La entrega a la ex gobernadora Beatriz Paredes Rangel de la Presea Tlaxcala 2024 es, sin duda, un válido y merecido reconocimiento a una trayectoria política que, tal vez, ninguna figura tlaxcalteca ha tenido en la historia del estado.
Nadie duda de su talento y capacidad política. Ha sabido sobrevivir el paso de los sexenios en el ámbito federal. Y en lo local su influencia se deja sentir, sobre todo, en las coyunturas de cambio gubernamental.
A nivel nacional siempre se le ha identificado como una política priista, resistente a los muchos problemas internos que ha vivido el Revolucionario Institucional (PRI) para continuar con su militancia, pese a que ha sido maltratada en no pocos casos. El último de ellos fue en la búsqueda de la candidatura presidencial este mismo año, para encabezar la coalición Fuerza y Corazón Por México integrada por PRI, PAN y PRD.
Su dirigente partidista, Alejandro “Alito” Moreno, no le otorgó a Paredes Rangel su respaldo hasta las últimas consecuencias, la víspera de la realización de la elección interna, sino que se lo dio anticipadamente a Xóchitl Gálvez, respaldándola como candidata a la Presidencia de la República.
En el ámbito local, sin embargo, su imagen de fiel priista se encuentra bastante deteriorada. Y esa imagen de ninguna manera es gratuita.
Recordemos que en la postulación de candidaturas priistas para las diputaciones plurinominales, de cara a la jornada electoral del pasado 2 de junio, impuso como candidato número de la lista a quien ha sido siempre su fiel escudero, Enrique Padilla Sánchez. Este político local, que alguna vez fue dirigente nacional del Frente Juvenil Revolucionario con el apoyo de Beatriz Paredes, ha sido utilizado por ella misma como el Caballo de Troya en el tricolor.
Padilla Sánchez formó parte de gabinetes estatales con gobiernos opositores al PRI. Con Héctor Ortiz Ortiz ocupó una Subsecretaría de Educación y se convirtió en un operador político del entonces mandatario estatal que llegó con las siglas de Acción Nacional.
Más recientemente, en el actual gobierno lorenista, fue titular de la Universidad Politécnica de Tlaxcala, cuya cuenta pública correspondiente al ejercicio fiscal de 2022 reprobó por el presunto desvío de 18.7 millones de pesos. Y después de su paso por esa institución de educación superior, fue nombrado director general del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep).
En 2021, horas antes de la jornada electoral de la cual salió ungida gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros, Enrique Padilla Sánchez fue el ariete desde el cual muchos votos priistas se convirtieron al morenismo.
Con esos antecedentes de traición, bien conocidos dentro del priismo, Padilla Sánchez fue impuesto como candidato a diputado local encabezando la lista de representación proporcional, pero una determinación del Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE) le ubicó en la posición número dos, desde la cual ya se sentía próximo legislador. Pero la votación priista en los comicios de este año fue una bofetada para él y la propia Beatriz Paredes.
Enrique Padilla Sánchez, por supuesto, no es el único operador de la tizatleca, pero sí el consentido, el que ha disfrutado de las mieles del erario.
Atrás de los triunfos de Alfonso Sánchez Anaya, de Héctor Ortiz Ortiz y de Lorena Cuéllar Cisneros –todos ahora opositores al PRI- se encuentra la influencia de Beatriz Paredes, la ahora reconocida por un ayuntamiento moreno con la Presea Tlaxcala, cuyo presidente municipal busca los mayores respaldos posibles para alcanzar, primero, la candidatura del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y, después, el triunfo en las urnas.
Tal vez por eso a ella no le cae mal la frase que soltó durante el evento en que recibió el reconocimiento: “Hoy se escribe una nueva historia en Tlaxcala y qué bueno que así sea, porque la renovación siempre es saludable”.
