Luisa María Alcalde Luján vino a Tlaxcala a defender lo que ni la propia gobernadora se ha atrevido a explicar. En medio de la polémica por la compra de diez camionetas Suburban blindadas —cada una con un costo superior a cinco millones de pesos—, la presidenta nacional de Morena soltó una frase que pretendía ser escudo: “El uso de estos vehículos está permitido, siempre que esté plenamente justificado por razones de seguridad”.
Pero no hubo exigencia de explicaciones. No hubo reclamo por los contratos directos, ni por la reserva de la información hasta 2030. La defensa fue genérica, tibia y sin contexto. Lo que se ofreció fue una justificación automática, como si bastara con repetir que «está permitido» para borrar el tufo de opacidad.
Mientras tanto, Lorena Cuéllar se mantiene en silencio. No ha dado la cara ni explicado por qué un estado sin guerra requiere un parque vehicular más propio de una zona de conflicto. Nadie ha dicho a quién se pretende blindar, de qué amenazas y por qué a ese costo.
La postura de Alcalde Luján ilustra perfectamente el arte morenista de hablar sin decir nada. Asegura que no puede haber “gobierno rico con pueblo pobre”, mientras guarda silencio ante una adquisición que representa 56 millones de pesos gastados en sí misma. Su visita no fue un acto de fiscalización, sino una muestra de lealtad política a costa de la coherencia.
Y es que en Morena, el discurso de austeridad se usa como bandera… hasta que incomoda. Entonces aparece el manual: decir que todo está permitido, que todo se justifica, que todo tiene una razón que nadie está obligado a detallar.
La pregunta no es si los vehículos blindados están permitidos. La pregunta es por qué en Tlaxcala —donde hay hospitales sin insumos, colonias con violencia creciente y servicios públicos desbordados— se reservan contratos millonarios como si fueran secretos de Estado. ¿Qué sabe Lorena Cuéllar que no debe saberse?
Blindar a los funcionarios no es nuevo. Lo que sí es escandaloso es que se haga sin licitación, sin explicación y con total desprecio por la transparencia. Porque aquí no se trata de proteger vidas, sino de proteger decisiones.
El blindaje, en realidad, no es contra las balas. Es contra la rendición de cuentas.
Y así, mientras Luisa María Alcalde sale en defensa del silencio institucional, el mensaje queda claro: en Tlaxcala, lo más protegido no es el pueblo.
Es el poder.
Y, por supuesto, su silencio.