La Bestia Política

La Generación Z contra los “Nepo Kids”.

Videos y fotografías de hijos de funcionarios exhibiendo viajes en jets privados, fiestas exclusivas y autos de lujo; relojes con precios más altos que una vivienda digna; cenas que equivalen al ingreso mensual de toda una familia; casas imposibles para cualquier ciudadano de a pie… Todo eso cupo en un solo hashtag: #NepoKidsNepal. Y en cuestión de semanas, se convirtió en un movimiento que terminó derribando a un primer ministro.

Para detener la viralización del descontento, el gobierno de Nepal tuvo la brillante idea de bloquear más de dos docenas de plataformas digitales —incluyendo Facebook, Instagram, WhatsApp y YouTube—. Fue el chispazo que encendió la hoguera que llevaba años acumulando combustible: corrupción endémica, nepotismo descarado, desempleo crónico y un sistema político que expulsa a sus jóvenes hacia la migración como única salida.

El movimiento “Nepo Kids” no fue envidia, sino símbolo. Los excesos de los hijos de la élite encarnaron el insulto de un poder que confunde privilegio con derecho, mientras la mayoría sobrevive con remesas y trabajos precarios. La censura, lejos de apagar el malestar, lo transformó en un torrente callejero: al menos 19 muertos, más de 400 heridos, incendios en edificios públicos, un aeropuerto internacional paralizado y, finalmente, la renuncia del primer ministro.

La historia tiene un eco inquietante. En 2006, la juventud nepalí encabezó la movilización que puso fin a la monarquía absoluta. Hoy, otra generación, armada de hashtags y teléfonos inteligentes, vuelve a sacudir los cimientos de un sistema que la condena a la frustración.

Y mientras tanto, ¿quién podría atreverse a decir que esas escenas son ajenas en otros países? En casi cualquier lugar, los excesos de los herederos políticos son postales familiares: la ostentación de una élite hereditaria frente al desgaste de sociedades que cargan con desempleo, precariedad y promesas incumplidas.

Nepal arde, y su juventud barre escombros en las calles para reclamar también limpiar la política. La metáfora es elocuente: remover ruinas, exigir transparencia, empezar de nuevo. Quizá llegue el día en que, en más rincones del mundo, cansados de influencers oficiales y discursos huecos, las nuevas generaciones decidan que ningún país puede seguir siendo administrado como una herencia familiar.