Por más que lo intenten maquillar con frases como “nos ganaron en tiempo” o “el protocolo se activó”, la realidad no se puede disfrazar: el Estado falló en Nativitas. Y lo hizo de la forma más brutal posible: permitiendo que un presunto violador fuera linchado en plena vía pública, ante la vista de todos, con cuerpos policiacos presentes y sin capacidad alguna de reacción.
El secretario de Seguridad Ciudadana, Alberto Martín Perea Marrufo, salió ante medios con lo que parecía una declaración de trámite. Pero en lugar de ofrecer una explicación contundente, asumió la postura más cómoda: culpar al reloj, a la rapidez de la turba, a la falta de denuncias. Dijo lo que no se debe decir cuando se tiene el deber de proteger la vida, incluso de quien ha cometido un delito atroz: “nos ganaron en tiempo”.
¿En serio? ¿Eso es todo?
Porque no basta con señalar que «el protocolo se aplicó». Si el resultado fue un cadáver en la plaza, entonces el protocolo no sirve o no se ejecutó como debe ser. Y si el gobierno estatal se conforma con este tipo de respuestas, lo único que confirma es su incapacidad para ejercer autoridad real.
Este hecho no solo exhibe la rabia de una comunidad herida, sino también el vacío absoluto del poder institucional. La ley desapareció durante horas. Los tres niveles de gobierno se volvieron espectadores. Y mientras tanto, la violencia ocupó el lugar de la justicia.
¿Dónde quedó el protocolo que presumió la gobernadora Lorena Cuéllar hace apenas un año, rodeada de funcionarios y presidentes municipales que aplaudían su firma? ¿Dónde estaban los famosos tres anillos de seguridad, la figura del negociador, los tiempos de reacción, la coordinación? Todo fue humo. Papel firmado y olvidado.
Y sí, no hay forma de justificar un crimen como el que se le atribuía al presunto agresor. Pero tampoco puede justificarse que el Estado permita, por omisión o por incompetencia, que una muchedumbre se convierta en juez, jurado y verdugo.
Porque cuando eso ocurre, dejamos de vivir en un estado de derecho. Entramos en la ley de la selva. Y en esa jungla, todos —inocentes o culpables— estamos en peligro.
Perea Marrufo pide a la ciudadanía que denuncie. Pero ¿de qué sirve denunciar si las instituciones no llegan, o cuando llegan, lo hacen sin autoridad, sin estrategia y sin capacidad de control? El problema no es solo la falta de denuncias. Es la falta de Estado.
Mientras la violencia se normaliza, los linchamientos crecen y la respuesta oficial se resume en excusas, Tlaxcala se desliza peligrosamente hacia el abismo de la anomia.
Porque el verdadero crimen, en este contexto, no solo es la agresión sexual, ni el linchamiento… es la renuncia del gobierno a ejercer su función más básica: proteger la vida.
Y si lo único que tenemos como respuesta oficial es “nos ganaron en tiempo”, entonces ya no estamos hablando de un problema de seguridad. Estamos hablando de una crisis de autoridad.
Una que, si no se atiende con urgencia, terminará por devorarnos a todos.
Si la gobernadora morenista no se pone las pilas y entiende que los cambios son inevitables, no sé en que Tlaxcala vivimos.
Lo cierto es que algunos funcionarios del gabinete viven horas extras.
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LA CAMINERA....Inseguridad sin freno en Tlaxcala: Las comparecencias se vuelven urgentes…El terror volvió a instalarse en el corazón de las familias tlaxcaltecas. Esta vez, en Acxotla del Río, Totolac, donde un empresario y sus seres queridos fueron víctimas de un violento asalto mientras dormían. Cuatro delincuentes armados irrumpieron en su hogar y, con total impunidad, se llevaron más de medio millón de pesos en pertenencias.
Este hecho no es aislado. Es un síntoma de un problema que crece mientras las autoridades ofrecen silencio o evasivas. En este contexto, cobra más vigencia que nunca la necesidad de comparecencias reales y públicas de los responsables de la seguridad en el estado. La ciudadanía exige explicaciones, estrategias claras y, sobre todo, resultados. No se puede seguir normalizando el miedo. Tlaxcala merece vivir sin sobresaltos a las tres de la mañana.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS...Tlaxco y Huamantla: dos caras de la seguridad en Tlaxcala…Mientras en Tlaxco se mantiene el esquema de mando coordinado, con una estrategia discreta y centralizada en la Secretaría de Seguridad Ciudadana, en Huamantla el mensaje fue contundente: blindaje total. Este miércoles, el municipio amaneció bajo un mega operativo interinstitucional que incluyó a la Guardia Nacional, la Marina y fuerzas municipales de municipios vecinos.
El despliegue en Huamantla no solo refuerza la vigilancia en zonas clave, sino que proyecta una narrativa clara. La pregunta obligada es si este modelo será replicado en otras regiones, o si quedará como un caso aislado en un estado que enfrenta crecientes desafíos en materia de seguridad, y en donde ya existe miedo de salir a las calles, o estar en sus casas.
Es válido reconocer que la alcaldesa de Tlaxco haya aceptado que no puede sola, y en Huamantla que el alcalde se haya adelantado.