La “política del avestruz” es una metáfora usada para describir la actitud de quienes, frente a un problema grave, deciden negarlo, minimizarlo o esconderse, en lugar de enfrentarlo con soluciones. Y eso es exactamente lo que le pasa al gobierno de Lorena Cuéllar y a su gabinete de seguridad.
Creen que al no ver el peligro, este desaparece. Al ocultarse, aparentan que no pasa nada, aunque todo alrededor arda. No resolver el problema solo lo agrava, porque la amenaza crece mientras se finge que no existe.
Aplicar esta “estrategia” significa negar hechos evidentes y evitar asumir costos políticos. El gobierno de Lorena Cuéllar encaja en este patrón porque: Se refugia en cifras para insistir que Tlaxcala es “el estado más seguro”. Guarda silencio ante hechos brutales, como el hallazgo de seis cabezas humanas en Ixtacuixtla, en lugar de informar o dar certidumbre y prefiere rotar funcionarios (secretarios de Seguridad, voceros, de Gobierno) en lugar de asumir la magnitud del problema y plantear una estrategia clara.
En casi cuatro años de gobierno, Lorena Cuéllar ya suma siete secretarios de Seguridad, dos de Gobierno y cuatro voceros. La rotación no es estrategia, es caos. Y la “nueva historia” terminó convertida en un relato de terror, con prólogo de cifras maquilladas, capítulos de cabezas humanas y un epílogo escrito en sangre.
En pocas palabras: la “política del avestruz” es la comodidad de esconderse para no enfrentar la tormenta. El resultado, sin embargo, es que la violencia sigue creciendo, la sociedad se siente abandonada y el discurso oficial pierde credibilidad. La imagen de Cuéllar da tumbos.
En Tlaxcala, la seguridad se presume como trofeo, pero se vive como pesadilla. Todos los días, la gobernadora se sienta en la flamante mesa del C5i para cantar con su gabinete la letanía de que “Tlaxcala es el estado más seguro del país”. Hoy no fue la excepción. Pero la pregunta es inevitable: ¿de qué sirve tanta faramalla si la gente, allá afuera, camina con miedo y duerme con sobresaltos?
La cantaleta se repite como mantra: “estado más seguro, estado más seguro”. Ya vimos cómo le fue al Carnal Marcelo cuando vino a echarles flores. Apenas le alcanzó para salir de las redes sociales con la ropa puesta después del linchamiento digital. El elogio fue gasolina en un incendio: nadie se la cree. Y es que, ¿qué tranquilidad genera negar el crimen organizado cuando las cabezas ruedan —literalmente— en municipios gobernados por Morena?
El hallazgo de seis cabezas humanas en Ixtacuixtla, adornadas con una narcomanta de “La Barredora”, no solo es un golpe brutal a la percepción de seguridad: es la radiografía de un gobierno que opta por esconderse antes que enfrentar la realidad. El secretario de Gobierno, Luis Antonio Ramírez, se atrincheró en su oficina; el de Seguridad, Alberto Perea, prefirió el silencio; y el vocero, mejor ni mencionarlo, pues su voz es eco perdido entre funcionarios que viajan blindados mientras los ciudadanos se persignan al salir a la calle.
Lo más irónico es que, mientras la violencia decapita la “nueva historia”, los mandos militares visitan oficinas para tranquilizar a burócratas con discursos de “hechos aislados”. Aislados… como si los tlaxcaltecas fueran idiotas que no ven, no escuchan y no sienten. El avestruz, pues: cabeza bajo la tierra y plumas al viento.
El avestruz puede seguir enterrando la cabeza. El problema es que, mientras tanto, la realidad le arranca las plumas y convierte esa “nueva historia” en una triste historia de terror.
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LA CAMINERA...Lentos…La tardanza del gobierno para informar sobre el hallazgo de seis cabezas humanas exhibe no solo la parálisis del gabinete de seguridad de Lorena Cuéllar, sino también la improvisación de una Fiscalía que se atrevió a romper el silencio hasta las 12:09, con un comunicado tan escueto como inútil. Una fiscalía descabezada en su comunicación, sacrificando experiencia por ocurrencias, confirma que en Tlaxcala la seguridad y la verdad llegan siempre tarde.
Relevaron del cargo a su entonces vocera, con años de experiencia desde la entonces extinta PGR, para acomodar al ex vocero de la gobernadora, y al final todo fue un fracaso el experimento.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS…Tunda…Ocurrentes.. En plena crisis por la fuga del ex director de Ceresos en Tlaxcala, al gobierno se le ocurre presumir en medios de comunicación que el 51% de la población avala a la gobernadora y que ocupa el sexto lugar nacional de gobernadores mejor evaluados en el ranking de Mitofsky. El resultado fue inmediato: la hicieron trizas en redes sociales. Como diría Juan Gabriel: “¿Pero qué necesidad?”. Bien dicen que los voceros no aprenden la lección.
Se darán cuenta que la gober ni siquiera alcanza el 60 por ciento en la calificación.