Si a nivel federal López Obrador jugó su sucesión y bautizó a sus presidenciables como “las corcholatas”, en Tlaxcala Lorena Cuéllar Cisneros no resistió la tentación y ya tiene las suyas: “las Taparroscas”.

El pasado domingo, la mandataria convocó a un desayuno a cuatro aspirantes de Morena rumbo a la gubernatura. Uno a uno fueron llegando al convite: el alcalde capitalino Alfonso Sánchez García; el secretario de Educación, Homero Meneses; la secretaria de Turismo federal, Josefina Rodríguez Zamora; y el titular del FOMTLAX, Carlos Augusto Pérez Hernández.

Entre los presentes, más de uno pensó que la cita era para cerrar filas con Sánchez García, reciente puntero en encuestas entre varones. Pero la sorpresa llegó cuando la gobernadora pidió a los cuatro trabajar en su percepción pública y mejorar en los estudios de opinión. Hubo quien levantó la ceja.

Palabras más, palabras menos, Cuéllar Cisneros agradeció la presencia de todos y dejó claro que su idea es que, llegado el momento, no haya una sola opción sino varias cartas sobre la mesa.

Llamó la atención la ausencia de Marcela González, dirigente estatal de Morena, lo que deja entrever que la mandataria no quiere soltar la batuta de la sucesión y que, de paso, busca cerrarle el paso a la senadora Ana Lilia Rivera.

En Tlaxcala, casi ningún titular del Ejecutivo ha logrado imponer a su sucesor… salvo Mariano González Zarur, que lo hizo con Marco Antonio Mena. El resultado ya lo conocemos: ruptura total.

La pregunta que queda en el aire es si Lorena Cuéllar está dispuesta a jugar el papel de aliada leal para quien resulte elegido o elegida, o si buscará mantener un control indirecto del próximo gobierno. Su estilo político, marcado por las operaciones en corto y los mensajes a través de gestos más que de declaraciones abiertas, apunta a que su respaldo tendrá condiciones.

Si la gobernadora se convierte en aliada, podría aportar estructura territorial, operadores y recursos políticos decisivos para asegurar el triunfo. Pero si el candidato o candidata rompe con ella, o llega alguien ajeno, no será extraño verla operar en la sombra, incluso a contracorriente, para cuidar su propio legado y evitar que el siguiente sexenio desmonte lo que considera sus logros.

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LA CAMINERA… La otra batalla… Apresuramientos e implosiones internas…Los aspirantes morenistas —entre ellos Ana Lilia Rivera, Alfonso Sánchez García y Homero Meneses— compiten desde ya por la candidatura a gobernador. Rivera ha intensificado su presencia con eventos como “Tlaxcala Eterna”, mientras promueve reformas impulsadas por Morena como propias y lidera giras informativas (en Calpulalpan, Zacatelco, Huamantla). Pero el activismo cultural y la defensa de derechos quedan diluidos ante la sensación de urgencia y la lógica competitiva exacerbada.

Estos apuros han provocado desconcierto entre los distintos grupos internos: los capitalinos, los lorenistas, los morenistas fundadores y otros actores como Óscar Flores, Luis Vargas, Carlos Augusto Pérez Hernández y Josefina Rodríguez, quienes mantienen perfil bajo, observan y hacen jugadas con cautela antes de tomar partida en el ajedrez político.

No es casualidad el rápido desgaste de figuras como Ana Lilia Rivera —en el juego político desde antes de fundar Morena en Tlaxcala— o Alfonso Sánchez García, con todo el aparato estatal y mediático volcado hacia su proyecto. Hay señales claras de cansancio político. La estrategia de “delfín” ahora les cobra factura: los adelantados llegarán sobreexpuestos, requemados y sin espacio para reinventarse. A favor del alcalde juega tener una estructura propia.

Por su parte, Homero Meneses agitó el avispero con un audio filtrado que evidencia lo que ya se observa de manera constante y acelerada en el país: la división y falta de coincidencia política en Morena, pues “todos quieren y creen que pueden ser”. El golpeteo de Homero al grupo que lo adoptó y protegió, como es el “Anayismo”, le cobrará facturas. Le pegó al hijo, pero también le alcanzó al papá. Vale recordar que el exgobernador fue quien le alzó la mano a la gober cuando Dulce, Ana Lilia y otros le dieron la espalda como candidata.

Flores y Rodríguez, quienes apuestan por la mesura, tratarán de sortear la implosión con sus estrategias; sin embargo, el tablero silente corre el riesgo de verse detonado por los “meteoritos” de candidaturas prematuras y lógicas conflictivas.

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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS… El papel de la presidenta

Mientras en Tlaxcala se rasgan las vestiduras, la presidenta Claudia Sheinbaum camina sin gobernador aliado en el estado, sin diputados federales o locales de su círculo y sin alcaldes propios. Este escenario es una puerta abierta para que limpie el movimiento obradorista: sustituir figuras desgastadas con cuadros afines, retomar disciplina de partido y construir desde abajo una red que la acompañe en su propio proyecto.

La urgencia apurada en Tlaxcala podría convertirse en la antesala de rupturas irreparables de cara al 2027. Si las alianzas siguen siendo manejadas por lealtades locales y no por estrategias nacionales, la cohesión política podría colapsar.

Morena trajo poder y oportunidades a muchos, incluso antes de estar preparados. Eso engendró en gobiernos estatales y alcaldías “mini gobernadores” y “mini alcaldes”, quienes, indisciplinados con sus autoridades, se sintieron con licencia para excederse y apresurarse a decir que ellos eran los siguientes. El desgaste de Morena y de sus fichas es real y está marcado por escándalos, derroches y un deterioro político evidente.

Hoy, esa falta de control también llegará a Sheinbaum si no toma el timón y reordena el movimiento. Porque López Obrador solo hay uno… y sepa Dios dónde ande. Mientras tanto, Morena debe darse cuenta de que ya no puede darse el lujo de seguir replicando los errores del pasado bajo nuevas traducciones.

Tlaxcala, como laboratorio político, podría dar muestra en la siguiente elección de los costos de la política y de los políticos de Morena. El 2027 espera. Las cartas están sobre la mesa, y el reto para Morena no es solo competir, sino reinventarse sin quedarse pegado al pasado ni sepultar la unidad en el ruido de las ambiciones. Claudia dará un manotazo en la mesa. Ya lo verán.