Desgracias evidentes

Jul 28, 2020

Después de ver un video viralizado en redes sociales y que fue reimpulsado por medios de comunicación de nivel nacional donde se apreció que decenas de personas se empujaban por entrar en un centro comercial de Chilpancingo, Guerrero; una especie de revelación aconteció en mi mente, misma que a continuación procedo a compartir:

México se ha distinguido por ser un país que exagera ser solidario en las catástrofes plausibles, es decir, aquellas que se pueden ver y tocar. El mexicano no duda ni un segundo su actuar en el momento que ve un edificio colapsado, en el momento que una inundación arremete contra personas atrapadas en un vehículo; el mexicano actúa sin importarle poner en riesgo su vida.

La personalidad del mexicano es muy peculiar: para actuar, necesita ver el desastre.

En el caso de la actual pandemia, la desgracia en México inició desde el 28 de febrero de 2020, lo recuerdo muy bien, fue un viernes. Ese día se confirmó el primer caso de Covid-19 en el país y por semanas el gobierno y la gente tenían una desgracia frente a sus ojos, lamentablemente el objeto causal de la tragedia era invisible, mientras, se desestimaban las primeras muertes, pero ¿qué se puede esperar en un país que ha perdido la sensibilidad?

En aquellas fechas lo que no era inapreciable, dada la exposición mediática, era la realidad de los países europeos que habían vivido la peor parte de la pandemia, para ese entonces. En aquellos momentos no se hablaba de una desgracia evidente, se hablaba de una creencia en el virus, una creencia que tuvo que haber sido magnificada por el gobierno federal para evitar la propagación del virus, sin embargo, el jefe del Ejecutivo Federal decidió creer en la genética mexicana y en que los mexicanos siempre salimos adelante de cualquier apuración, que bien o mal, siempre salimos.

Pero para no desviarme de aquella visión que tuve cuando el autor de estas líneas vio el video de Chilpancingo, tengo que hacer un ejercicio descriptivo de las escenas más importantes de la representación mencionada y de la realidad que vive nuestra sociedad en estos tiempos de pandemia:

                Escena 1.- La vanguardia del grupo de personas que aguardaba su entrada al centro comercial es empujada por otro grupo que se encontraba atrás.

                Escena 2.- El grupo de la retaguardia supera a pisotones y empujones al grupo de la que, en algún momento, fue la vanguardia, que, en ese momento, ya era un grupo de personas de cara contra el piso, pero con cubrebocas.

                Escena 3.- El guardia de la entrada del centro comercial decide espantar a un perro que se había colado entre la muchedumbre.

                Escena 4.- Un grupo de jóvenes corre por las ofertas antes de que se acaben; las personas derribadas, siguen en el piso y nadie les ayuda.

Así la triste historia de Chilpancingo, así nuestra sociedad que muestra insensibilidad y que se desvive al menor resabio de una dádiva. Las desgracias son vistas siempre que los efectos son evidentes, en este caso, la mortandad de la COVID-19.

No obstante, existe otra desgracia que aún es invisible y que tenemos que aceptar, me refiero a la desgarradora realidad en la cual, la sociedad mexicana aún no es dueña de su destino, pensando esto como una meta colectiva y no como una meta individual.

La sociedad enfrenta una deuda histórica consigo misma, una deuda que solo será saldada cuando reivindique sus ideales, cuando se respete a ella misma. En ese momento daremos el salto a exigir ese respeto a la élite política que tanto ha abusado de la sociedad. Quizás en ese momento se aprenda a prevenir algunas desgracias tales como esta pandemia que, aunque usted no lo crea, pudo ser evitada con una respuesta inmediata de las autoridades sanitarias federales, pero ese tema ya forma parte de otra carta al pueblo de México.

Por el momento me despido y recuerde respetarse a usted y a México.