Con la cercanía del tercer informe de gobierno de Lorena Cuéllar, surge un momento crucial para evaluar los avances y retos en una de las áreas que más inquieta a la ciudadanía: la seguridad.
En los últimos días, la gobernadora ha destacado logros en este ámbito, como la inauguración de Centros de Control y Comando (C2), la instalación de videovigilancia en 20 municipios y la creación de una fiscalía especializada en el combate al robo de vehículos. No obstante, el verdadero desafío consiste en convertir estos esfuerzos en mejoras palpables para los ciudadanos.
El reciente C2 en San José Teacalco es uno de los símbolos más destacados de la administración de Cuéllar. Con 20 municipios ya beneficiados con videovigilancia, se espera un control más eficiente de la seguridad pública. Estos avances tecnológicos representan una inversión considerable y un esfuerzo por modernizar las estrategias de seguridad en el estado. Sin embargo, persiste la pregunta de si esta modernización está realmente respondiendo a la inseguridad que la gente experimenta en su día a día.
Aún permanece en la memoria colectiva el incidente en San Pablo Apetatitlán, donde dos delincuentes (uno de complexión robusta) huyeron en una motocicleta que no superaba los 60 km/h tras ultimar a un empresario. Ese día, ni las cámaras ni el C5i lograron prevenir la fuga de los agresores. Asimismo, están los casos recientes de dos comandos armados que irrumpieron en restaurantes de la capital, retirándose luego sin inconvenientes.
Aunque la videovigilancia y los centros de monitoreo suenan como soluciones innovadoras, no pueden reemplazar la presencia de una policía efectiva ni una estrategia integral de seguridad. La tecnología solo será un complemento si se acompaña de la capacitación adecuada, mayor presencia policial y un trabajo más estrecho con las comunidades. La percepción de inseguridad en Tlaxcala sigue siendo elevada, y un sistema de cámaras por sí solo no es la solución completa para un problema tan complejo.
Es cierto que la administración de Cuéllar ha implementado acciones significativas para mejorar la seguridad: el fortalecimiento de las fuerzas policiales, la construcción del C5i, la creación de nuevos cuarteles de la Guardia Nacional y la colaboración con otras entidades federativas. Sin embargo, estos avances no siempre se reflejan en una mayor sensación de seguridad entre los tlaxcaltecas.
En el tercer informe, la gobernadora seguramente destacará logros como la reducción de ciertos índices delictivos y la inversión en infraestructura de seguridad. Sin embargo, la verdadera prueba será si estos avances realmente impactan en la vida cotidiana de los habitantes del estado.
Aunque la creación de una fiscalía especializada en el robo de vehículos es un paso positivo, el robo de vehículos es solo una de las múltiples formas de delincuencia que afectan a la población. En Tlaxcala, la inseguridad no se limita a este delito, sino que abarca otros aspectos de la vida cotidiana, como el robo a casa habitación, las extorsiones y la violencia de género.
La administración de Cuéllar debe demostrar, no solo en cifras, sino en la experiencia directa de los ciudadanos, que la seguridad ha mejorado en todos estos frentes.
El tercer informe debe ser una oportunidad para conectar la gestión gubernamental con la realidad de cada tlaxcalteca. Si bien los avances en infraestructura y tecnología son importantes, no deben eclipsar la necesidad de un enfoque integral que también transforme la percepción de seguridad. La verdadera medición de los logros en esta área no debería basarse únicamente en las estadísticas oficiales, sino también en las experiencias de los ciudadanos.
El informe no debe ser solo un acto protocolario lleno de cifras y logros institucionales. Debe ser un espacio para reflexionar sobre el impacto real de las políticas de seguridad en la vida diaria de la población. La gobernadora debe abordar no solo los desafíos estructurales de la seguridad, sino también la desconfianza que persiste entre los ciudadanos.
Ser autocríticos y reconocer lo que no funciona en materia de seguridad y cambiar la narrativa sería el primer paso que debe seguir la morenista.
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LA CAMINERA...¡Y los secretarios APÁ?Lo cierto, es que cada día crece la percepción de que la morenista está sola, pues su gabinete de seguridad y de comunicación viven el sueño de números, pero la percepción ciudadana les da una bofetada.
¿Usted ha visto al secretario de Gobierno, al Secretario de Seguridad, a la Fiscal de Justicia, al del C5i salir a dar la cara al menos ante la prensa?
Para abordar los problemas de seguridad en el marco del Tercer Informe de la gobernadora Lorena Cuéllar, es clave analizar los factores que podrían estar influyendo en la persistencia de la violencia. A pesar de los esfuerzos declarados, el aumento de homicidios y actos violentos señala posibles fallas en la estrategia de seguridad del estado.
La falta de una estrategia sólida y coordinada podría estar impidiendo que las políticas tengan un impacto real en la reducción de la violencia.
Analizar qué falla y qué no está funcionando en el enfoque de Lorena Cuéllar hacia la seguridad puede ayudar a formular preguntas para su Tercer Informe y señalar los temas prioritarios que la administración necesita revisar.
Y no se debe descartar cambios en aquellas áreas que no han funcionado.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS… Insensible.
En su afán por presumir algo, el área de comunicación de la gobernadora publicó que Tlaxcala tiene los índices más bajos de feminicidios, como si fuera motivo de orgullo.
Este intento de minimizar la tragedia es un agravio para las familias y huérfanos de mujeres brutalmente asesinadas, y ha generado fuertes reacciones de colectivos de mujeres.
Recordemos el caso de Fernanda N., la joven de 23 años asesinada en Totolac a manos de su esposo frente a su hijo de cuatro años. Esa herida sigue abierta en la comunidad. ¿Cómo decirles a sus seres queridos que Tlaxcala “tiene menos feminicidios”? Los afectados no buscan números, sino justicia para una tragedia que nunca debió ocurrir. Hoy, el asesino sigue libre.
Ese es el rostro de un gobierno sin estrategia, incapaz de prever las reacciones a su desastrosa comunicación.