La Bestia Política

Al Arca…La Magdalena Tlaltelulco: Cuando el timón cambia de manos

Hay municipios que parecen condenados a la tormenta. Durante años, La Magdalena Tlaltelulco navegó en aguas turbias: desfalcos, demandas por daño patrimonial y una deuda moral con la ciudadanía que veía cómo sus impuestos se esfumaban sin dejar rastro en obras o servicios. La administración pasada dejó un boquete de más de 45 millones de pesos y una estela de desconfianza.

Pero algo cambió. En menos de un año, el gobierno de Rocío Meléndez Pluma decidió no solo enderezar el barco, sino darle un nuevo rumbo. Hoy, Tlaltelulco presume una de las diez cuentas públicas mejor calificadas del estado. Y ese logro, que a primera vista puede sonar técnico o contable, en realidad significa algo mucho más profundo: disciplina, orden y voluntad política para demostrar que la transparencia sí es posible.

El mérito no está únicamente en limpiar las finanzas; está en revertir la narrativa. Donde antes había sospecha, hoy hay resultados que se pueden auditar. Donde antes había excusas, ahora hay bases para el desarrollo. Tlaltelulco dejó de ser ejemplo de saqueo para convertirse en ejemplo de cómo una administración responsable puede marcar la diferencia.

La lección es clara: el rumbo de un municipio no lo dicta la fatalidad, sino la conducción. Y cuando el timón cambia de manos, el destino también puede cambiar.

Ojalá que la alcaldesa de Fuerza por México no pierda el rumbo de finanzas sanas, pues hay otras cosas que mejorar.

TODOS A BORDO... ¿pero hacia dónde?

En medio de la tormenta que significa la fuga del ex director de los Ceresos en Tlaxcala, al gobierno estatal se le ocurrió sacar el violín y presumir una supuesta buena nota: que la gobernadora ocupa el sexto lugar nacional en el ranking de Mitofsky, con un 51% de aprobación.

El problema es que, en lugar de sonar a logro, pareció un insulto a la inteligencia. La reacción en redes sociales fue inmediata: la hicieron pedazos.  necesidad?”.

Porque hay que decirlo: en política, los números también cuentan historias incómodas. Ese 51% no es para presumirlo; es el reflejo de que ni siquiera alcanza el 60% de aprobación. Y en tiempos de crisis, la primera regla es clara: no intentes tapar un incendio con papel celofán, porque el humo lo termina transparentando todo.

El gobierno parece no entender que, cuando el barco hace agua, no basta con repartir sonrisas ni encuestas. Se requiere liderazgo real, acciones firmes y, sobre todo, autocrítica. Si no, la ciudadanía les recordará, una y otra vez, que no se gobierna con rankings, sino con resultados.

Parece que el vocero no aprende de los errores de sus antecesores y hace lo mismo que el señor Octavio.