecinos cómodos, cantando una melodía distante mientras afuera todo se desmorona.
Los datos lo confirman: el abasto en Tlaxcala apenas alcanza el 64 % en medicamentos esenciales como insulina e hipertensivos, y los reportes ciudadanos aumentan apresuradamente cada día en denuncias por desabasto. En hospitales como el General IMSS-Bienestar “Anselmo Cervantes”, los usuarios han protestado por múltiples días ante la ausencia de básicos tan simples como antibióticos o vendas. En clínicas medianas, pacientes salen a comprar sus propios medicamentos, todo esto mientras el sistema de salud en Tlaxcala está quebrado, y lo peor: la autoridad lo sabe, pero decide mirar a otro lado… o peor aún, maquillarlo en redes sociales.
Es aquí donde la “heterocromía” del discurso oficial se vuelve evidente: un ojo presume logros irreales, mientras el otro evade con cinismo la realidad.
La realidad es que Tlaxcala no merece este sarcasmo institucionalizado. Las promesas vacías, los boletines triunfalistas y los montajes en video ya no alcanzan. Esta “nueva historia” terminó siendo la peor historia para miles de tlaxcaltecas. La gente no pide discursos, necesita insulina para sus hijos, antibióticos para sus abuelos, medicamentos y atención que esté ahí cuando se necesitan.
