En el ecosistema de la Cuarta Transformación, los incendios forestales parecen menos peligrosos que los incendios políticos. Porque mientras las llamas consumían el cerro de San Gabriel, en Atltzayanca, en el Congreso de Tlaxcala ardía algo más delicado: la obediencia partidista.
Y quien tiró el cerillo fue una de las suyas.
Anel Martínez Pérez, diputada de Morena y oriunda del municipio afectado, subió a tribuna como si la llamara el humo. No se contuvo: denunció, acusó, se indignó y —como en toda buena tragedia griega— terminó arremetiendo contra sus propios dioses. «El servicio público en este país está podrido por la corrupción», sentenció, soltando una bomba que no solo sacudió al Ejecutivo estatal, sino que hizo crujir la bancada de la 4T.
Pero el espectáculo tiene matices. Porque si bien es cierto que el Estado falló —y falló estrepitosamente—, también lo es que Martínez llegó al poder gracias a las mismas estructuras que hoy cuestiona. El sistema no le es ajeno. Al contrario: la vio nacer, la impulsó, la colocó. Entonces, ¿es rebeldía genuina o fuego amigo con cálculo electoral?
La diputada denunció descoordinación, omisiones, cifras maquilladas y negligencia institucional. Afirmó que el incendio fue advertido días antes, y que se ignoró la amenaza hasta que ya era demasiado tarde. Habló de más de 2 mil hectáreas devastadas —cuando el gobierno dijo 700— y de una ciudadanía que tuvo que subir al cerro con cubetas, mientras los funcionarios se escondían tras comunicados ambiguos.
«El fuego no apareció mágicamente… La pregunta es: ¿por qué no se actuó cuando era momento?», lanzó la legisladora, visiblemente molesta.
También acusó que se proporcionó información errónea a las autoridades superiores, lo cual agravó la situación. “No apruebo que funcionarios hayan minimizado el siniestro, ni que hayan engañado a sus superiores”, añadió. ¿Y esos “superiores”? ¿Se refería, acaso, a la gobernadora, lo cual hace más grave su acusación?
La diputada también denunció descoordinación entre dependencias: “Mientras el director de Protección Civil del Estado informaba una cosa, la realidad que vivían los brigadistas en el terreno era otra completamente distinta.”
¿Acaso la diputada no podría ser más enérgica y pedir desde tribuna a quien corresponda iniciar los procedimientos por el ecocidio registrado en su municipio? y no solo expresar “Todo aquel que quiera ocupar un cargo que se ponga a trabajar de verdad; de lo contrario, que renuncie”.
Lo que está en juego ya no es solo la credibilidad ambiental del gobierno, sino la cohesión de un partido que —en teoría— vino a transformar, pero que en los hechos repite las viejas fórmulas: minimizar, culpar, simular.
La diputada Anel Martínez encendió una mecha que puede llevar a una mayor confrontación interna en Morena Tlaxcala.
Pero al menos, en este capítulo del Bestiario, alguien se atrevió a hablar. Aunque fuera desde las brasas.
Y mientras ella decía de traición al pueblo, la gobernadora Lorena Cuéllar lo hacía de irresponsabilidad ciudadana: “La gente no entiende, siguen quemando pasto”, declaró. Una frase que sonó más a regaño que a explicación.
En medio del cruce de declaraciones, la diputada priísta Sandra Aguilar Vega, intentó apagar el fuego con un llamado institucional: activar fondos, fortalecer Protección Civil, actualizar el Atlas de Riesgo. Lo correcto, sí… pero ya con el cerro en cenizas.
Ahora, solo resta conocer la otra parte, del titular de PC.
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LA CAMINERA....La otra cara…Mientras el discurso oficial insiste en mantener a Tlaxcala como “el estado más seguro del país”, la realidad se encarga de darles una bofetada con pólvora. La noche del 22 de abril, en Ixtacuixtla, un enfrentamiento entre presuntas células criminales dejó terror, dos heridos, daños materiales, decenas de casquillos y una granada de fragmentación en plena vía pública. La escena no fue de una serie, sino de un municipio del estado. Las autoridades llegaron después. El crimen organizado —ese que aquí supuestamente no existe— volvió a mostrar su rostro. Y su fuego.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS...La dos caras…Mientras las autoridades presumen una cultura de bienestar animal en Tlaxcala, policías de Tecopilco atropellan —presuntamente de forma intencional— a un perrito. El contraste es brutal: mientras en otros municipios como Huamantla y Tlaltelulco, activistas y autoridades actúan con rapidez para rescatar animales en riesgo, en Tecopilco la impunidad todavía se pasea en patrulla.