El asesinato del empresario gasolinero Ángel Santos Rodríguez González en noviembre de 2024 dejó en evidencia las deficiencias en la seguridad de Apetatitlán. El crimen fue registrado por cámaras de videovigilancia, pero ni la prevención ni la reacción inmediata lograron evitar la tragedia. Más preocupante aún fue la respuesta institucional: mientras los delincuentes huían en una motocicleta de baja velocidad, la policía municipal no reaccionó con eficacia y fue la corporación de Contla la primera en resguardar la escena del crimen.
Posteriormente, el entonces titular del C5i reveló que el municipio contaba con más de 50 cámaras de vigilancia, pero ese día no hubo explicación sobre por qué no operaron adecuadamente para identificar o detener a los responsables. Este vacío de información y acción solo refuerza la percepción de una administración desarticulada, incapaz de reaccionar ante emergencias y sin una estrategia clara de seguridad.
En Tlaxco, la situación no es menos alarmante. La reciente localización de dos narcolaboratorios en la zona rural confirma el avance de células criminales en el estado. Si bien las fuerzas federales lograron desmantelar estas instalaciones, lo preocupante es la falta de control municipal sobre su propio territorio. La alcaldesa Diana Torrejón, exdiputada local, ha mantenido un bajo perfil frente a estos hechos, sin ofrecer explicaciones sobre cómo es posible que en su municipio se hayan establecido puntos de producción de drogas sintéticas sin que su gobierno detectara actividad inusual.
La proximidad de estos laboratorios a la cabecera municipal sugiere una permisividad alarmante o, en el mejor de los casos, una grave omisión en el ejercicio del poder. La seguridad no puede depender exclusivamente de operativos federales o estatales; se requiere una estrategia local eficiente que prevenga la instalación y expansión del crimen. Sin embargo, lo que se observa es un gobierno municipal que prefiere minimizar la problemática antes que enfrentarla.
Apetatitlán y Tlaxco representan dos ejemplos claros de cómo la falta de liderazgo y planeación en materia de seguridad deja a los ciudadanos en una posición vulnerable. Mientras las administraciones locales continúen operando sin un plan sólido y sin rendición de cuentas, la percepción de impunidad seguirá en aumento. La exigencia de la ciudadanía es clara: respuestas y resultados, no justificaciones ni evasivas.
Y estos solo son dos, habrá que esperar y analizar el comportamiento de los 0tros 58 municipios y del gobierno de Lorena Cuéllar, pues recordemos que las bandas de robos de vehículos, llantas y otros delitos están a la orden del día.
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