La Bestia Política

Aquí nadie se raja

Por Miriam Martínez Sánchez

La cuna de la nación, Tlaxcala, está hecha de mujeres y hombres valientes, trabajadores y esforzados. Personas que, pese a las adversidades, nunca se rajan. Como nuestros antepasados, sabemos levantarnos ante cualquier caída, afrenta o desgracia.

Somos tierra de campesinos que, aunque sin apoyo, siguen sembrando esperanza en la tierra. De madres que, aun con miedo, salimos cada mañana a trabajar por nuestros hijos y hasta por nuestros nietos.

Tlaxcala también es de jóvenes que sueñan con un futuro sin tener que irse de su tierra; de mujeres y hombres policías que arriesgan la vida sin el respaldo que merecen; de maestras y maestros que no siempre son valorados; de servidores públicos que muchas veces son utilizados solo para escalar en el poder; de obreras y obreros que, con sus manos, forjan el presente de este estado.

Nuestro Tlaxcala es de familias que, día a día, levantan esta tierra con esfuerzo, fe y dignidad.

Yo vengo de ahí. No soy parte de las familias de siempre. Soy hija, madre, hermana, esposa y trabajadora.

Vengo de una familia del esfuerzo. Desde muy joven vi a mi madre salir cada día de casa a las siete de la mañana para regresar hasta las siete de la noche, después de una larga jornada en la fábrica. De ella aprendí el valor del trabajo, la dignidad del esfuerzo y, sobre todo, a no rendirme nunca. Esa imagen, verla llegar cansada pero firme, con la mirada llena de orgullo, me enseñó que el verdadero éxito está en no claudicar, aunque el camino sea duro.

He pasado por las mismas dificultades que forjan el carácter de muchas y muchos tlaxcaltecas, y que nos hacen anhelar un mejor futuro para los nuestros.

He caminado por calles llenas de baches, sin alumbrado, donde la inseguridad es lo único seguro. Ahí he escuchado los reclamos de campesinos que ya no pueden sembrar, de enfermos sin atención ni medicinas, de jóvenes sin oportunidades y de alcaldes que enfrentan la inseguridad con presupuestos mínimos.

Por eso, viéndoles de frente, les digo que Tlaxcala necesita mucho más.

Vivimos tiempos difíciles. Desde que Morena gobierna el país, se prometió mucho, pero se ha entregado poco. Mientras hablan de transformación, en nuestras comunidades crece la delincuencia, faltan medicinas, los campos se secan y los caminos están abandonados. Los hospitales están saturados, las escuelas carecen de lo básico y los servicios públicos se desmoronan.

Yo, como ustedes, creo en una Tlaxcala distinta, donde regrese la esperanza, donde las personas, las familias y las instituciones vuelvan a estar en el centro de las decisiones.

Creo en una nueva generación de panistas que entienden que el poder es para servir. Gente de manos limpias, de trabajo probado y de cercanía con la gente. Un proyecto que nace desde abajo, no desde los escritorios.

Ese es el Tlaxcala que anhelo: donde los campesinos vuelvan a tener crédito, semillas, acompañamiento técnico y precios justos; donde el impulso agropecuario sea una política pública real; donde mujeres y jóvenes puedan caminar libres; donde la niñez tenga educación de calidad; y donde todas las familias tengan servicios dignos de salud y bienestar.

Creo en ese Tlaxcala posible, y estoy convencida de que se puede construir si damos un paso al frente, no desde el resentimiento, sino desde la convicción de que el poder solo tiene sentido cuando sirve a los demás.

Por eso, aquí nadie se raja. Porque hay muchas causas por las que vale la pena luchar: la seguridad de nuestras calles, la dignidad del trabajo, el desarrollo del campo, la igualdad de oportunidades, la libertad de las mujeres, la reconstrucción de la confianza ciudadana y la salud para todos.

Hoy, más que nunca, Tlaxcala necesita liderazgos honestos, cercanos y decididos. Mujeres que rompan los moldes de la política tradicional y demuestren que se puede gobernar con sensibilidad y resultados.

Yo no tengo herencias políticas, pero tengo algo más valioso: la fuerza de una vida limpia, que busca el bien común y que se ha ganado la confianza de la gente a base de trabajo. Soy una mujer de convicción que no sabe rendirse y que al trabajo jamás se raja.

Porque Tlaxcala tiene futuro, y ese futuro lo construiremos juntos: con disposición, con fe, con principios y con amor por esta tierra que nos vio nacer.

Quiero cerrar con el corazón en la mano. Como mujer, esposa y madre, me uno al dolor y a la esperanza de Grecia Quiroz, esposa del alcalde Carlos Manzo, a quien le arrebataron la vida el pasado 1 de noviembre en Uruapan, Michoacán.

Mi solidaridad más profunda con ella y con su familia. Admiro profundamente su fortaleza al decidir levantarse, tomar las riendas de su municipio y continuar el legado de su esposo con dignidad y valor.

Aún en medio del dolor más profundo, las mujeres mujeres no nos rendimos.

Y por ello, con más fuerza que nunca, reafirmo: aquí nadie se raja.