Nunca han sido amigos. No lo son ahora, y no lo serán. Y sin embargo, la escena de la semana pasada dejó a muchos con la ceja levantada y el escepticismo en la boca. En el homenaje luctuoso a Emilio Sánchez Piedras, el frío saludo entre la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros y el exgobernador Mariano González Zarur fue tan gélido como el mármol del busto que presidía el acto. Pero no fue gratuito. Fue deliberado.
Basta recordar que en noviembre de 2024, Cuéllar Cisneros acusó abiertamente —en televisión nacional— a Mariano de haber intentado asesinarla. No políticamente, no metafóricamente: literalmente. Una denuncia de esa magnitud no se olvida, no se perdona, y desde luego no se disimula con un apretón de manos burocrático.
Pero el contexto es más profundo. La política nunca se juega solo en el acto, sino en sus silencios. Hoy, la esposa de Mariano González Aguirre, nuera de Mariano padre, forma parte del gabinete de la presidenta Claudia Sheinbaum. Y el propio González Aguirre —que en otro tiempo aspiró a ser gobernador— renunció al PRI hace apenas unos meses, desmarcándose del tricolor, coqueteando cada vez más con la órbita de Morena.
Entonces, ¿Qué vimos en ese evento? No fue reconciliación. Fue un teatro de contención política, una escenografía de conveniencia donde cada quien jugó su papel. Ella, con la investidura; él, con el colmillo. Pero detrás del gesto cortés, se escondía el verdadero mensaje: Tlaxcala se cocina para 2027, y la élite política comienza a acomodarse como piezas de ajedrez en un tablero que ya huele a sucesión.
Y aunque la gobernadora habló con moderación, y Mariano evitó hablar de ella escudándose en que «ya no ve noticias locales», lo cierto es que ambos mandaron señales fuertes con lo que callaron. González Zarur, fiel a su estilo, disparó con pólvora vieja pero efectiva: recordó que Morena está lleno de priistas y que los camaleones no mueren, solo cambian de color. Un misil a los conversos… pero también una postal de advertencia.
En Tlaxcala, la institucionalidad suele ser la máscara de la traición, y el respeto público, la tapadera del odio privado. Por eso, el saludo entre Cuéllar y Mariano no es una señal de paz: es un pacto de mutua tolerancia, de esos que solo se sellan cuando ambos bandos necesitan al otro para no perder el control del juego.
Porque si algo ha enseñado la historia reciente es que los González no dan paso sin huarache, y que Cuéllar Cisneros sabe moverse entre los pliegues del poder central cuando su proyecto local se tambalea.
No hay reconciliación, hay estrategia. No hay olvido, hay cálculo. Y si algo ha enseñado la política tlaxcalteca es que la memoria es corta, pero el veneno es de larga duración.
Porque aquí, incluso la “pipa de la paz” puede estar cargada…de pólvora electoral.
Y aquí surgen las preguntas:
¿Influyó la presencia de su nuera en el gabinete federal para bajar el tono del pleito local?
¿Pesó más el cálculo del hijo —hoy sin partido, pero cada vez más morenista— que el rencor del padre?
¿Fue ese saludo frío un gesto institucional… o una señal de tregua dictada desde arriba?
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LA CAMINERA…El estallido que nadie quiso contar…En Tlaxcala, el problema con una explosión no siempre es la pólvora. Es la cifra mal contada que estalla después.
Durante la festividad en La Trinidad Chimalpa, el estallido de pirotecnia no solo encendió alarmas: desnudó la torpeza informativa del gobierno estatal. A las 9:49 p.m., la primera tarjeta oficial hablaba de ocho lesionados. Dos horas más tarde, corrigieron a dos. ¿Y la explicación? Bien, gracias.
La Coordinación de Comunicación Social —esa que presume “respuesta eficaces”— falló en su función más básica: contar. Medios de toda la región ya habían replicado la versión inicial, y cuando quisieron corregir, el daño ya estaba hecho.
No es solo un error de cifras. Es la muestra de una política pública que prefiere improvisar boletines que asumir responsabilidad. En Tlaxcala, cuando se gestiona la verdad con prisa, lo que explota no es la pólvora: es la credibilidad.
Porque si no saben contar lesionados…
¿Cómo van a contarle la verdad a la gente?
¿O no señora gobernadora?
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS...Tlaxcala capital… Violencia exprés y silencio institucional..v La capital volvió a ser escenario del hampa: Tres sujetos armados irrumpieron en una tienda de celulares, golpearon a empleados y huyeron impunes. Dos personas resultaron lesionadas, incluida una mujer agredida brutalmente. El robo, ocurrido en Macro Pay junto a La Gran Bodega, a minutos del despacho del alcalde Alfonso Sánchez García, y de la gobernadora Lorena Cuéllar, lo cual evidencia un patrón que se repite: crimen rápido, respuesta tardía y, como siempre, ningún detenido.
Aunque la policía estatal llegó minutos después, los agresores ya se habían esfumado. Y la policía municipal… brilló por su ausencia. Ni patrullas cercanas ni presencia preventiva: solo llegaron después, para tomar nota y acordonar la zona, como si eso curara los golpes o devolviera los celulares robados.
La Fiscalía dice que revisará las cámaras. Pero mientras las autoridades “analizan”, los delincuentes ya están lejos… y los ciudadanos, más cerca del hartazgo en una capital sin rumbo.