En septiembre de 2023,  luego del funeral de Tulio Hernández, un priista hasta la médula, Mariano González Zarur, exgobernador de Tlaxcala, no pudo contenerse. Frente a los restos de un viejo camarada, lanzó una de sus habituales invectivas, esta vez dirigidas a su propio sucesor, Marco Mena. “Yo lo inventé en cinco años, no tenía ninguna capacidad para gobernar”, sentenció, evidenciando una traición que, para González Zarur, no solo fue personal, sino política.

El agravio mayor no era solo la incapacidad que le atribuía a Mena, sino lo que consideraba una traición al PRI en las elecciones pasadas, cuando, según el marianista, el exgobernador entregó el poder a Morena. La reciente incorporación de Mena a la Lotería Nacional fue, para González Zarur, el clavo en el ataúd del partido en Tlaxcala. “El objetivo del partido es acceder al poder, y una vez allí, ayudar a la gente”, declaraba González, defendiendo un priismo que aseguraba llevar en la piel, aunque su narrativa de lealtad al partido estaba a punto de tronar por completo.

El golpe final llegó meses después, cuando el hijo de Mariano, González Aguirre, y su nuera, Alejandra del Moral, se unieron al proyecto de Claudia Sheinbaum. ¿Qué pasó con la lealtad de generaciones de priistas? El silencio del patriarca marianista desde entonces ha sido ensordecedor. Ahora, en octubre de 2024, los operadores más cercanos a González Zarur comienzan a abandonar al partido que alguna vez fue su cuna. La orden es clara: «Renuncien al PRI, ya no hay nada que hacer ahí».

Pedro Molina Sánchez, un actor cercano a González Aguirre, presentó su renuncia denunciando al «PRI secuestrado», afirmando que el partido ha perdido el rumbo revolucionario y se ha convertido en un club elitista que rechaza la crítica. Sus palabras resuenan como el eco de un PRI que alguna vez fue dominante y que hoy languidece bajo el peso de sus propias traiciones.

Figuras como Marisela Cuapio, Antonio Lemus, Anabel Alvarado y otros miembros del marianismo no tardarán en seguir los pasos de Molina. Al fin y al cabo, el PRI ha dejado de ser un espacio donde pueden construir poder; ahora es solo un cascarón vacío, víctima de sus propios sepultureros.

Y es que las señales son evidentes. Beatriz Paredes Rangel, histórica líder priista, ha mostrado simpatías con el proyecto a la gubenatura del anayista Alfonso Sánchez García y delfin de la gobernadora Lorena Cuellar, mandando un mensaje claro de que el PRI ya no tiene la hegemonía que una vez ostentó. Con el paso del tiempo, figuras claves que crecieron y se formaron en las entrañas del PRI son las que hoy, traición tras traición, están acabando con él.

¿Ha llegado la hora del epitafio del PRI en Tlaxcala?

La pregunta parece inevitable después de observar el desgaste profundo que el PRI ha sufrido en Tlaxcala en los últimos años. Las deserciones masivas, la pérdida total de espacios de poder, y el abandono de sus antiguos aliados sugieren que el partido, que alguna vez fue hegemónico, está al borde de su desaparición.

El panorama actual revela a un PRI sin rumbo, sin liderazgo claro y con fracturas internas que parecen irreparables. Figuras clave, como Mariano González Zarur, quien en su momento fue fundamental para la recuperación del poder en Tlaxcala, ahora han dado la espalda al partido o, peor aún, han contribuido a su debilitamiento.

El marianismo, que alguna vez fue sinónimo de fuerza política dentro del PRI, hoy es visto por muchos como el sepulturero del tricolor.

La caída del PRI en Tlaxcala comenzó hace décadas, pero se aceleró cuando Alfonso Sánchez Anaya, un priista que se fue al PRD, ganó la gubernatura en 1998. El golpe continuó con Héctor Ortiz Ortiz, otro expriista que, con las siglas del PAN, derrotó al PRI en 2004. La venganza llegó con Mariano González Zarur en 2010, quien logró recuperar el poder para el tricolor, solo para después perderlo de nuevo en manos de su propio sucesor, Marco Mena, acusado de traicionar al PRI al inclinarse por Morena en la figura de Cuéllar.

El partido que controló la política local durante décadas ahora enfrenta su ocaso, traicionado por quienes un día juraron lealtad. Las renuncias, el descontento y las alianzas con Morena parece son un claro indicio de que, para el PRI, ya no queda mucho por hacer en Tlaxcala.

¿El marianismo cerrará el ciclo? Todo apunta a que sí.
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LA CAMINERA… ¿Qué sigue para el PRI?…Otra pregunta es inevitable: ¿qué sigue para el PRI? Este nuevo capítulo de deserciones ha dejado al partido en su punto más bajo. Si no redefine su rumbo, no solo corre el riesgo de perder aún más terreno, sino de desvanecerse por completo del mapa político estatal.

El futuro del partido es incierto, y lo que está en juego es su supervivencia. La clave para recuperar la confianza de sus militantes y reavivar el sentido de pertenencia de aquellos que han abandonado sus filas es clara.

Necesita urgentemente un liderazgo sólido, una visión clara y un proyecto político que pueda articular una alternativa convincente ante el electorado. No se trata solo de resolver las luchas internas, sino de presentar un rostro nuevo que inspire confianza en un contexto en el que Morena domina la escena.

El desgaste del actual dirigente estatal, Ernesto García Sarmiento, es evidente. El viejo modelo que representa está agotado, y sin una renovación urgente, el partido parece destinado a acudir a su propio funeral en 2027. Sus figuras fuertes son la senadora Anabell Ávalos y la exgobernadora Beatriz Paredes Rangel,  pero si ellas no toman un rol activo, el desmoronamiento del partido será inevitable.

En el horizonte político tlaxcalteca comienza a resonar un nombre que podría marcar la diferencia: Enrique Padilla Sánchez. Sobrino de Paredes Rangel y un operador político eficaz, Padilla Sánchez podría ser el oxígeno que el PRI necesita para mantenerse con vida. Su llegada a la dirigencia local no es descartable y, si se materializa, podría ofrecerle al partido una oportunidad para reorganizarse, reestructurarse y volver a ser competitivo. Habrá que ver si le perdonan su pasado guinda, pero no hay muchas alternativas.

Tendrán que aplicar las medidas drásticas que se requieran. La política de Tlaxcala ha cambiado, y los electores ya no son los mismos de antes. El PRI debe entender que ya no puede aferrarse a las viejas fórmulas. Su única opción es adaptarse o morir.

Si algo ha quedado claro con el reciente éxodo de figuras clave del partido es que el PRI ya no puede permitirse el lujo de la complacencia. La lucha por su supervivencia ha comenzado, y solo aquellos dispuestos a transformarlo desde sus cimientos podrán evitar que su epitafio sea escrito en 2027.

¿Qué sigue para el PRI? Depende de ellos mismos, de su capacidad para cambiar, renovarse y, sobre todo, reinventarse. El reloj sigue corriendo, y el tiempo se agota.

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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS…Nueva perito…La flamante alcaldesa ecologista de San Pablo del Monte, Ana Lucía Arce, parece haber encontrado una nueva vocación en la vida pública: perito forense. Y es que en una reciente declaración, la presidenta municipal ha sorprendido a todos al afirmar que los cadáveres que han aparecido en su municipio no son de ahí, sino que se los han «aventado».

¡Vaya sorpresa! Parece que ahora, además de gobernar, ha decidido asumir tareas de investigación que corresponderían a la Fiscalía General de Justicia del Estado (FGJE). De hecho, con estas declaraciones, Ana Lucía Arce bien podría cobrar el sueldo de la fiscal de Justicia, ya que al parecer sabe más que las propias autoridades competentes.

Lo preocupante es que mientras la presidenta juega a ser perito, la inseguridad en San Pablo del Monte sigue al alza. Los ciudadanos no necesitan más especulaciones, sino resultados concretos en materia de seguridad. Y lo cierto es que sí ha habido víctimas originarias de la región. En lugar de desviar la atención con declaraciones fuera de lugar, Ana Lucía debería concentrarse en garantizar la seguridad de sus gobernados.

Al final del día, su responsabilidad es velar por la seguridad pública, no interpretar las causas de la violencia. San Pablo del Monte necesita una alcaldesa que enfrente los problemas, no una que juegue a resolverlos con explicaciones simplistas.