En la fauna política tlaxcalteca, pocas especies han perfeccionado el arte del camuflaje como el secretario de Educación, Homero Meneses. La semana pasada, un audio filtrado lo mostró con un manual paso a paso para una operación política que, según el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE), no es campaña o promoción anticipada… porque nadie pronunció la frase mágica: “voten por mí”.
Si bien es cierto que la autoridad no puede hacer más de lo que la ley le permite, la interpretación del ITE abre un precedente peligroso: en Tlaxcala, mientras no se invoque el encantamiento prohibido de Harry Potter electoral, puedes organizar aldeas digitales, montar reuniones masivas, usar tu cumpleaños como mitin y hasta aprovechar el arranque del ciclo escolar para tu imagen. Todo dentro de la “legalidad” que el árbitro parece dispuesto a tolerar.
El audio fue claro: el funcionario de Lorena Cuéllar detalló comunidades digitales con meta de 50 mil personas por célula, multiplicadas para llegar a 300 mil en pocos meses; cumpleaños y fiestas masivas (2,500 personas en el Auditorio de Contla); y eventos del ciclo escolar como plataforma de imagen. Un branding electoral disfrazado: caricaturas, hashtags (#HM) y la difusión del nombre “Homero Meneses” vinculado a “Humanismo Mexicano”.
El presidente del ITE, Emmanuel Ávila González, fue contundente: corresponderá a Morena determinar si hay una violación a su normatividad interna. Traducido: el árbitro lanza la pelota a la portería del propio equipo del jugador investigado.
Y, para coronar, dejó sobre la mesa una discusión de antología: en qué momento un servidor público es funcionario y en qué momento es promotor político.
Entonces surgen las preguntas obvias: ¿el secretario de Educación solo es funcionario de lunes a viernes, de 8 a 3?, ¿deja de ser secretario —y de cobrar como tal— los fines de semana?, ¿o es que su cargo se ajusta al calendario escolar?
El caso Meneses es un manual de cómo hacer campaña sin decir que haces campaña. Una Misión Imposible a la tlaxcalteca: “Su tarea, si deciden aceptarla, es posicionar mi nombre antes de las encuestas internas… sin que el ITE pueda tocarme”.
Y mientras el árbitro dice que es difícil comprobar actos anticipados de promoción, el mensaje para la selva política es preocupante: en Tlaxcala, la ley no es lo que dice el código… es lo que cada quien pueda hacer sin pronunciar las palabras prohibidas.
Así, el árbitro se convierte —voluntaria o involuntariamente— en un espectador de lujo de quienes saben operar sin cruzar, al menos de forma explícita, la línea roja.
Ávila, aferrado a lo que “permite la ley”, dejó la impresión de haberse lavado las manos con delicadeza quirúrgica: “Investigar, sí… pero por el momento, que inicien los Juegos del Hambre”.
Por lo pronto, Homero logró su objetivo: meterse de lleno a la pelea y la sucesión 2027. Haiga sido como haiga sido, y muy pronto veremos si la estrategia funcionó y sube en las encuestas.
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LA CAMINERA…El nuevo vocero de Morena…Vaya que Homero Meneses ya hasta le quitó la chamba a su hermana y Juan Pueblo como portavoz del partido en el poder. Con información privilegiada bajo el brazo, soltó fechas internas de encuestas, definiciones de candidaturas y hasta el probable género del abanderado —“muy probablemente varón”—. Ya ni la propia Marcela González se atrevía a tanto.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS.. Mañanera sin brillo… El vocero Antonio Martínez debutó en Tlaxcala con dos temas: 10.4 millones para rehabilitar el zócalo capitalino rumbo a los 500 años de la ciudad y la gira de Lorena Cuéllar a Guatemala. Pero el formato fue plano y aburrido, más boletinero que informativo. Lo que sí brilló fue su papel de bateador emergente: defendió a Homero Meneses y prácticamente dio luz verde para que el gabinete use aldeas digitales, reuniones masivas, cumpleaños y eventos oficiales como plataforma de imagen… todo bajo la “legalidad” que el árbitro está dispuesto a tolerar.
Martínez tuvo una oportunidad histórica para demostrar que si sería diferente a sus grises antecesores, pero le paso como dice el Perro Bermúdez. «Era suya, la tenia, y la dejó ir».