El pasado sábado se llevó a cabo a la edición 71 de la tradicional Huamantlada, una actividad que inició como una celebración similar a la de Pamplona, España, e incluso se corría de la misma manera, astados sueltos en la calle sin burladeros y con corredores valientes en los postes jugando al “angel y al diablo”.

Poco a poco se transformó a lo que hasta hace unos años pasó de ser la capea callejera más grande del mundo, a la cantina más grande del mundo, todo por el interés económico y, por qué no decirlo, la naturaleza de quienes no buscaban el pase ni los capotazos si no los ríos de alcohol y el desenfreno.

Desde su llegada a la administración municipal Salvador Santos lo dijo, habrá cambios en la Huamantlada, y así lo hizo, su primer mandato estuvo plagado de críticas de quienes, nuevamente, buscaban el interés económico sobre el cultural de esta tradición.

Llegó la reelección para el verde ecologista y con ello, la tarea de organizar una nueva edición de la feria y de la Huamantlada, fue este sábado que el tiempo le dio la razón a Chava Santos, este año fue la culminación de una serie de años en donde se buscó rescatar la esencia de una tradición hecha por el pueblo, más allá del bullicio y el exceso de alcohol.

El resultado, un saldo blanco que no se había visto durante años, no se han contado personas que hayan perdido la vida y las riñas disminuyeron considerablemente, las personas y los medios lo documentaron, se vivió una edición mucho más ordenada y, aunque nunca falta el negrito en el arroz, la fiesta transcurrió en paz, incluso en el tema de recolección de basura se vio eficiente y rápido.

Y para los que siguen pidiendo un circuito lleno de libertinaje y excesos, hay que invitarlos a ver videos en internet de hace años, y recordarles que por algo hay un reglamento, para tener una fiesta cultural y no un antro masivo.