En la política, como en las carreras, a veces el favorito no siempre gana. De pronto, desde el fondo de la pista, emerge el caballo negro, aquel que pocos apostaban, pero que ha sabido resistir, medir los tiempos, y galopar con paciencia hasta colocarse en la recta final con fuerza inesperada. Ese podría ser el caso de Carlos Augusto Pérez Hernández, un político que no nació entre sabanas de seda, pero que lleva años construyendo silenciosamente su lugar en la política tlaxcalteca.

Mientras otros se desgastan en reflectores y grilla de pasillo, Pérez Hernández ha preferido el trabajo institucional, el de tierra, el que no siempre sale en la foto, pero sí en los resultados. Su reciente nombramiento como director del FOMTLAX no es menor. Es un espacio clave para el desarrollo económico del estado, pero también un trampolín político con proyección y estructura. Es, digámoslo claro, una jugada quirúrgica rumbo al 2027.

No es casualidad. No hay movimientos inocentes en un tablero donde la sucesión se cocina a fuego lento, pero ya huele en todos los pasillos del poder. La confianza que le ha depositado la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros es un mensaje político para quienes saben leer entre líneas. Un gesto que lo coloca entre los perfiles que podrían disputar la candidatura de Morena con posibilidades reales.

Pero Carlos Augusto no es un improvisado ni un advenedizo. Tiene trayectoria en la administración pública, experiencia en la operación política y, sobre todo, una cercanía con sectores sociales y económicos que otros aspirantes aún no han logrado cultivar. A diferencia de quienes llegan desde las élites partidistas o los círculos de influencia nacional, él camina con pies en la tierra y oído en la calle.

Claro, no todo es mérito ni romanticismo. También hay cálculo, estrategia, alianzas. El sistema no perdona la ingenuidad. Pérez Hernández ha sabido mantenerse dentro del movimiento obradorista sin ser ruido ni obstáculo, navegando con discreción pero firmeza. En Morena, eso es un capital valioso.

Los próximos meses serán clave. El FOMTLAX será su vitrina, su campo de pruebas, su plataforma. Si logra convertir esa estructura en resultados palpables para la gente —más crédito productivo, más inversión local, más impulso económico para los que nunca han tenido acceso a los grandes recursos— entonces no sólo será un aspirante más: será una carta seria, y quizá la más sensata, para encabezar la continuidad del proyecto en Tlaxcala.

Porque no todo se resuelve con encuestas de popularidad o padrinazgos nacionales. A veces, los votos se construyen con café en las comunidades, con programas que sí bajan, con presencia real en los pueblos que otros solo conocen en época electoral.

Carlos Augusto Pérez Hernández aún no tiene la candidatura, ni la tiene asegurada. Pero sí tiene algo que otros no: un camino recorrido sin escándalos, una carrera sin sobresaltos, y una narrativa que podría conectar con el pueblo tlaxcalteca que ya no quiere promesas, sino certezas.

Y en esta carrera que apenas arranca, no hay que perder de vista al caballo negro. Porque a veces, quien no nació en cuna de oro es quien mejor entiende lo que cuesta levantar un estado con justicia.