La Bestia Política

Alientos democráticos…El caballo negro de Morena en Tlaxcala

Fue en la Inglaterra del siglo XVIII donde se utilizó la frase. Concretamente, en la carrera de caballos pura sangre, muy arraigada en aquellos años, el Dark Horse, más que un caballo de color negro, era un equino desconocido, oculto, que se había mantenido en la oscuridad; es decir, no se tenía conocimiento ni referencia de él y, por tanto, no había forma de saber su desempeño y comportamiento dentro de una carrera.

Con los años, un escritor inglés llamado Benjamín Disraeli publicó en 1831 The Young Duke: A Moral Tale, Though Gay (Un cuento moral, pero divertido). A través de su personaje, el Duque de St. James, George Augustus Frederick, el autor describe una carrera de caballos:

“A Dark Horse, which had never been thought of… rushed past the grandstand in sweeping triumph”
(Un caballo negro, del que nadie había pensado, pasó por la tribuna en un triunfo arrollador).

Documentado así, por primera vez, el Dark Horse como un ganador completamente inesperado.

Desde entonces, esta frase ha ido ampliando su uso. En la política, por ejemplo, el estadounidense James K. Polk, en 1844, surgió desde la oscuridad para ganar la nominación del Partido Demócrata y, a la postre, la presidencia de los Estados Unidos de América, firmando la expresión Dark Horse en el terreno político.

De allí galopó a todos los ámbitos donde hay contienda —ya sea deportiva, cultural, de entretenimiento o incluso de negocios—. El Dark Horse (Caballo Negro, en español) se ha instaurado como una frase popular que resalta a algún actor inesperado o subestimado en un determinado campo de batalla.

Sirva la referencia, sin más preámbulo, para señalar al que, a juicio de quien esto escribe, puede ser el caballo negro en la competencia interna del partido del régimen en Tlaxcala, es decir, la sorpresa en Morena.

Ya es inevitable leer y hablar de la sucesión en las columnas de opinión, en los medios de comunicación de Tlaxcala —tanto tradicionales como digitales— y, por supuesto, en las redes sociales, donde esto se magnifica sobremanera. También en los cafés, con el bolero, en el transporte público, en escuelas… es cada vez más común escuchar sobre la renovación de gobierno y sobre la candidatura de Morena.

Sé que ustedes, estimada comunidad lectora, tienen presente junio de 2024, con los resultados arrolladores de este partido sobre la oposición. Inmediatamente surgieron nombres para encabezar la sucesión: Ana Lilia Rivera, senadora de la República reelecta y morenista de la primera hora; y Alfonso Sánchez, alcalde capitalino electo y vástago del exgobernador Alfonso Sánchez Anaya.

Ambos representan a sendos grupos políticos rivales al interior del Movimiento de Regeneración Nacional. Por un lado, la calpulalpense abandera al grupo político del exgobernador y tres veces senador por Tlaxcala, José Antonio Álvarez Lima. Por el otro, el edil capitalino es escudero de los intereses —obvio— de su señor padre, así como de la gobernadora Cuéllar, y poco a poco, de algunos exgobernadores que, al parecer, han conformado un bloque con este grupo: entre ellos Ortiz Ortiz y Paredes Rangel.

Así inició la carrera por la sucesión, en la que, además de los mencionados, se manejaron otros nombres: Alejandro Aguilar, Dulce Silva, Fernando León… y, al poco tiempo, se sumaron Josefina Rodríguez, Raymundo Vázquez, Óscar Jiménez y más recientemente, Homero Meneses.

Todos estos nombres han sido manejados en los medios de comunicación tlaxcaltecas y medidos en diversas encuestas: Massive Caller, C&E Research, Demoscopia Digital, Rubrum y LOGI-CALL. En todas ellas, la carrera ha estado punteada por Ana Lilia Rivera, y en segundo lugar Alfonso Sánchez García. Esto es, a todas luces, una estrategia de posicionamiento tratando de influir en la percepción de la opinión pública.

Porque si bien es cierto que los estudios demoscópicos cumplen esa función, también lo es que hay elementos en el día a día que permiten diversas lecturas. ¿Cuáles elementos? Por ejemplo, el clima en redes sociales, muy adverso para el alcalde capitalino y menos rígido con la senadora Rivera; o los mensajes que se replican desde el estado, donde ciertamente Ana Lilia tiene una ventaja clara sobre Alfonso y todos los suspirantes; o bien, las columnas de opinión, en las que se va descubriendo o resaltando la presencia de más suspirantes y el natural crecimiento de la baraja en la sucesión.

Ejemplo de esto es el destape oficial de Óscar Flores Jiménez, que el periodista Víctor Hernández Tamayo escribió en su columna Búnker, publicada en el medio digital Cuarto de Guerra. En ese espacio fue descrito como “…el poderoso Secretario de Finanzas del gobierno del Estado de México…”, una frase por demás rimbombante. Allí se dio santo y seña del mencionado político. Además de colocarlo en la carrera, el columnista estableció que Flores Jiménez no viene a ver si puede, sino porque puede, viene.

Y la verdad es que yo no soy quién para andar contradiciendo a don Víctor. Lo dejaremos al tiempo, tal y como él lo sugirió en el cierre de la entrega del Búnker del 12 de mayo de 2025.

Martín Ruiz, en contraste, colocó a Josefina Rodríguez. Pero no solo eso: la ubicó al nivel de posibilidades del arquitecto Sánchez García, al establecer que la funcionaria federal de Turismo es la carta del Secretario de Gobierno. Desde mi punto de vista, es una especulación que fortalece mucho a Rodríguez Zamora, a un poco menos de dos años de la elección.

A Josefina la han mencionado en varias columnas de medios digitales desde un par de meses atrás. Por su parte, Raymundo Vázquez se ha encargado de promoverse él mismo, con la bandera de su separación como integrante de la familia de la gobernadora Lorena Cuéllar, encontrando eco en algunas plumas locales.

Algunos ejemplos más andan por allí, todos en lo mismo: tratando de incidir en la narrativa de la sucesión, imponiendo la idea de que esa contienda interna ya no es solo de dos.

Particularmente, yo pienso que la candidatura de Morena para 2027 está más sujeta a la coyuntura nacional que a posicionamientos, géneros o grupos decisores en la esfera estatal. Pero sobre esas aristas ahondaré en una próxima entrega.

Hoy quisiera incrustar en la lista sucesoria de Morena a quien, a mi parecer, puede ser EL CABALLO NEGRO.

Tal personaje es un hombre que, desde principios de siglo, incursionó en la política recién concluida la universidad, acumulando ya 25 años en ella. Este personaje se ha mantenido vigente durante un cuarto de siglo, ocupando cargos públicos —de elección y designación—, así como cargos partidistas.

Quizá esa experiencia en contacto permanente con la ciudadanía, o el buscar el voto en condiciones de fuerte competencia al menos en tres de los cuatro cargos de elección que ha ganado; su formación profesional como politólogo por la UATx; y, sin duda, su formación personal —pues el don de gentes no puede surgir de otro lado que no sea el seno familiar—, sumado a la disciplina y constancia que le ha impreso a su desarrollo político, hacen que Carlos Augusto Pérez Hernández sea, desde mi óptica, EL CABALLO NEGRO de esta cada vez más nutrida carrera al 2027.

Para muestra, un botón: vean ustedes, amable comunidad lectora, un poquito atrás. Al concluir su dirigencia en Morena, el recién exdiputado federal empezó a caminar los municipios, con vistas al 2027, con una interacción positiva.

Carlos se dejó ver en varios puntos del estado: lo mismo con alguna figura de la política en la capital que con militantes de su partido en Calpulalpan, o degustando un plato de mole en alguna feria patronal del sur del estado, acompañado de políticos y liderazgos de la región. O bien, compartiendo en alguna cafetería de Chiautempan, incluso visitando comunidades como San Luis Apizaquito, así como en las varias asambleas informativas que realizó en el territorio tlaxcalteca.

Tan se sintió su presencia que, en la encuesta estatal que realizó el portal La Bestia Política, justo en los días en que el tepetitlense se movía en el estado, sin despeinarse se colocó en el cuarto sitio, con 10 puntos porcentuales, dejando atrás a varios perfiles como el mismo Alfonso Sánchez, Raymundo Vázquez, Josefina Rodríguez o Dulce Silva.

Empero, más allá de la medición señalada, para mi ojo clínico y mente “sospechosista”, el verdadero alcance del andar estatal de Carlos Augusto se hizo notorio cuando, de repente y de manera sorpresiva, fue reclutado por el gobierno estatal para encabezar el Fondo Macro de Tlaxcala.

Así, sin decir agua va, después de meses en la banca en los que parecía que no sería tomado en cuenta.

Recuerde, querida comunidad lectora, que el 2 de septiembre del año pasado, la señora gobernadora hizo una cantidad importante de nombramientos en el gabinete estatal —incluido el suplente de Pérez Hernández, Steve del Razo Montiel, quien fungió como diputado desde que Carlos Augusto pidió licencia para presidir Morena en el estado—. Y junto con Del Razo hubo varios nombramientos más, pero nada para el entonces presidente de Morena.

Y tan solo dos días después del ajuste, dejó la presidencia de Morena sin concluir el periodo para el que fue electo.

Y de repente —parafraseando a Forrest Gump—, “así como así”, siete meses después, en el poder Ejecutivo se dieron cuenta que Hernández Pérez les hacía falta en el gobierno. ¡Ja! ¡Si el miedo no anda en burro!

Sin columnas de opinión que le allanaran el camino, sin aparecer en las encuestas al 2027, sin cargo de por medio, sin la ventaja de ser titular de alguna dependencia estatal o federal, sin curul, sin dirigencia, y tan solo con su lona de asamblea informativa del segundo piso de la transformación, Carlos les movió el tapete.

Su presencia generó alerta, tanta, que el burro de esta analogía —es decir, el gobierno— tuvo que operar rápidamente para impedir que la cordial y fresca presencia de Carlos siguiera haciendo click con los ciudadanos del estado.

Finalmente, es claro que el cuarto de siglo de experiencia del expresidente de comunidad, alcalde de Tepetitla, diputado local, diputado federal y dirigente de Morena (todos cargos ya concluidos), le han enseñado que la política es como una carrera de medio fondo, donde tienes que medir perfectamente la velocidad y la resistencia: para no desfondarte al adelantar a todos, ni quedarte irreversiblemente rezagado al administrar de más tu energía.

Lo más prudente es ir en el bloque de competidores, midiendo la carrera, esperando el momento y la circunstancia para dar el salto.

Así es este competidor oriundo de Tepetitla. Igual que aquellos pura sangre de la Inglaterra de hace tres siglos: llegaban a las carreras sin representar peligro alguno para sus oponentes, pero su brío y empuje les permitían desbocarse tan fuerte, que se convertían en Dark Horses de sus respectivas competencias.

No hay mejor forma para describir a Carlos Augusto Pérez Hernández: el verdadero Caballo Negro de la sucesión de Morena en Tlaxcala para el 2027.

A las encuestas me remito… porque una vez que Carlos llegue a ellas, no habrá forma de quitarlo.