Luis Antonio Ramírez Hernández, secretario de Gobierno de Tlaxcala, parece haber convertido la imprecisión en su principal herramienta de comunicación. No sólo por el tropiezo verbal en Apizaco, cuando intentó elogiar a la gobernadora y terminó enredado en sus propias palabras, sino porque detrás del desliz hay algo más grave: el secretario no lleva datos cuando se le pregunta por temas de seguridad.
Cada vez que los reporteros buscan respuestas sobre la violencia que sacude al estado, el funcionario responde con discursos largos, frases enredadas y un catálogo de lugares comunes que no explican nada. “Seguimos trabajando con los municipios… hay indicios por cámaras… desafortunadamente el vehículo vino de Puebla… pero bueno, mantenemos una coordinación plena.”
Eso fue lo que dijo sobre los cuerpos embolsados en Nativitas. Palabras que suenan a eco, no a información.
Y cuando se le cuestionó sobre la posible presencia del grupo criminal La Barredora en Tlaxcala, la respuesta fue el mismo libreto institucional: “Seguimos trabajando… existe coordinación permanente con el Gobierno Federal… cualquier intento ha sido detectado y desmantelado… mantenemos el uso de inteligencia.”
Es decir, lo mismo que podría contestar un burócrata entrenado para no comprometerse con la verdad.
No sabemos cómo van los casos de extorsión que crecieron 900 %, los delitos de narcomenudeo que aumentaron 33 %, ni la violencia familiar que se duplicó, según el reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública de agosto.
Tampoco parece conocer los datos de la ENVIPE 2025 del INEGI, que refuerzan la paradoja: el 75.6 % de los tlaxcaltecas considera la inseguridad el principal problema del estado, y el 54.4 % se siente inseguro incluso en su propia colonia. Peor aún, sólo el 11 % de los delitos se denuncian, y en más del 91 % no se abre siquiera una carpeta de investigación.
Entonces, ¿de qué “coordinación plena” presume el secretario, si la ciudadanía no confía ni en su propio Ministerio Público?
El discurso oficial quiere vender paz donde hay miedo. Tlaxcala no arde en cifras de guerra, pero sí se consume en un fuego lento de desconfianza y abandono. Las víctimas no aparecen en las conferencias de prensa; aparecen embolsadas en las cunetas.
Mientras tanto, el secretario sigue hablando de “tejer el tejido social”, como si el problema fuera la falta de hilo y no la falta de datos.
Y por cierto, el tema de la inseguridad fue borrado del discurso de la gobernadora Lorena Cuéllar en su fiesta por los cuatro años de la llegada de la 4T a Tlaxcala. Pero parece que el segundo a bordo tampoco se enteró.
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LA CAMINERA…Así el humor en la política tlaxcalteca… Luis Antonio Ramírez Hernández intentó halagar a su jefa, la gobernadora Lorena Cuéllar, pero terminó metiendo la pata hasta el fondo. Durante un acto público soltó la joya: “El burro hablando de orejas… caray, si usted misma es una mujer incansable.”
El comentario, que pretendía sonar amable, desató risas nerviosas, caras largas y el silencio incómodo de la mandataria. ¿Elogio, lapsus o qué?. Tlaxcala, una vez más, demuestra que el humor y la política caminan de la mano… aunque a veces uno tropiece con el otro.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS…Afiliaciones forzadas en el gobierno de Tlaxcala…En el gobierno de Lorena Cuéllar se encendieron las alarmas: trabajadores estatales denuncian presiones para afiliarse a Morena y reclutar simpatizantes, bajo amenaza de perder su empleo.
Testimonios anónimos revelan que titulares de dependencias han convertido oficinas públicas en centros de reclutamiento político, evocando los peores excesos del viejo PRI.
El malestar crece entre servidores públicos que, cansados de asistir a actos partidistas obligatorios, ahora deben sumar “cuotas” de afiliados, en un clima de miedo e indignación. La libertad política, una vez más, queda atrapada entre la lealtad impuesta y la nómina gubernamental.
Veremos en qué queda esta denuncia.
