La imagen del Secretario de Seguridad Ciudadana de Tlaxcala, Alberto Perea Marrufo, evadiendo a la prensa y apresurando el paso para evitar preguntas sobre el creciente clima de violencia en la entidad, es más que simbólica. Es el reflejo de un gobierno que, a pesar de los recursos invertidos, las declaraciones triunfalistas y los operativos «disque» blindaje, no encuentra una salida efectiva para controlar la percepción de inseguridad que devora al estado.

“¿Por qué negarse a las entrevistas secretario?”, se le cuestionó, mientras el funcionario estatal, invadido por la arrogancia, apretaba el paso, se acomodaba el saco y se subía a su camioneta, en lo que su escolta le abría la puerta.

“Mañana hay rueda de prensa, señor”, fue la respuesta de Perea Marrufo para evadir los cuestionamientos de la prensa, mientras su rostro mostraba su incomodidad. ¿Qué creen, el señor mintió, pues no hubo tal conferencia, y evidenció que solo fue para evadir a reporteros.

Resulta paradójico que, mientras Perea Marrufo evita responder sobre los hechos recientes, el mismo gobierno presume en redes sociales la detención de un conductor ebrio como si eso fuera el ejemplo más emblemático de su éxito en materia de seguridad.

¿Qué hay detrás de esa retórica de «Cero Tolerancia»? Una realidad que no se puede disfrazar con estadísticas o despliegues de uniformados que, claramente, no están deteniendo la ola delictiva.

Los hechos hablan por sí solos: asesinatos de familias en Huamantla, cuerpos embolsados en San Pablo del Monte, feminicidios y linchamientos.

En lugar de soluciones, se nos ofrece más espectáculo mediático con helicópteros sobrevolando la región, pero en las calles, el miedo sigue ganando terreno. La narrativa oficial de seguridad suena vacía frente a la indignación ciudadana que, cada vez con más fuerza, exige respuestas reales.

La situación es crítica. Los vecinos de Tepetitla lo dejaron claro cuando le reclamaron a la gobernadora Lorena Cuéllar por la creciente presencia del crimen, especialmente el robo de hidrocarburos, en su comunidad. ¿Y qué respuesta recibieron? Nada que vaya más allá de los mismos compromisos huecos que ya hemos escuchado antes.

El problema no es solo la falta de acción, sino también la falta de un equipo eficiente. El Secretario Perea Marrufo parece estar más preocupado por mantener su puesto que por enfrentar la realidad: la estrategia de seguridad es un fracaso. El gobierno insiste en que todo está bajo control, pero los ciudadanos no lo perciben así. ¿Cómo justificar el linchamiento de un presunto ladrón en Terrenate, o el asesinato de una mujer en Zacatelco a manos de su expareja? ¿Cómo se explica la continua aparición de cadáveres?

Lo más preocupante es que las autoridades parecen más enfocadas en evitar el escrutinio público que en buscar soluciones. La violencia ha escalado de tal manera que ya no se trata solo de hechos aislados; es un síntoma de un sistema de seguridad que no funciona. La criminalidad no se detiene con operativos cosméticos o cámaras de vigilancia cuando, en las calles, los delincuentes actúan impunemente.

Al final, los tlaxcaltecas no necesitan discursos vacíos ni ruedas de prensa para cubrir las ausencias de quienes deberían dar la cara. Lo que requieren es seguridad tangible, presencia policial efectiva y un gobierno que realmente los proteja, no uno que solo los observe desde el aire o publique boletines optimistas mientras la realidad se desmorona. ¿Cuánto tiempo más puede seguir esta negación antes de que la situación sea insostenible?

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LA CAMINERA...Confusión y silencio oficial: El linchamiento que no fue linchamiento. Terrenate y la falta de claridad del gobierno..El caos y la desinformación se han vuelto constantes en el estado de Tlaxcala cuando se trata de temas de seguridad, y el reciente incidente en Terrenate es un claro ejemplo de ello. Lo que inicialmente fue presentado como un linchamiento por parte de vecinos enfurecidos de Toluca de Guadalupe terminó siendo una golpiza perpetrada por un pequeño grupo: los dueños del automóvil presuntamente robado. Sin embargo, lo más grave no es solo la confusión de los hechos, sino la tardía respuesta del gobierno para aclarar lo sucedido.

La función de los voceros, y en particular de la comunicación oficial, es crucial en situaciones de crisis. En lugar de actuar con prontitud para ofrecer claridad, la respuesta del gobierno fue tardía y poco clara. Los detalles esenciales del caso no fueron debidamente difundidos, lo que generó más confusión y alimentó una percepción de caos e ineficacia. En un escenario donde el estado de derecho parece estar tambaleándose, la falta de una estrategia de comunicación efectiva agrava aún más la situación.

El hecho de que se tarde tanto en ofrecer información veraz solo refuerza la percepción de que el estado no tiene control sobre lo que ocurre en Tlaxcala. A los ciudadanos les preocupa, con razón, que si las autoridades no pueden siquiera explicar lo que sucede, mucho menos podrán garantizar su seguridad.

La confusión inicial sobre el «linchamiento» de Terrenate pone de manifiesto una deficiencia estructural en la forma en que se maneja la comunicación oficial en Tlaxcala. ¿Dónde estaban los responsables de informar correctamente? El gobierno parece estar siempre un paso atrás, reaccionando tarde y mal, en lugar de anticiparse a los eventos y ofrecer respuestas rápidas y claras.

Si el gobierno de Lorena Cuéllar aspira a recuperar la confianza de los ciudadanos, debe empezar por mejorar su capacidad para comunicar de manera eficiente y honesta. No basta con intentar sofocar la violencia con operativos militares y más policías; también es indispensable tener una estrategia de comunicación que funcione, que aclare, que informe y que, sobre todo, no permita que el caos y el rumor dominen la narrativa.

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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS...De primaria.… ¿Y los voceros ‘apá?

Mandas al Secretario de Seguridad de Tlaxcala, Alberto Perea Marrufo, como representante del gobierno a un homenaje oficial un domingo. Un evento en el que la presencia de reporteros es cotidiana. Y, después de una semana en la que la violencia ha sacudido al estado, parece obvio que los periodistas querrán hacerle preguntas sobre la creciente ola de crímenes.

¿El resultado? El secretario apurando el paso, esquivando a los reporteros y evitando cualquier pregunta sobre los recientes asesinatos, feminicidios y linchamientos. Pero lo más sorprendente no fue la evasión de Perea Marrufo, sino que nadie de la Oficina de Comunicación Social del Gobierno del Estado de Tlaxcala lo acompañó.

¿Dónde están los voceros cuando más se necesitan? Si el propio secretario no está dispuesto a dar la cara, uno esperaría que, al menos, si no el nuevo portavoz de la gobernadora, que ni siquiera fue a su evento, alguien de comunicación social tomara las riendas. Pero no. El escenario fue el siguiente: un funcionario incómodo, apurándose para escapar de la prensa, y la prensa frustrada, sin respuestas ni apoyo de alguien que pudiera mediar o, al menos, ofrecer una declaración institucional.

¿Es este el nuevo estándar del gobierno estatal? En momentos de crisis, cuando los ciudadanos claman por respuestas, las ausencias pesan más que nunca. Porque al final, no se trata solo de evasión, sino de un vacío de liderazgo en la comunicación. En un estado golpeado por la violencia, donde la percepción de inseguridad va en aumento, este silencio oficial no es solo una mala estrategia, es un síntoma de un problema más profundo.

Lo sucedido con Perea Marrufo es solo la punta del iceberg. El hecho de que la Oficina de Comunicación Social no esté donde debe estar, es preocupante. No se trata solo de cuidar la imagen del gobierno, sino de ser el puente entre las autoridades y una población que está en su límite, buscando respuestas, exigiendo seguridad y claridad.

En tiempos tan críticos, la comunicación es clave. Pero parece que en Tlaxcala, los voceros han decidido brillar por su ausencia. Y así, el secretario se quedó solo. Solo, y su alma.