En medio de los grandes temas que copan la agenda pública —inseguridad,
economía, política—, a veces se nos escapan esas pequeñas cosas que mejoran
la vida cotidiana. La apertura de la Clínica de Bienestar Animal en Tlaxcala es una
de ellas y merece reconocimiento, pero también reflexión.
En México, casi el 70 % de los hogares tiene mascota: hablamos de unos 80
millones entre perros, gatos, aves y peces. Y sin embargo, hay más de 27 millones
de perros y gatos en situación de calle– un México paralelo viviendo en silencio.
Muchos terminan ahí por falta de recursos, por desconocimiento de su cuidado, por
falta de tiempo, o bien no encontraban espacio.
Ante esto, una clínica pública que ofrece consulta, vacunas, limpieza y esterilización
no es un lujo: es una herramienta esencial para romper el ciclo del abandono. Cada
animal atendido es una familia que sigue intacta. Cada esterilización evita camadas
que terminarán en la calle y, con ello, enfermedades, inseguridad, sufrimiento y
costos que pagamos todos.
Pero más allá de lo práctico, hay un mensaje cultural. No basta con querer a un
perrito o un gatito en Instagram si no podemos atenderlo también en la vida real. La
clínica impulsa una tenencia responsable, donde poseer una mascota va de la mano
de compromiso, salud y dignidad.
Esto, además, fluye hacia la salud pública. Menos animales en la calle equivale a
menos enfermedades y a un entorno limpio y seguro para todos. No es sólo una
cuestión de amor por los peludos, es una inversión comunitaria en prevención y
bienestar.
Claro, faltan más clínicas, más campañas educativas, más rescates. Pero es el tipo
de gesto que marca el camino: de la buena intención a la política pública. Aquí, el
gobierno de Tlaxcala dio un paso. Uno que vale más si la ciudadanía hace su parte
y asume el resto de la ruta.
La clínica no resolverá por sí sola todos los males. Pero es un paso firme hacia una
cultura de la tenencia responsable, hacia una convivencia más ética con quienes
no pueden hablar, pero sí sienten. Es también un guiño a quienes, desde el
activismo silencioso, rescatan, curan, alimentan, dan hogar donde el Estado no
siempre alcanza.
Porque, al final, de nada sirve una clínica si quienes tenemos mascotas no
vacunamos, esterilizamos, recogemos sus desechos, les damos tiempo, espacio y
cariño.
Es fácil descalificar, decir que hay asuntos más importantes. Y sí, los hay. Pero
también es cierto que un gobierno también se mide, en cómo trata a los más
vulnerables. Y entre ellos, también están los animales.
En tiempos donde parece que todo se descompone, debemos celebrar lo que se
construye. Porque lo que es bueno para la gente, y también para sus compañeros
peludos, es bueno para todos
