Luis Miguel Hernández Hernández
Hablar de Cuapiaxtla es hablar de casa.
De sus calles, de su gente trabajadora, de las historias que se heredan de generación en generación y de ese orgullo silencioso que nace de pertenecer a esta tierra.
Nuestro municipio atraviesa un momento que invita a la reflexión serena. No desde el reclamo, sino desde la responsabilidad compartida. Cuapiaxtla merece que pensemos su presente y su futuro con altura de miras, con amor genuino y con un profundo respeto por su comunidad.
La vida pública, cuando se ejerce con vocación de servicio, comienza por reconocer el valor de lo cercano. El municipio es el primer espacio donde el gobierno se encuentra con la gente, donde las decisiones tienen rostro y nombre, y donde los aciertos —o los errores— impactan directamente en la vida diaria de las familias.
Por eso, cualquier proyecto de desarrollo debe partir del municipio y de su gente. De las madres y padres de familia, de los productores, comerciantes, maestras, jóvenes y adultos mayores que todos los días sostienen el tejido social de Cuapiaxtla con su esfuerzo y su esperanza.
Gobernar no es solo administrar recursos o ejecutar obras. Es cuidar a la comunidad. Es escuchar, dialogar y tomar decisiones con sensibilidad humana. Es entender que el desarrollo verdadero no se mide únicamente en números, sino en la calidad de vida, la tranquilidad y las oportunidades que tiene la gente para vivir con dignidad.
En Cuapiaxtla, como en muchos municipios del país, enfrentamos retos importantes: el acceso al agua, la seguridad, el empleo, la protección de nuestro entorno y la atención a nuestras juventudes. Reconocer estos desafíos no es criticar, sino asumir con honestidad que siempre podemos hacerlo mejor.
El mayor activo de Cuapiaxtla es su gente. Y el mayor desafío, fortalecer el tejido social que nos une como comunidad. Cuando hay confianza, participación y corresponsabilidad, los municipios avanzan. Cuando la comunidad se organiza y el gobierno acompaña, los resultados llegan.
Necesitamos un municipalismo que convoque, que sume y que construya. Un gobierno cercano que escuche más de lo que habla, que explique sus decisiones y que actúe con transparencia. Un gobierno que entienda que servir no es mandar, sino acompañar.
Cuapiaxtla tiene un enorme potencial. Aprovecharlo requiere visión, diálogo y un profundo amor por esta tierra. No se trata de imponer ideas, sino de construir acuerdos. No de dividir, sino de unir. No de pensar en el corto plazo, sino en el futuro de las próximas generaciones.
Un municipio fuerte no se define por la popularidad momentánea, sino por la solidez de su comunidad, por el arraigo de sus jóvenes y por la tranquilidad de sus familias.
Hoy más que nunca, Cuapiaxtla necesita que la cuidemos entre todos. Que pongamos por delante lo que nos une y no lo que nos separa. Que pensemos en el bien común y actuemos con responsabilidad y sensibilidad social.
Porque cuando se gobierna con amor por la tierra que nos vio crecer, el futuro deja de ser una promesa lejana y se convierte en una tarea compartida.
Cuidar Cuapiaxtla es cuidar nuestro hogar. Y ese es, sin duda, el compromiso más alto que podemos asumir.
