El pasado 12 de septiembre, en Apizaco, el evento convocado para escuchar a Claudia Sheinbaum y los resultados de su primer año de gobierno terminó convirtiéndose en una pasarela política. Aspirantes locales y estatales desfilaron con el objetivo de ser vistos, saludados y, en la medida de lo posible, ganar simpatías rumbo al 2027.
La jornada dejó claro algo evidente: en política la aceptación no se improvisa. Mientras algunos actores forzaban sonrisas y saludos mecánicos, otros apenas lograron llamar la atención de los asistentes.
A un costado, la senadora Ana Lilia Rivera y su impulsor José Antonio Álvarez Lima hacían esfuerzos por hacerse notar. Lo mismo Raymundo Vázquez Conchas, el ex “cuñis” de la gobernadora.
Arriba del templete, la secretaria de Turismo, Josefina Rodríguez, mandaba besos por doquier.
En tanto, Alfonso Sánchez García, presidente municipal de Tlaxcala, llegó como torero en tarde de feria, partiendo plaza: gente que lo buscaba, le extendía la mano, lo besaba y le pedía selfies.
No faltaron las aventadas que le solicitaban ya los “Besos del Bienestar”. El edil se sentía cómodo: saludos, fotografías, porras y expresiones de apoyo marcaron diferencia frente a otros perfiles que pasaron desapercibidos. La escena no pasó inadvertida para la clase política presente, pues dicen que reflejó la brecha entre quienes han logrado conectar con la ciudadanía y quienes aún dependen de estrategias de posicionamiento más artificiales.
Las encuestas disponibles lo colocan entre los nombres con mayor reconocimiento rumbo a la gubernatura de 2027, aunque este capital político, en buena medida, se sostiene más en percepciones de simpatía que en un balance exhaustivo de resultados de gestión. Esa es la tarea pendiente para todos los aspirantes: transformar los gestos momentáneos en respaldo sostenido.
En Apizaco se vio claro: hay quienes caminan con la sombra de la indiferencia y quienes avanzan arropados por la simpatía. Pero cuidado, porque la política no es feria ni pasarela: la ovación de hoy puede convertirse en silencio mañana.
Por lo pronto, Sánchez García parece tener su destino en sus manos, y mucho dependerá de los resultados que entregue en lo que resta de su gestión en una capital que sigue reclamando mejoras.
Lo incómodo para sus adversarios es que, por más que inviertan en posicionar su imagen, no logran la empatía que el llamado “delfín” de Lorena Cuéllar Cisneros ya presume.