Vaya que el gobierno de Lorena Cuéllar no sale de una, para entrar a otra. Una administración sin brújula, que navega a la deriva en medio de sus propios naufragios. La fuga del ex director de los Ceresos, Juan Antonio N. cuyo paradero es un misterio, se convirtió en la exhibida monumental del aparato lorenista de justicia.
Lo que comenzó con la denuncia pública de un interno sobre corrupción y abusos en las cárceles de Tlaxcala, hoy se transformó en un escándalo de dimensiones nacionales: un director que debería estar tras las rejas… ahora está prófugo.
Cuando el video del interno Ventura N. salió a la luz, la gobernadora se vio obligada a pedir la renuncia de Martínez Guerrero. No fue fácil. El secretario de Gobierno, Luis Antonio Ramírez Hernández, insistió en no ceder ante la opinión pública y desestimó la voz de un “delincuente”. Peor aún, el secretario de Seguridad, Alberto Perea Marrufo, convenció a su jefa de no cesarlo, sino “reubicarlo” en su propia Secretaría, con la promesa de tenerlo bajo control. Promesa que, a juzgar por los hechos, resultó una broma cruel.
Perea incluso aseguró que el ex director tenía “sombra”, es decir, que sus movimientos eran vigilados. Sin embargo, en cuestión de horas, el hombre desapareció del radar, justo antes de que la Fiscalía liberara órdenes de aprehensión contra él y tres custodios. Solo dos salieron, las otras están próximas a cumplirse.
El episodio es más que una anécdota: es la confirmación de que el sistema penitenciario estaba —y sigue— podrido hasta la médula. Extorsiones, cobro de cuotas a reos, salidas para delinquir, amenazas contra familias y acoso a mujeres visitantes forman parte de un expediente que deja en ridículo a un gobierno que presume seguridad y eficacia. La detención del líder de custodios, Elioenaid N., acusado de extorsión, apenas es una pieza menor de un engranaje mucho más amplio.
La verdadera bomba es que el jefe máximo de los Ceresos, quien debía responder por estas acusaciones, logró esfumarse ante las narices de la autoridad que juraba tenerlo controlado. El “hasta donde tope” que prometió la gobernadora suena hoy hueco. La fuga no solo desnudó la corrupción de los Ceresos, también evidenció la descoordinación y las pugnas internas de su gabinete de seguridad, pero sobre todo parece, la filtración de información que debe ser confidencial.
Acaso esperaban que tras filtrarse las transferencias bancarias, el susodicho los iba a esperar sentado en su oficina, con un café. ¿Logrará Lorena Cuéllar limpiar de fondo los penales de Tlaxcala o este caso será otro escándalo que se pierda en la memoria colectiva, como tantos otros? Por lo pronto, el ex director prófugo es la viva metáfora del sexenio: un gobierno que dice tener todo bajo control, mientras los problemas se les escapan… literalmente.
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LA CAMINERA…El rostro de la impunidad en Tlaxcala…El presunto hallazgo de seis cabezas humanas acompañadas de una narcomanta en Ixtacuixtla sacudió a Tlaxcala y dejó en evidencia la fragilidad del discurso oficial sobre seguridad. Mientras la gobernadora presume “claridad y eficacia”, la realidad sangrienta grita lo contrario: la disputa criminal ya no toca la puerta, se instaló en pleno territorio tlaxcalteca. La brutal escena muestra la incapacidad del Estado para contener una violencia que se desborda en carreteras y comunidades. La FGJE abrió carpeta de investigación, pero la pregunta que persiste es más dura: ¿Tlaxcala perdió el control y la batalla?. Es evidente que algunos ya sobran en el gabinete local.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS…La rueda de la fortuna de Lorena…Vaya dilema. Mientras Tlaxcala arde en críticas por la inseguridad y los escándalos penitenciarios, la oficina de Comunicación Social de Lorena Cuéllar anda más ocupada en presumir encuestas. Mitofsky la coloca en sexto lugar nacional con 51.1% de aprobación, pero nadie lo cree. Porque una cosa son los números nacionales, y otra lo que se percibe en el estado. Una encuesta local la ubica en apenas 32.78% y a la baja. La desconexión entre el discurso y la percepción real de los tlaxcaltecas es brutal. Por eso dicen que la vida es como la rueda de la fortuna: del sótano al sexto lugar en un par de meses. Pero en política, más que girar la rueda, habría que enderezar el timón. El problema no es la foto de Mitofsky, sino el “ca…dero” que dejaron en seguridad, comunicación y gobernabilidad. Ahí es donde el vocero debería estar ocupado… aunque parece que prefiere repartir espejitos.