Leticia Valera González
En nuestro país la desaparición y el homicidio de mujeres se ha vuelto un asunto cotidiano, lamentablemente a diario recibimos información, e incluso compartimos en nuestras redes sociales, los formatos oficiales de múltiples Alertas Amber emitidas por los organismos procuradores de justicia.
En los últimos días se hizo viral el caso de Debanhi Escobar, una chica regiomontana que desapareció la noche del 8 de abril en Nuevo León y, que después de dos semanas, su cuerpo fue encontrado en el interior de la cisterna de un motel, determinándose la contusión profunda de cráneo como causa de su muerte.
Por supuesto que hay múltiples interrogantes respecto al caso, tales como ¿Porqué estando tan cerca del lugar en el que fue vista por última vez, y a pesar de las diversas inspecciones realizadas por las autoridades competentes el cuerpo tardó tanto en ser localizado?, enfatizando además de que fue por el reporte del personal del propio motel que detectó un olor fétido, que se pudo realizar el hallazgo.
Existen versiones extraoficiales en el sentido de presuponer que Debanhi pudo haber saltado la barda del motel y caído en la cisterna, versión que desde mi punto de vista resulta ilógica toda vez que la barda tiene una altura de cuatro metros, lo que refuerza la postura de su padre, en el sentido de que pudo haber sido asesinada y posteriormente colocado el cadáver en la cisterna.
Más allá de las especulaciones que se formulan al respecto, las autoridades seguramente tendrán diferentes líneas de investigación que deberán agotar de manera exhaustiva a fin de que se esclarezca el caso, sin embargo, este acontecimiento, como todos aquellos de mujeres desaparecidas y asesinadas, hacen visible el grado de descomposición social que, desgraciadamente deriva en la pérdida de la vida de muchas mujeres.
Es importante destacar que las instituciones del estado tienen a su disposición herramientas tecnológicas que les permitirán conocer el momento preciso en que la víctima perdió la vida; si existen datos equiparables en razón de género que permitan encuadrarlo en el tipo penal de feminicidio, si fuera el caso; sí como el trayecto de la víctima hasta el momento de su muerte, por lo que esperamos que pronto se pueda encontrar al responsable y que se haga justicia.
Quiero retomar una particularidad de este asunto, de acuerdo con la información que ha circulado en redes sociales y medios de comunicación, es que la víctima había salido de fiesta con sus amigas, quienes se retiraron antes que ella, llamando a un «contacto de confianza» que trabaja en apps de taxis para que la recogiera, aunque el viaje se realizó fuera de la plataforma.
Lo anterior ha derivado en fuertes cuestionamientos sociales en contra de las amigas por “Haberla dejado sola”, encontrando comentarios tan ruines como que “Las mujeres no sabemos ser amigas”, “Los hombres no nos abandonamos nunca” o peor aún “El peor enemigo de una mujer es otra mujer”, culpando incluso a las amigas por la desaparición y posterior muerte de Debanhi, hecho que puede constituir un linchamiento mediático con efectos psicológicos terribles para las involucradas, quienes dudo que hayan tenido la menor intención de hacerle daño a su amiga.
De repente, todos hablaban de la falta de solidaridad y de empatía, erigiéndose en jueces, dejando de lado que había una persona desaparecida, que probablemente haya un homicida, o dependiendo del curso que tomen las investigaciones, un feminicida, y también que hay autoridades que no están garantizando la integridad, la seguridad y la vida de las mujeres.
En otros casos hemos escuchado comentarios cuestionando a las mujeres víctimas porque andaban a altas horas de la noche, por su forma de vestir, porque había ingerido bebidas embriagantes, de esta manera, se hace evidente que la sociedad sigue reproduciendo estereotipos sociales en los que frecuentemente se culpa a las mujeres de hechos lamentables que más bien nos colocan en una posición de vulnerabilidad.
Posturas como las enunciadas restan visibilidad al delito, que debiera ser el centro de atención y preocupación de todas y de todos, nos alejan de la exigencia fundamental de investigación, procuración e impartición de justicia de manera plena, expedita y oportuna, no olvidemos que en muchos casos las desapariciones de mujeres están vinculadas a otros delitos como la trata de personas y el feminicidio, sin que se vea una estrategia eficiente por parte de las instituciones del estado.