La gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros hizo oficial este viernes la llegada de su cuarto vocero: Antonio Martínez Velázquez. Con ello, no solo arranca otra etapa en la oficina de comunicación de la administración de la 4T,  también inicia la cuenta regresiva sobre cómo quiere cerrar su administración: como un lastre para quien aspire a sucederla… o como una marca que aún pueda ayudar.

Por más discursos y buenas intenciones que repita, Cuéllar Cisneros ha fracasado rotundamente en materia de comunicación. Está por cumplir cuatro años en el poder, y su gobierno no ha logrado construir una narrativa sólida, coherente ni creíble. La famosa “nueva historia” quedó en slogan de campaña. ¿Una nueva historia en camionetas blindadas?, ¿en inseguridad creciente?, ¿en gabinetes foráneos que no dan resultados?, ¿En qué es la nueva historia?, para algunos es la triste historia.

Todo apunta a que el problema no son los voceros. Es ella.

Su necesidad de control ha ahogado cualquier posibilidad de estrategia moderna o funcional. Quiere decidir todo: el guion, la foto, el titular. Y no importa quién llegue a la oficina de comunicación: todos terminan quemados, desmoralizados o reciclados en alguna dirección secundaria. Ninguno ha logrado, ni podrá, construir lo que la propia mandataria no permite: una comunicación  abierta.

Lo que simula cordialidad es, en realidad, autoritarismo maquillado. Comunicado sí, pero solo si conviene. Rueda de prensa, pero sin preguntas incómodas.  Y ahora, hasta regaños en público a quien se atreva a hacerle una pregunta que incomode.

¿De verdad no se da cuenta de que los reporteros que cubren su fuente siempre están tensos? Nunca saben si la mandataria va a hablar, a responder o a levantarse sin decir una palabra. No hay reglas, no hay protocolos, no hay respeto al trabajo periodístico.

Y aunque mantiene trato cordial con algunos medios, eso no implica libertad de prensa. Su gobierno ha intentado silenciar líneas editoriales, y castigar con bloqueos quienes publican críticas o permiten voces incómodas. «La jefa está enojada porque le diste foro a fulano o zutano», advertían desde la oficina de comunicación.

Hasta para eso han sido torpes.

El manejo de crisis ha sido desastroso. Desde la omisión frente a protestas feministas hasta el silencio tras la muerte de una normalista, pasando por la intervención de funcionarios en campañas electorales, la constante ha sido la misma: esconder la cabeza. La información se conoce por filtraciones, no por canales oficiales. Eso ya lo dice todo.

Y cuando se celebra el Día del Periodista, no se permite la voz a los periodistas. Solo habla ella y su vocero. ¿Libertad de expresión? Solo la suya.

Hoy, la política de comunicación de Lorena Cuéllar es una política del miedo y del silencio. No hay transparencia. No hay diálogo. No hay humildad.

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LA CAMINERA…El reto…Lo que ocurre en Tlaxcala no es menor: se está perdiendo la oportunidad de consolidar una relación madura entre prensa y gobierno. Se optó por la simulación, el control de daños, los filtros verticales. El resultado: desconfianza, distanciamiento y tensiones que hacen imposible comunicar logros, corregir errores o construir narrativa.

Hoy, las redes sociales explotan cuando la gobernadora comparte un material, o llora cuando entrega ayudas funcionales.

¿Por qué no le creen a sus palabras? Esa es la gran duda. ¿Qué se dejó de hacer con los otros tres portavoces.

La comunicación institucional no puede funcionar bajo la lógica del culto al ego. No se trata de aplaudir, sino de informar. No se trata de controlar, sino de generar confianza.

La gobernadora parece no entender que su gabinete puede hacer una buena obra pública, o resolver problemas concretos, pero si no se comunica con claridad, todo se diluye en el vacío.

Antonio Martínez Velázquez llega a petición expresa de Cuéllar, y eso ya le da un margen de operación.

Tendrá que hacer ajustes en el equipo de comunicación. Sin duda.

Tendrá que componer relaciones con medios de comunicación, a fuerza.

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AHORA SI, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS…🎙️ Palabras que no comunican…Es digno de análisis las palabras del nuevo vocero y la gober….Lorena Cuéllar promete “comunicar con cercanía”, y Antonio Martínez dice que hará la “vida pública más pública”. Pero ni una palabra sobre por qué cambian de vocero por cuarta vez, ni una autocrítica al fracaso evidente en la estrategia de comunicación.

Hablan de claridad y certidumbre, cuando lo que sobra es opacidad y simulación. Más que compromisos, sus palabras son slogans vacíos. Y mientras no escuchen, ningún mensaje será suficiente. El beneficio de la duda está presente, y que las sonrisas duren hasta el final del sexenio.