Ayer, la gobernadora Lorena Cuéllar anunció un viraje en su estrategia de seguridad: patrullajes nocturnos, más iluminación y operativos territoriales. El giro no es menor, porque por primera vez admitió públicamente lo que la ciudadanía lleva meses señalando: la percepción no acompaña a los números oficiales.
Tlaxcala vive una tensión creciente entre lo que dicen las estadísticas y lo que siente la gente en la calle.
El gobierno se ufana y presentó con bombos y platillos 38 meses consecutivos como el “estado más seguro del país”. Sin embargo, las encuestas son implacables: la aprobación de Cuéllar cae por debajo del 25%. La narrativa oficial se estrella contra la experiencia cotidiana de los tlaxcaltecas, que hablan de asaltos, violencia y miedo en colonias donde los patrullajes brillan por su ausencia.
El desplome político de la mandataria ya no es percepción: es un dato medido y sostenido. La más reciente evaluación de Cripeso la coloca en el lugar 32 del ranking nacional, con apenas 38.78% de aprobación, convirtiéndola en la peor gobernadora de Morena en todo el país. La ironía es brutal: quien se presentó como la “más votada en la historia del estado” hoy se hunde en los niveles más bajos de aceptación.
Aunque existe otra medición donde Cuéllar Cisneros registra una aprobación de 52.8% —según el tracking nacional de gobernadores elaborado en noviembre de 2025 por Demoscopia Digital en alianza con La Jornada Estado de México—, con esa cifra la mandataria tlaxcalteca se ubica en la posición 19 de 32 evaluados. Un tanque de oxígeno en medio de la tormenta, podría decirse.
Ese 52.8% coloca a Tlaxcala en un segmento intermedio de la tabla: lejos de los picos de aprobación que alcanzan algunos gobiernos estatales, pero por encima de mandatarios que se encuentran en la franja de los 40 puntos. El promedio nacional ronda los 56, por lo que la gobernadora se sitúa ligeramente por debajo de la media.
Sin embargo, el optimismo se desvanece cuando, de acuerdo con la Evaluación Ciudadana a Gobernadores de RUBRUM correspondiente a noviembre de 2025, la mandataria tlaxcalteca se “consolida” como una de las peor evaluadas del país.
Los datos del último ranking son ineludibles y exhiben el descontento social: aprobación de 38.9% y desaprobación de 58.7%.
El costo político no se limita a su figura. Morena en Tlaxcala muestra signos de desgaste acelerado. La desaprobación no proviene de errores aislados, sino de una acumulación de omisiones, rotaciones interminables de funcionarios y un gabinete sin rumbo. El eslogan del “estado más seguro del país” se convirtió en un mantra vacío que ni los propios simpatizantes creen.
En las sobremesas, en las redes y en los análisis políticos el dilema es claro:
• Si Lorena cavará la tumba de Morena. Su administración desastrosa puede convertirse en el factor decisivo para que el partido pierda alcaldías, diputaciones y, eventualmente, la gubernatura en 2027.
• O si clavará el clavo en su epitafio. Que su nombre quede inscrito como el símbolo del fracaso morenista en Tlaxcala, el rostro que aceleró la caída de un movimiento que prometía transformación y terminó en desgaste.
Las encuestas son más que números: son advertencias. Y hoy todas apuntan a un mismo desenlace. Morena deberá decidir si se deslinda de Lorena Cuéllar para sobrevivir o si se aferra a ella y se hunde con su legado.
Porque en Tlaxcala, más allá de los datos, lo que decide es la percepción. Y esa, hoy, se le escapa de las manos a Lorena Cuéllar.