- JeSerch Mejía
El primer informe legislativo de la senadora Anabell Ávalos Zempoalteca se presentó como un catálogo de 59 iniciativas que abarcan seguridad, salud, derechos laborales, infancia y cultura. Sin embargo, detrás de la cifra, la pregunta incómoda permanece: ¿cuántas de esas propuestas realmente han tenido impacto y cuántas se quedarán archivadas en la congeladora legislativa por diferencias políticas que siguen pesando por encima de los ciudadanos? Porque legislar no es sólo acumular números, sino transformar realidades.
La representante del PRI por Tlaxcala, dejó claro que su paso por la Cámara Alta no es de simple trámite ni de mero acompañamiento político. Con 59 iniciativas presentadas en rubros tan diversos como seguridad, salud, derechos laborales, infancia, y cultura, su mensaje fue directo: está decidida a ser protagonista de la discusión nacional.
Diversos medios nacionales la han colocado como una de las voces más críticas del actual gobierno, y no es casualidad. Sus intervenciones, con datos en mano, han exhibido las consecuencias de aprobar reformas “al vapor”, sin revisión exhaustiva ni debate informado. Lo que ella misma ha calificado como una irresponsabilidad y una falta de respeto a la nación.
Ávalos hizo énfasis en su rechazo a la llamada “Ley Censura” y en la defensa de la libertad de expresión. Una postura loable, sí, pero que llega en un Congreso donde la oposición suele reducirse a discursos y no a frenos efectivos frente a las mayorías oficialistas. ¿De qué sirve un posicionamiento crítico si los votos no alcanzan para detener la maquinaria de Morena y aliados?
La senadora también habló de igualdad sustantiva, salario digno y pueblos originarios. Temas urgentes, pero que corren el riesgo de convertirse en parte del discurso reciclado que todos los partidos enarbolan cuando se trata de mostrar “sensibilidad social”. El reto, de nuevo, es diferenciarse en los hechos, no en la retórica.
En su agradecimiento al PRI, PAN y PRD, Ávalos recordó que su lugar no se debe a una militancia aislada, sino a una coalición que la empujó como figura de equilibrio. Pero esa misma alianza es la que arrastra la crisis de credibilidad de la oposición: partidos que no terminan de ofrecer un proyecto distinto, más allá de resistir al lopezobradorismo.
Más allá del gesto político, ese reconocimiento deja entrever que entiende la naturaleza de su cargo: no se debe a un solo partido, sino a una coalición de intereses que depositaron en ella la responsabilidad de defender el futuro de Tlaxcala y de México. Al menos no es ingrata como otras que han dado la espalda a los partidos que la llevaron al poder, como la tlaxcalteca Mariana Jiménez, quien se fue a MC.
En Tlaxcala, sus palabras también resuenan. El círculo rojo sigue con atención cada posicionamiento, mientras que en las altas esferas del poder se reconoce que la senadora ya no es una figura menor, sino alguien con capacidad de incomodar y de marcar agenda. Una legisladora que, guste o no, ha ganado visibilidad.
En política se puede negociar casi todo, menos la dignidad de un país. Anabell Ávalos lo entiende: su reto no es solo cuestionar al régimen, sino demostrar que todavía existen voces dispuestas a decirle al poder lo que no quiere escuchar.
El mensaje de la senadora suena bien en el papel: crítica, defensa de instituciones, advertencias contra reformas improvisadas. Pero lo que queda pendiente es lo esencial: demostrar que Tlaxcala no solo tiene una legisladora que incomoda con el micrófono, sino una que logra mover la aguja en decisiones reales.