Santo Tomás nació en Londres en 1477 y mantuvo siempre una vida de fe. Se graduó en la Universidad de Oxford como abogado y su carrera exitosa lo llevó al parlamento. Con Jane Colt tuvo un hijo y tres hijas. Su esposa muere y contrae nupcias nuevamente con Alice Middleton.
Cuando el rey seguía con su intención de repudiar a su esposa para casarse con otra y se disponía a separarse de la Iglesia de Roma para formar la iglesia anglicana bajo su autoridad, Santo Tomás Moro renunció.
Más adelante se dedicó a escribir en defensa de la Iglesia y con su amigo, el Obispo San Juan Fisher, se rehusó a obedecer al rey como “cabeza” de la iglesia. Ambos, fieles a Cristo, fueron encarcelados. Meses después fue ejecutado San Juan Fisher y días posteriores Santo Tomás fue condenado como traidor.
Murió mártir al oponerse a la división interesada de Enrique VIII. En el andamio para ser ejecutado, el Santo les supo decir a la multitud que moría como «el buen servidor del rey, pero primero Dios» y, siendo decapitado, partió a la Casa del Padre el 6 de julio de 1535. La Fiesta de Santo Tomás Moro se celebra cada 22 de junio junto con San Juan Fisher.
“La historia de Santo Tomás Moro ilustra con claridad una verdad fundamental de la ética política. En efecto, la defensa de la libertad de la Iglesia frente a indebidas injerencias del Estado es, al mismo tiempo, defensa, en nombre de la primacía de la conciencia, de la libertad de la persona frente al poder político. En esto reside el principio fundamental de todo orden civil de acuerdo con la naturaleza del hombre”, añadió”, dijo San Juan Pablo II en el año 2000.
Durante sus quince meses de prisión fue sometido a diversas formas de presión psicológica, pero no se dejó vencer y rechazó prestar el juramento que se le pedía, porque ello hubiera supuesto la aceptación de una situación política y eclesiástica que preparaba el terreno al despotismo. Durante su prisión escribió su libro, inconcluso, sobre la pasión de Cristo. Al final del proceso, cuando ya estaba dictada la sentencia, pronunció una célebre apología de las propias convicciones sobre la indisolubilidad del matrimonio, el respeto del patrimonio jurídico inspirado en los valores cristianos y la libertad de la Iglesia ante el Estado.
Él vivió su intensa vida pública con sencilla humildad, caracterizada por el célebre ‘buen humor’, incluso ante la muerte”. Llegando al patíbulo dijo al verdugo: “Ayúdame a subir las escaleras, que de bajar ya me encargo yo”. También lo admiran los anglicanos. La figura de Moro no representa en la actualidad un punto de conflicto con la Iglesia anglicana, una Iglesia nacional que tiene su origen precisamente en el desgarrón provocado por Enrique VIII y que costó la vida al santo. En 1980, la Iglesia anglicana introdujo a Moro en su calendario litúrgico con el título de “mártir”: lo que los anglicanos contemplan es el martirio de Moro en defensa de la libertad religiosa.
En 1850 fue restablecida la jerarquía católica en Inglaterra, y fue posible iniciar las causas de canonización de numerosos mártires. Sir Tomás Moro, junto con otros 53 mártires, entre ellos el obispo Juan Fischer, fue beatificado por el Papa León XIII en 1886. Junto con el mismo obispo, fue canonizado por Pío XI en 1935, con ocasión del cuarto centenario de su martirio. El 31 de octubre de 2000, el Papa Juan Pablo II lo proclama Patrono de los Gobernantes y de los Políticos.