Sin un cargo de elección popular como los ha tenido en los últimos 15 años en el ámbito federal, todo parece indicar que Adriana Dávila Fernández enfrenta el declive de su carrera política. La derrota sufrida el domingo ante Jorge Romero Herrera para encabezar el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional (PAN), es el ejemplo de ello.

Dávila Fernández no ganó ni su propio estado, lo cual es indicativo de la repulsa que le tiene el grupo político que hoy comanda al PAN en Tlaxcala. La apizaquence fue arrollada en una proporción de tres a uno.

Al cierre de los 29 centros de votación, a los que acudió a votar casi el 60 por ciento de los 3 mil 665 militantes del albiazul que cumplieron con los requisitos de la convocatoria, el ex coordinador de los diputados en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión obtuvo mil 672 sufragios, mientras que la tlaxcalteca solo alcanzó 488 votos.

Adriana Dávila Fernández ha demostrado, con este resultado, que no es profeta en su tierra y que sus mejores tiempos se han ido. Lejos está la influencia política de la que gozaba cuando su mentor, el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, le dio todo el poder para colocar funcionarios federales en Tlaxcala, incluidos muchos que ahora mismo son sus enemigos políticos, como el propio dirigente estatal electo, Ángelo Gutiérrez Hernández.

Las mejores relaciones políticas de Adriana Dávila las tiene en la Ciudad de México, donde se ha sabido mover con astucia, al grado de colocarse como candidata a la dirigencia del PAN. Sin embargo, tal vez eso no le alcance para más, a excepción de que haya un acto de generosidad por parte de la nueva presidencia panista.

La todavía lideresa estatal del PAN, Miriam Martínez Sánchez, confió en que su partido saldrá fortalecido y en unidad tras la jornada electiva del domingo, sin embargo, es muy probable que eso no suceda.

Ella no entrega buenas cuentas con el desastroso resultado de las elecciones locales del pasado 2 de junio. Y la “fiesta democrática” que ella dice vivió el blanquiazul en todo el país, al tener toda la militancia la oportunidad de sufragar por su nueva dirigencia, no la demostró en la elección de su esposo, el ex alcalde de Apetatitlán, Ángelo Gutiérrez Hernández. Es decir, faro de la calle y oscuridad de la casa.

El PAN, con la elección de Jorge Romero Herrera, pierde una oportunidad de oro para convertirse en una oposición genuina, en una verdadera alternativa de gobierno, pues forma parte de la misma camarilla de Marko Cortés Mendoza, también con un paso desastroso en la dirigencia nacional panista.

Acción Nacional atraviesa una crisis severa y no se ve que saldrá pronto de ella por lo que se ve de los resultados internos, tanto en Tlaxcala como en el ámbito nacional. Lo que se avecina es, ni dudarlo, el beneficio del grupo político del poder, y eso se verá, seguramente, dentro de tres años.

¿O a caso alguien duda que Gutiérrez Hernández no buscará en 2027 encabezar la lista de candidaturas plurinominales a una diputación local?

El PAN no se abre a la ciudadanía, se cierra en sus entrañas para beneficiar a quienes apoyaron a las nuevas dirigencias. Esa es la tragedia que hoy enfrenta el PAN.