Ni para dónde hacerse.

Pese a los esfuerzos de las autoridades para proyectar una imagen de Tlaxcala como uno de los estados más seguros del país, la realidad golpea fuerte: la violencia está en aumento, y los ciudadanos se sienten cada vez más desprotegidos. Los recientes episodios de asesinatos, balaceras y robos violentos ponen en entredicho las afirmaciones de seguridad. La pregunta no solo es válida, sino urgente: ¿qué está pasando con las autoridades de los niveles estatal, federal y municipal? ¿Quién no está haciendo su trabajo?

Este fin de semana, Tlaxcala vivió nuevamente episodios alarmantes de violencia. Un padre y su hijo fueron baleados en Ixtacuixtla, presuntamente en un incidente de ‘cobro de piso’, resultando en la trágica muerte del progenitor. Mientras, en Apizaco, un hombre fue asesinado en pleno centro comercial y, en el restaurante «El Pescador» en Tepehitec, un comando armado sembró el terror entre los comensales, golpeando a trabajadores y robando a los presentes. Estos no son casos aislados ni accidentes de un sistema de seguridad bien estructurado; son evidencias de un deterioro que las autoridades no pueden seguir ignorando.

En el contexto actual, los ciudadanos tienen motivos para cuestionar la efectividad de sus cuerpos policiacos y exigir respuestas claras. Es alarmante que, en un estado que se presenta como «seguro», comandos armados operen con impunidad y criminales logren huir sin complicaciones. ¿Dónde están las patrullas y las miles de cámaras de seguridad cuando suceden estos actos? ¿Por qué las fuerzas de seguridad parecen no estar sincronizadas, actuando solo de manera reactiva en lugar de prevenir la violencia?

La situación de Tlaxcala es, en gran medida, el reflejo de un sistema de seguridad fragmentado. Los operativos policiales son insuficientes y se han convertido en simples apariciones mediáticas. Es tiempo de que el gobierno estatal, los municipios y las autoridades federales asuman la responsabilidad de proteger realmente a los ciudadanos. Los habitantes de Tlaxcala no piden privilegios, solo un estado que garantice su seguridad. ¿Es eso mucho pedir?

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LA CAMINERA… Del videowall más grande del país a la realidad.

La violencia en Tlaxcala expone la distancia entre el discurso oficial y la realidad. Mientras las autoridades presumen el «videowall más grande del país» como símbolo de modernización y eficiencia en la seguridad, los ciudadanos siguen viviendo episodios ,muy violentos.

La gobernadora Lorena Cuéllar destaca la inversión de más de mil millones de pesos en tecnología y equipamiento para el C5i, pero la seguridad en las calles parece ir en sentido contrario. Esta contradicción evidencia la necesidad de una estrategia integral que no solo incluya infraestructura, sino resultados tangibles que protejan efectivamente a la ciudadanía.

El videowall, con su monumental muro de video para el monitoreo en tiempo real de emergencias, mostró sus limitaciones en el reciente ataque al restaurante «El Pescador». Esa tarde de sábado, el reporte al 911 nunca llegó a tiempo. Los asaltantes—un comando de siete sujetos—irrumpieron armados en el lugar, sembrando el pánico y robando a comensales y trabajadores. Dos empleados fueron brutalmente golpeados, y una mujer denunció la pérdida de 40 mil pesos en efectivo.

Al escapar, los delincuentes se llevaron las llaves de los autos estacionados, huyendo sin oposición en varios vehículos. ¿Dónde estuvo la tecnología en este caso? Esa es la pregunta que hoy muchos ciudadanos se hacen. El videowall, que costó millones, no logró prevenir ni detener el crimen. La realidad parece dar una bofetada al discurso oficial: los delincuentes, mientras tanto, descansan cómodamente.

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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS: ¿Quien tiene la razón? Si bien los sagrados alimentos son un derecho, una fotografía de policías desayunando todos al mismo tiempo en Tlaxcala ha generado indignación. En una denuncia ciudadana, los habitantes señalaron que mientras crecen los robos y asaltos en el centro de la ciudad, la policía capitalina, en un mismo turno, decide abandonar el patrullaje para reunirse a desayunar. «¿Acaso no se entiende la importancia de una presencia policial constante?», fue el cuestionamiento.

El sábado 9 de noviembre pasado se sumó a la controversia, cuando en pleno centro de Tlaxcala se reportó el robo de dos vehículos mientras los agentes se ausentaban. Los vecinos, preocupados y enojados, no cuestionan la necesidad de que los oficiales coman, pero piden sentido común: ¿por qué todos al mismo tiempo? Ante esta falta de organización, los ciudadanos exigen que el alcalde Alfonso Sánchez García implemente horarios escalonados para asegurar una vigilancia continua en la capital.

Este desorden evidencia una preocupante falta de interés por parte de las autoridades. En los últimos meses, los habitantes han sido testigos de asaltos en restaurantes del centro, donde comandos armados han escapado sin problema alguno. La ciudadanía ya no puede seguir pagando el precio de una organización interna deficiente en la policía. Es hora de que las autoridades respondan ante esta demanda de seguridad básica.