En política no siempre hay que prender fuego para saber quién se siente chamuscado. A veces, basta lanzar un buscapiés bien dirigido —como el que soltó Luisa María Alcalde en su reciente visita a Tlaxcala— para ver quién se apura a correr.

La presidenta nacional de Morena repitió el evangelio del movimiento: «no hay favoritos», «el pueblo decide», «las encuestas mandan». Todo muy institucional, todo muy parejo. Pero bastaron esas palabras para que la senadora Ana Lilia Rivera se sintiera aludida (o autorizada) y lanzara un pronunciamiento triunfalista, como si ya estuviera en la recta final de una contienda que, oficialmente, ni ha comenzado.

En política, la sobrerreacción también comunica. Y mucho.

“La revolución de las conciencias comienza desde abajo”, escribió la senadora, como si ella misma no llevara rato en la cima. Declaración innecesaria. Su mensaje, en lugar de consolidar su posicionamiento, reveló ansiedad, nerviosismo, inseguridad.

La Senadora no ha entendido que en este juego, a veces es mejor dejar que los buscapiés se apaguen solos, que salir corriendo a recogerlos frente a todos y quedar mal parada.

Así que, mientras unos se autoexhiben sin que nadie los convoque, otros entienden que el momento aún no llega y que el trabajo de fondo, el institucional, también cuenta y cuenta mucho.

Que no se nos olvide que las reglas todavía no están puestas y que la verdadera pelea de aspirantes será de género, es decir: hombres contra hombres y mujeres contra mujeres.

En ese escenario, la visita de Luisa Alcalde funcionó como termómetro: no para medir quién está más arriba en las encuestas, porque -reitero- aún no existen, sino para ver quién mantiene el pulso, quién se desespera y quién sabe jugar a largo plazo. Porque si algo queda claro es que en Morena el método será encuesta, pero la política sigue siendo percepción. Y ahí, el que grita menos a veces escucha más.

Y por cierto, habrá alguien en su equipo que le diga que todo comunica, cuando sale hincada en la foto de grupo. Los memes no faltaron.