Leticia Valera González.

Agradezco a La Bestia Política la oportunidad que me brinda para compartir algunas opiniones y reflexiones que, preponderantemente enfocaré en dos de los temas que me apasionan: la política y todos aquellos relativos al género.

La conmemoración del Día internacional de la mujer obedece a la necesidad de reivindicar a quienes con múltiples luchas fueron impulsoras del reconocimiento y ejercicio de los derechos de las mujeres, focalizándose en los derechos económicos y de ciudadanía; así como a la importancia de visibilizar la deuda histórica que como sociedad tenemos con este grupo poblacional que, representando más del 50%, continúa siendo el más desprotegido.

La exclusión de las mujeres en el ejercicio de derechos fue la constante en todas las civilizaciones, a pesar de los movimientos sufragistas por la igualdad que, en su carácter reivindicatorio, alude a la capacidad de ser libre, siendo el derecho al voto el eje central de la lucha histórica de las mujeres. Es así como desde principios del Siglo XX se obtuvo paulatinamente el reconocimiento de este derecho en diversos países, con mayor énfasis a partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 y la Convención sobre los Derechos Políticos de la Mujer de la ONU, adoptada en 1953.

En nuestro país, con la Reforma Constitucional de 1953, las mujeres obtuvimos el derecho al voto, como resultado de los movimientos femeninos así como por la existencia de un contexto internacional favorable, ejerciendo el sufragio a nivel federal por primera vez en las elecciones de 1954.

En la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer, celebrada en la Ciudad de México en 1975, se definió un plan de acción mundial para la consecución de los objetivos del Año Internacional de la Mujer, entre los que destacaron la igualdad plena de género, la participación de las mujeres en el desarrollo y su contribución en la paz mundial, asimismo se estableció el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, en conmemoración de más de 140 mujeres trabajadoras que murieron en el incendio de una fábrica textil en Nueva York en 1908, mientras luchaban por su derechos laborales.

La agenda de las mujeres se ha ido diversificando, pues se han hecho evidentes las múltiples opresiones que las mujeres sufrimos, tanto en el ámbito público como privado, por lo que actualmente se pugna por más derechos, los económicos, sociales, sexuales y reproductivos, sin dejar de lado los de ciudadanía.

Hablando específicamente de los derechos político-electorales, cuyo avance en las últimas décadas resulta innegable, dado que éstos han sido incluidos en el marco legal nacional, así como en los tratados internacionales de los cuales nuestro país es parte; es por ello que muchas personas tienden a pensar que están suficientemente agotados y que, al contar con la protección de la ley, se ha alcanzado el tan anhelado objetivo de la igualdad, Nada más lejano de la realidad. Desde luego, tenemos que reconocer que su inclusión en la ley es necesaria, pero no suficiente. Podemos decir que tenemos igualdad formal, no así igualdad sustantiva.

Debemos precisar que, con la finalidad de impulsar la participación política de las mujeres, a partir de los noventa, se concretaron modificaciones legales importantes, pasando de un sistema de cuotas que originalmente estableció porcentajes de 70-30 y posteriormente de 60-40, hasta llega a la reforma política de 2014 que se considera una de las más importantes, en la ya que se eleva al rango de constitucional el principio de paridad.

Posteriormente vino la reforma de 2019 referente a la paridad total y la de 2020 en materia de violencia política contra las mujeres en razón de género… ¿Qué más podemos pedir las mujeres? La respuesta es: Igualdad y paridad sustantiva, necesitamos pasar de la participación a la representación política; que se generen las condiciones necesarias para que las mujeres tengamos posibilidades reales de conquistar espacios de representación popular; adicionalmente, el cumplimiento a la paridad total al día de hoy resulta muy incierto y poco transparente, en consecuencia, podemos afirmar que la paridad no se está cumpliendo en la conformación de gabinetes y estructuras administrativas de dirección.

Me queda claro que para alcanzar este objetivo es prioritaria esta lucha que las mujeres emprendemos en el día a día, para combinar nuestra multiplicidad de roles, para cumplir con nuestras dobles o triples jornadas laborales, para capacitarnos y profesionalizarnos de manera que no pueda ser pretexto nuestra falta de capacidad, para organizarnos y construir redes de apoyo, conquistando el espacio público.

Sin embargo, esto sigue y seguirá siendo insuficiente sin el decidido apoyo institucional, desde la familia que suele ser la primera institución patriarcal opresora de las mujeres; el gobierno con todas sus instituciones, profesionalizando y sensibilizando a los servidores públicos para que realicen sus funciones con perspectiva de género; así como la adecuación de un modelo educativo incluyente y, desde luego los partidos políticos, a fin de que la paridad sea vista como lo que es, el medio para obtener la igualdad en el acceso a los espacios y la toma de decisiones públicas.

Finalmente, es imprescindible contar una ciudadanía consciente, informada, crítica y generosa, capaz de reconocer en las mujeres los atributos que cualquier candidato y gobernante debe tener, esto implica deconstruir patrones culturales y representaciones simbólicas.

Sin duda, hay mucho por hacer… las mujeres estamos en el camino.