Tlaxcala: Señales de una fractura silenciosa.
Por momentos, Tlaxcala parece suspendida en una contradicción permanente. Por un lado, el discurso oficial insiste en que “todo va bien”, que la seguridad está garantizada, que los servicios de salud se fortalecen y que el orden político se mantiene estable. Pero debajo de esa superficie tersa, las grietas son cada vez más visibles, más profundas, más urgentes.
⚖️ Seguridad: cuando las cifras no alcanzan.
Decir que Tlaxcala es “el estado más seguro del país” suena reconfortante. Pero la afirmación se vuelve incómoda cuando los hechos la desmienten. Entre enero y junio de 2024, los feminicidios se duplicaron y los secuestros regresaron a las estadísticas después de haber desaparecido por un tiempo. El dato más alarmante, sin embargo, no viene de un gráfico: más del 56 % de la población tlaxcalteca declara sentirse insegura, una cifra que revela que el miedo ha dejado de ser una excepción.
En este contexto, las compras de videovigilancia y tanquetas no han logrado su cometido: no han disuadido el crimen ni restituido la confianza. Hay robos a plena luz del día, asaltos cerca del Palacio de Gobierno y violencia silenciosa que no llega a las portadas. Aun así, el discurso oficial sigue apostando por la narrativa del “control”. Pero, ¿control de qué?
🏥 Salud: la promesa que se aplaza.
El acceso a la salud en Tlaxcala también enfrenta obstáculos persistentes. Desde hace tiempo, usuarios del sistema público —especialmente jubilados y derechohabientes— han denunciado desabasto de medicamentos esenciales. Las farmacias privadas contratadas por el gobierno no han sido suficientes para resolver el problema de fondo.
La promesa de entregar cinco millones de piezas médicas para marzo de 2025, aunque ambiciosa, sigue flotando en el aire. Mientras tanto, la espera de quienes necesitan tratamiento se traduce en angustia, improvisación y desgaste. El problema no es solo de insumos, sino de credibilidad.
🧩 Política: fracturas internas y legado en disputa.
En el terreno político, Morena vive un momento complejo. El ascenso de la familia a posiciones de poder ha generado tensiones dentro del partido. En las elecciones locales recientes, la participación ciudadana fue baja y el número de votos anulados fue preocupante.
Lejos de un movimiento cohesionado, lo que se percibe es una lucha interna por el futuro. Algunos piensan en 2027 como si fuera el único objetivo, mientras los problemas cotidianos —como la violencia o el acceso a servicios— siguen acumulándose sin respuestas claras. El riesgo no es solo electoral, sino estructural: que Morena pierda el vínculo con la ciudadanía que le dio origen.
¿Cuál será el costo político para Morena la rebeldía de la gobernadora por empecinarse en quedarse con las diez camionetas blindadas, las cuales son usadas por su esposo, hijas, mientras el gabinete de seguridad anda sin protección.
🗳️ Ciudadanía: entre el hartazgo y la búsqueda
En medio de este panorama, emerge una fuerza silenciosa pero potente: el desencanto social. Se expresa en redes, en calles, en las urnas vacías. No es un rechazo ciego, sino una advertencia. Muchos buscan alternativas que escapen de los moldes partidistas tradicionales. La abstención, los votos nulos, los perfiles ciudadanos que comienzan a organizarse… todo habla de una sociedad que quiere decidir distinto.
Tlaxcala no está al borde del colapso institucional. Pero sí enfrenta una crisis de legitimidad que no puede ser ignorada. Si la política no logra reconectar con la realidad y la ciudadanía, vendrá una factura inevitable.
Todos a bordo…Una reflexión final.
Hay una frase que retumba con más fuerza en contextos como este. Es de Anthony Hopkins, y dice:
“El poder no cambia a las personas, solo les quita la necesidad de fingir.”
Quizá en Tlaxcala, el momento actual no sea de ruptura estridente, sino de revelación. El verdadero rostro del poder está emergiendo. Y lo que vemos no siempre coincide con lo que se promete.