En teoría, cada voto cuenta. En la práctica… depende de a quién se le pregunte.
En Tlaxcala, mientras nos venden discursos sobre democracia, imparcialidad y legalidad, los hechos pintan otro escenario. En este proceso para elegir a integrantes del Poder Judicial, hay más niebla que certeza. Y no, no es un error de logística: es un problema estructural de transparencia —o más bien, de su ausencia.
Desde antes de que cierren las casillas, la desconfianza ya ganó la elección. Nadie —ni candidatas, ni candidatos, ni ciudadanía— tiene claro qué pasará con los paquetes electorales, con las boletas no utilizadas o con los votos emitidos. ¿La razón? No existe un protocolo visible y confiable de custodia. Y eso, en pleno 2025, es francamente imperdonable.

Pero sigamos sumando. Las juntas distritales y los consejos locales no tendrán representación de las y los candidatos durante el conteo. ¿Inconveniente? Sin duda. ¿Preocupante? Bastante. ¿Evitable? Totalmente. Porque, aunque “logísticamente comprensible”, este vacío mina desde el origen cualquier legitimidad que pudiera tener el resultado.

Y mientras tanto, el ITE y el INE nos piden confianza. Confianza a ciegas. Como si no fuera su responsabilidad dar certezas. Como si bastara con repetir los principios constitucionales de memoria: legalidad, imparcialidad, objetividad, máxima publicidad…

La gente ya lo dice sin pena: “el resultado está cantado”. No es un meme, es un síntoma. Y uno grave. Porque cuando la ciudadanía asume que todo está decidido antes de votar, ya no estamos hablando de democracia: estamos hablando de teatro.

¿Hay soluciones? Sí. Por ejemplo, transmitir en vivo el conteo de votos por redes sociales institucionales. Fácil, económico y urgente. Porque no se trata solo de contar votos, sino de que cada persona sepa que su voluntad no será manipulada, desaparecida o ignorada.

No se cuestiona la labor de quienes estarán en las casillas —gente de a pie, ciudadanos honestos—. Se cuestiona el diseño institucional que los deja solos, sin garantías ni acompañamiento, en medio de una elección donde la confianza es una moneda escasa.

Así que la pregunta es para quienes hoy están al frente del proceso:
¿Qué están dispuestos a hacer —ahora mismo— para demostrar que esta elección no será solo un trámite, sino un verdadero ejercicio democrático?