En política, los silencios dicen mucho, pero los dardos públicos dicen todavía más. En Tlaxcala, el fuego amigo o ¿enemigo? dentro de Morena comienza a dejar de ser un susurro para convertirse en una tormenta anunciada.
La senadora Ana Lilia Rivera, uno de los personajes del morenismo tlaxcalteca, ha lanzado una crítica directa y nada disimulada contra su propio partido al denunciar el uso de “dádivas” con fines electorales.
Pero…¿Quién reparte esas dádivas? Bueno, en un estado gobernado por Morena, con estructuras controladas por Morena, y con un proyecto de sucesión encabezado —sin mucha sutileza— por Alfonso Sánchez García Jr., es fácil adivinar hacia dónde va la pedrada de la senadora.
En el juego de las lealtades, la suya parece confirmare no estar con la mandataria Lorena Cuéllar ni con la dirigencia estatal de Morena, sino en una trinchera alterna desde la cual comienza a cavarse una fractura en el partido que presume unidad desde Palacio Nacional.
El su mensaje de la Senadora Rivera no es ingenuo ni accidental. Al señalar que “las dádivas son entregadas para pedir participación ciudadana en tiempos coyunturales”, pone el dedo en la llaga de una práctica que, aunque generalizada, incomoda cuando viene desde tu propia casa “morena”.
No es que la senadora haya descubierto el hilo negro de la política clientelar, sino que ha decidido usarlo como látigo contra sus propios correligionarios.
Y aunque en su comunicado se apresura a aclarar que no maneja obra pública —como si eso la mantuviera en una torre de pureza—, omite explicar qué reformas ha impulsado para que los tlaxcaltecas vivan mejor. Eso sí, aprovecha para recordar que ha votado “una veintena” de reformas, como quien lleva la lista del súper.
El contexto no es menor: Morena empieza a mover sus fichas para 2027, y en Tlaxcala la batalla interna ya ha comenzado. De un lado, Lorena Cuéllar y su delfín político Alfonso Jr., cuya aspiración no solo es conocida, sino promovida con entusiasmo desde el aparato gubernamental. Del otro, Ana Lilia Rivera, quien intenta colocarse como una figura crítica pero lo que nunca se había visto es que la crítica va hacia las malas e inmorales prácticas de su movimiento “como la misma 4T las ha calificado desde hace varios años con su ex líder Andrés Manuel López Obrador”… y parece ser que eso Rivera lo dejará de lado, pues en su comunicado hace trizas la retórica de unidad y moralidad que tanto repitió el ex presidente.
La pregunta obligada es: ¿será esta la primera señal de un rompimiento profundo en Morena Tlaxcala? ¿O solo una jugada estratégica para presionar, negociar o reposicionarse dentro del tablero? Lo que es claro es que la lucha interna crece.
Porque cuando una senadora lanza ataques tan calculados contra un sistema que ella misma ayudó a construir, el mensaje no es de autocrítica: es de guerra. Una guerra interna, de esas que no se anuncian con fanfarrias pero que terminan decidiendo candidaturas… y destinos.
En Tlaxcala, las dádivas ya no solo compran votos; ahora también desatan tempestades dentro del propio partido que las reparte. Y mientras tanto, la gente —esa que recibe el costal de cemento, la despensa o el tinaco con logo— sigue esperando algo más que discursos, dardos y desplantes.