El péndulo se mueve

Oct 29, 2025

El péndulo de la historia vuelve a moverse, y esta vez lo hace hacia la derecha. No es un rumor de café ni una ola pasajera: es una tendencia visible que cruza fronteras, ideologías y continentes. En Japón, Argentina, Bolivia, Italia, Alemania y hasta en los rincones más inesperados de América Latina, la derecha —en sus distintas mutaciones: liberal, nacionalista, religiosa o simplemente enfadada— está recuperando terreno. Y no porque haya encontrado nuevas ideas, sino porque la izquierda perdió el encanto de las suyas.

Lo curioso es que este retorno conservador no llega con uniformes ni discursos marciales, sino con votos. Es el voto del desencantado, del que creyó en la promesa progresista de igualdad y justicia, y acabó atrapado en la inflación, la inseguridad o la burocracia. Es el voto del ciudadano cansado de que la corrección política le diga qué pensar, cómo hablar o de qué reírse. Y es, sobre todo, el voto de una sociedad global que parece pedir menos utopías y más orden.

El ejemplo más mediático lo ha dado Japón, donde Sanae Takaichi se convirtió en la primera mujer en llegar a la jefatura de gobierno con un programa de derecha dura. En un país donde la igualdad de género sigue siendo una asignatura pendiente, la paradoja es deliciosa: una mujer rompe el techo de cristal… para reforzarlo. Nacionalismo, defensa militar, familia tradicional y visitas a santuarios polémicos: la Thatcher nipona llegó para recordarle al mundo que el feminismo no siempre lleva pañuelo morado.

En América Latina, el giro también se siente. En Argentina, Javier Milei consolidó su poder con una victoria legislativa que le permite empujar su agenda libertaria: menos Estado, más mercado. En Bolivia, después de dos décadas de hegemonía izquierdista, un centroderechista llegó a la presidencia prometiendo reconciliación y estabilidad. El mapa político del sur se está reconfigurando, y lo que antes era “el giro rosa” se ha desteñido hasta volverse, poco a poco, azul.

Europa, mientras tanto, lleva la delantera. Lo que antes se consideraba tabú, hoy se disfraza de sentido común: defender la soberanía, proteger las fronteras, rescatar la familia. No suena mal, hasta que uno recuerda cuántas veces ese discurso ha servido para justificar lo injustificable.

Pero quizá lo más inquietante no sea el avance de la derecha, sino la crisis de sentido de la izquierda. Y cuando el progresismo olvida a la clase media trabajadora —la que paga impuestos y teme al desempleo—, alguien más la seduce. Y ese alguien, en este ciclo histórico, se llama derecha.

En México, los ecos de esta marea son inevitables. El Partido Acción Nacional intenta reinventarse. La oposición busca identidad mientras el gobierno en turno juega a ser juez y parte del espectro político. Pero, más allá de los nombres, el debate de fondo sigue siendo el mismo: ¿queremos gobiernos que prometen salvarnos del mercado, o mercados que prometen salvarnos del gobierno?

La realidad es que el péndulo no se detiene. Los pueblos cambian de signo político con la misma facilidad con la que cambian de serie en Netflix. Y cada extremo llega convencido de que esta vez sí será distinto. Pero la historia, que tiene mejor memoria que los votantes, suele reírse al final. La derecha regresa envuelta en la bandera del orden, prometiendo estabilidad. Luego se le olvida que el orden sin justicia no dura. La izquierda vuelve después, prometiendo justicia, y termina olvidando que sin orden nada funciona. Así, entre giros y regresos, seguimos bailando al compás del mismo reloj.

Tal vez el verdadero debate no esté en si la derecha o la izquierda resurgen, sino en si nosotros, los ciudadanos, aprendemos algo entre cada oscilación. Porque mientras ellos se turnan el poder, la desigualdad, la desinformación y el desencanto siguen sin moverse. La derecha se levanta, la izquierda se lamenta, y el centro —ese lugar donde habita el sentido común— parece cada vez más despoblado.

Al final, el péndulo no miente: el mundo gira, sí, pero no necesariamente avanza.