El escenario político en Tlaxcala se asemeja a un juego de ajedrez donde las piezas se mueven con cautela, pero con la mirada fija en el tablero. La renovación de la dirigencia estatal de Morena se presenta como una batalla entre dos bandos: el grupo de la gobernadora Lorena Cuéllar y el grupo de los senadores. Ambos buscan el control del partido, pero la realidad es que las decisiones importantes para 2027 vendrán directamente desde la Presidencia de la República.

La pregunta que surge es: ¿qué pasará con Morena en Tlaxcala? ¿Se convertirá en un partido controlado por el grupo de la gobernadora, o los senadores lograrán imponer su agenda? La respuesta aún es incierta.

En este juego de poder, los números serán la clave, pero la sombra del pasado se proyecta sobre el presente. La renovación del PRI, que se avecina con la probable elección de Enrique Padilla como líder estatal, nos recuerda los años dorados del partido tricolor, donde la cúpula nacional dictaba las reglas del juego. Padilla, con sus 30 años de experiencia en la política, es un maestro del ajedrez político, capaz de tejer alianzas y mover piezas con precisión.

Este escenario nos recuerda que la democracia, en ocasiones, se ve eclipsada por el poder. La renovación de las dirigencias estatales, tanto en Morena como en el PRI, no es más que un ritual que busca legitimar el poder de las élites.

La lucha por el control de Morena en Tlaxcala es un reflejo de la fragmentación del partido a nivel nacional. La falta de unidad y la lucha interna por el poder debilitan al partido y lo alejan de la ciudadanía. La esperanza radica en que los actores políticos se pongan de acuerdo, prioricen el bien común y trabajen por el desarrollo del estado. Solo así se podrá construir un futuro próspero para Tlaxcala, libre de la sombra del poder y la manipulación.

Hoy escribe Jeserh MEJIA.