Por donde se le vea, la gira de la corcholata presidencial Claudia Sheinbaum Pardo a Tlaxcala tuvo un saldo negativo.

Pese a la gran cobertura mediática que alcanzó, lo cierto es que su presencia, su imagen y su discurso no lograron prender a quienes la vieron, pues es un personaje gris, sin emoción y que no contagia.

Su posicionamiento en el proceso interno de Morena se debe al impulso que en un inicio le dio el Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y algunos gobernadores y gobernadoras de Morena, que por quedar bien con el jefe, se fueron con el canto de las sirenas.

Lo cierto es que de los seis aspirantes, la que tiene menos atributos y conexión con la gente es la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, su crecimiento siempre pendió de un hilo y por eso AMLO decidió abrir la baraja.

Sumado a lo anterior, basta ver lo que consignaron los medios de comunicación de la entidad. En Zacatelco sus operadores tuvieron que quitar más de la mitad de sillas, pues la gente no llegó a la explanada del mercado municipal y en Apizaco, tuvieron que recurrir al acarreo y a la movilización de trabajadores de varios ayuntamientos, cual viejo PRI.

Además, la presencia de dos ex gobernadores tlaxcaltecas salió peor de lo que se esperaba, pero a quien más mal le fue, es a Alfonso Sánchez Anaya, ya que no solo fue abucheado y tachado de traidor por varios simpatizantes, sino que su grupo político demostró lo que en realidad tiene.

Así que, si pensaba que con alzarle la mano a una corcholata presidencial tendría el camino allanado para que su vástago se hiciera de la candidatura al Senado de la República, la realidad le demostró, por lo menos en el sur, no todos los cuadros, militantes y simpatizantes de Morena lo quieren tanto como él pensaba.

Hoy escribe Jeserh Mejía.