Ni siquiera fueron capaces de explicar a dónde se iría. Medios de comunicación manejaron que era Amaxax, luego Yauhquemehcan. Finalmente una respuesta salomónica: Va a estar en los dos municipios.
La gobernadora Lorena Cuéllar quiso mover la Feria de Tlaxcala y terminó moviendo la confianza de quienes gobierna. La idea, en su envoltura más amable, parece sensata: modernizar el recinto ferial, salir del cascarón obsoleto y dar paso a una Ciudad de la Cultura y el Entretenimiento. Pero el anuncio arribó como llegan las ocurrencias en la política local: sin estudio, sin plano, sin brújula, y con más entusiasmo que sustancia.
La noticia se soltó en la mañanera «chiquita» del lorenismo, ese espacio donde la improvisación se disfraza de estrategia. La Feria se muda en 2026 a un terreno entre Amaxac y Yauhquemehcan, y con ello se desató una tormenta de preguntas que el gobierno no supo o no quiso responder.
¿Dónde está el diagnóstico público que justifique la decisión?, ¿Se consultó a quienes hacen la feria desde abajo: artesanos, comerciantes, transportistas, promotores culturales, vecinos?, ¿Existe un estudio serio de movilidad que contemple aforos, rutas nocturnas, accesos seguros?.
El secretario de Infraestructura salió a escena a tratar de explicar el cambio, que generó más dudas que certezas, sin pensar que cambiar la sede de una feria estatal no es mover sillas, sino es reordenar un ecosistema de identidad, economía popular y turismo de los tlaxcaltecas.
La reacción ciudadana fue tan clara como diversa. Desde quienes cuestionan la distancia y el costo adicional, hasta quienes ven en la mudanza una pérdida simbólica: “Si no es en la capital, ¿sigue siendo Feria de Tlaxcala?”, “Caminar desde artesanías al recinto era parte del ritual”, “Primero calles, seguridad, hospitales, medicamentos”, ante un estado con ciudades destrozadas que arma festivales de los 500 años y tiene abandonado a sus ciudadanos.
Sí, hubo voces a favor: desahogo vial, posibilidad de un recinto más ordenado, fin de los abusos en estacionamientos. Pero la balanza pública se inclinó en contra por una razón simple: no hubo narrativa convincente.
Una mudanza de esa escala exige liderazgo comunicacional de la mandataria, con planos en mano, beneficios medibles, compromisos concretos y un contrato social con quienes sostienen la feria como son los comerciantes, artesanos, artistas, ganaderos, hoteleros, restauranteros, policías, paramédicos, choferes., etcétera, etcétera.
En vez de eso, se activó el viejo reflejo burocrático: “Primero anuncio, luego compongo”. Resultado: la conversación se la tragó el rumor. ¿Privatización del recinto? ¿Nuevo negocio? ¿Castigo político? El gobierno perdió el balón en la primera entrada y feo.
Una feria tradicional como la de Tlaxcala, con su arraigo, su ritual popular y su vocación de encuentro, merecía una estrategia real. No un anuncio al vapor, no una mudanza sin mapa. Un recinto ferial que alberga esa tradición no se improvisa: se diseña con visión, se consulta al pueblo sabio y se comunica con inteligencia.
Ahora, solo resta conocer el estudio de movilidad completo, el modelo financiero con costos, proveedores, licitaciones, mantenimiento y operación, el plan de mitigación económica para expositores, el calendario de obra y un mecanismo de consulta vinculante.
Mientras eso no ocurra, lo que se mudará no será la feria… se mudará la confianza, esa que Lorena Cuéllar ha ido perdiendo todos los días en ese slogan. «Una Nueva Historia», que no convence.
Hoy, la tunda fue gratis en redes. Mañana puede ser en las urnas. Al tiempo.
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LA CAMINERA...Vaya funcionario. El titular del COBAT, José Alonso Trujillo Domínguez, dice que no puede evitar que llueva, que granice… ni que ocurran agresiones dentro de sus planteles. Con esa ligereza se lavó las manos tras el grave caso en el plantel 10 de Apizaco, donde una estudiante atacó a su exnovio.
En lugar de asumir responsabilidades, el político poblano se convirtió en defensor de oficio de la exdirectora Oralia López Hernández, a quien trató casi de heroína, pese a que hay una investigación penal por tentativa de homicidio. Testigos acusan que la exdirectora impidió el acceso a la policía, entorpeció la atención de la ambulancia y según alumnos en transmisiones en vivoo, ordenó limpiar la escena.
Que se corra a la agresora no basta. Expulsar a la alumna es una reacción necesaria, pero insuficiente si no se investigan a fondo las omisiones, los posibles encubrimientos y las fallas en el control institucional. La Fiscalía investiga; la comunidad exige algo más que comunicados: exige responsabilidades claras, protocolos efectivos y seguimiento real, no discursos de mártir ni excusas meteorológicas.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS... “Las blindadas que no se olvidan”…El estreno de Norberto Sánchez Briones al frente de la oficina denominada “Transparencia para el Pueblo de Tlaxcala en los Diálogos Circulares” dejó más dudas que certezas. Cuestionado en lo que era una pregunta lógica por la reserva de cinco años impuesta al contrato de las diez camionetas blindadas del Bienestar Familiar hasta el 2030, el funcionario eludió fijar postura. En lugar de una respuesta jurídica sólida, recurrió a una justificación que terminó por exhibir el verdadero propósito del gobierno: mantener la información en la oscuridad. ¿Cómo cuestionará a quien le dio el hueso?.
Tampoco el secretario de Finanzas salió mejor librado. Ante la misma pregunta, prefirió el silencio selectivo y la amnesia institucional. «No tengo el dato en la memoriam, pasó hace un año», fue la respuesta a este medio.
En Tlaxcala, la transparencia parece ser un concepto decorativo cuando se trata de los vehículos blindados y que siguen recordando que el poder público se protege mejor que el pueblo al que dice servir.
No les haría mal a los funcionarios que lleva el vocero un curso de media trainning para que sepan que contestar ante los medios, o no decir tonterias ante preguntas complicadas.