La Bestia Política

El Bestiario | “No lastimen a Tlaxcala”: El enojo como política de seguridad

La seguridad en Tlaxcala se ha convertido en una cuestión de discursos, más que de resultados. Esta semana, la gobernadora Lorena Cuéllar protagonizó un momento incómodo —y revelador— al ser cuestionada sobre los intentos de linchamiento en la entidad.

La molestia fue evidente. La prensa preguntó por la percepción de inseguridad y ella solo reprochó, “No lastimen al Estado cuando dicen cosas que no son”. Lo dijo en tono firme, casi maternal, como quien amonesta por hablar de más en la mesa.

Lorena Cuéllar, respondió de mala manera a una reportera que solo preguntó el aumento de intentos de linchamiento en la entidad: “Por esos malos comentarios que tú haces… eso también lastima al Estado”, dijo visiblemente molesta a la compañera periodista Ana Sánchez.

Nadie de los presentes, incluido el vocero expresó algo, todos se quedaron callados.

En lugar de asumir fallas o reconocer la desconfianza ciudadana, la morenista culpó a la prensa de afectar la imagen del estado.

Pero los datos y los hechos están ahí: vecinos que prefieren hacer justicia por mano propia, videos que circulan en redes mostrando a ciudadanos organizados para atrapar ladrones, y una creciente desconfianza en las instituciones. Frente a ello, la respuesta oficial fue culpar al mensajero: que si la prensa desinforma, que si la crítica espanta inversiones, que si la ciudadanía no denuncia.

Mientras tanto, la narrativa gubernamental se sostiene con frases como “nos da mucho gusto” por cada banda detenida o auto recuperado, en un esfuerzo por mostrar eficacia a través del número de C2 inaugurados. Pero, ¿puede la infraestructura sola sustituir la confianza ciudadana?

La escena pareció más un sketch que una conferencia. A cada pregunta incómoda, la mandataria ofrecía una mezcla de justificación técnica, dato a medias y escudo emocional: “Eso no es verdad”, “nos avisaron a tiempo”, “ya detuvimos a ocho personas”. Todo mientras corregía públicamente a periodistas, dando lecciones de lo que se puede o no decir sin “lastimar al Estado”.

En Tlaxcala, parece que no se debe hablar de linchamientos, aunque existan. No se deben mencionar cifras negras, aunque persistan. No se debe cuestionar la efectividad del sistema de seguridad, aunque el propio gobierno reconozca que “todavía falta mucho por hacer”.

La defensa institucional se parece cada vez más a un monólogo. Y como en todo, lo importante no es lo que se responde, sino a quién se silencia.

“No lastimen al Estado”, dijo la gobernadora. Pero el Estado no se lastima con preguntas: se lastima cuando sus instituciones dejan de proteger a la gente. Se lastima cuando no hay confianza para denunciar. Se lastima cuando las calles se convierten en escenario de linchamientos y la autoridad llega —si llega— a recoger los restos de la legitimidad. Ahí está Nativitas.

Lo preocupante no es el enojo de una gobernadora frente a la prensa. Lo verdaderamente grave es el fondo de ese enojo: el intento de convertir la crítica en sabotaje, la denuncia en traición. Tlaxcala no necesita más cámaras; necesita más confianza. Y esa no se instala, se construye.

En un país donde la violencia se multiplica y la impunidad se normaliza, los gobiernos no deberían temer a las preguntas, sino a las respuestas que no pueden dar. Porque cuando el poder se ofende por ser cuestionado, deja de proteger al Estado… y empieza a protegerse de él.

¡No los veo, no los escucho!

*****

LA CAMINERA…Del regaño al apapacho…

En tres días se celebra en Tlaxcala el Día del Periodista, y como cada año, los políticos aprovecharán para convocar a reporteros, entregar reconocimientos, posar para la foto y hablar de “libertad de expresión” como si eso se ejerciera sin consecuencias. Lorena Cuéllar también lo hará. Pero, ¿con qué cara?

La gobernadora respondió de forma grosera y despectiva a una reportera que simplemente le preguntó por el aumento de intentos de linchamiento en la entidad. “Por esos malos comentarios que tú haces… eso también lastima al Estado”, soltó visiblemente irritada.

Lo que tendría que hacer, antes de repartir abrazos y reconocimientos, es jalarle las orejas a su equipo de comunicación por el desastre de estrategia que la tiene sumida en la peor percepción de su mandato, y también pedirle una disculpa a la periodista, pues lo que hizo es una agresión.

Porque si para ella preguntar es lastimar, no hay nada que celebrar.

¿Cómo te  sientas a la mesa con alguien que te dice mentiroso sin argumentos?

******

AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS...Ausentes…Por cierto, habría que preguntarles a los funcionarios lorenistas cómo funcionan y dan resultados, cuando el secretario de salud se desaparece el fin de semana para atender su cargo de director general de pediatría en el Hospital Ángeles de Puebla.  ¿Será por eso el caos en ese sector?