Este fin de semana, no solo granizó en Tlaxcala. También llovieron balas, cadáveres y discursos de papel. Mientras los truenos caían del cielo, en la tierra ardía otra tormenta: la de la violencia desatada. Y no hizo falta un vocero: los hechos hablaron por sí solos.

Un militar retirado fue atacado a balazos en Tlaltelulco. En Nopalucan, ejecutaron a un hombre en un campo de futbol. Y en un hotel de Tetla, tres cuerpos sin vida encendieron las alertas. Todo en un solo fin de semana. Todo sin responsables detenidos. Todo como si fuera parte del paisaje.

Según el análisis de Escucha Digital, del 30 de junio al 6 de julio, la inseguridad se llevó la conversación. Más de 79 mil reacciones de tristeza y 9 mil de enojo lo dicen todo. Pero lo más alarmante no es el número de reacciones, sino el silencio con el que empieza a vivirse esta realidad. La violencia no solo duele: se vuelve costumbre. Y ese es el mayor triunfo del crimen.

La recuperación de siete vehículos robados y la detección de un laboratorio de sustancias ilegales, fue la nota “positiva” que intentó equilibrar la balanza. Pero no fue suficiente. Porque mientras las autoridades aplauden sus reacciones, la ciudadanía exige prevención. Quiere vivir tranquila, no ver cómo la inseguridad es administrada como si fuera un expediente.

Mientras la sangre corre, los políticos posan. Mientras los narcolaboratorios reaparecen en el mismo rancho, las autoridades celebran “acciones contundentes”. Mientras la prensa investiga, el poder regaña. Y cuando un periodista recibe un premio por su labor crítica, le piden que no publique los regaños que le hacen por hacer su trabajo.

Y ahí, entre ironía y tragedia, Tlaxcala se revela como lo que es hoy: un estado donde el crimen tiene dirección fija y el poder, memoria corta.

“No nos dejemos intimidar si nos dicen que lastimamos al estado cuando criticamos…” dijo el periodista Juan Luis Cruz tras recibir el Premio Miguel N. Lira. Y tiene razón. Lo que daña al estado no es la crítica, sino la omisión. No es el video que se difunde, sino el crimen que no se enfrenta. No es el titular del medio, sino la realidad que nadie quiere escribir con responsabilidad desde el poder.

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LA CAMINERA¿Otra vez en el mismo lugar?.. La noticia puede parecer positiva: otro laboratorio de drogas desmantelado en Tlaxco. Pero el mensaje de fondo es alarmante: es el segundo hallazgo en el mismo rancho en menos de seis meses. El “Rancho de la Curandera” no solo fue reutilizado, sino que operaba casi con total impunidad, pese a un aseguramiento previo.

¿Estamos frente a células que se burlan del Estado o ante una vigilancia que se diluye con el tiempo? La reincidencia revela que el crimen no teme volver… porque nadie lo detiene del todo. El aplauso al operativo debe ir acompañado de una crítica: ¿Cuántas veces más se puede “descubrir” lo que ya se había descubierto?

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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOSGabinete de seguridad debe salir… antes de que el miedo gobierne solo…La violencia ya no es un síntoma: es el idioma oficial en las calles de Tlaxcala. Esta semana lo gritaron las ejecuciones, los robos y los cadáveres. Lo gritaron las redes sociales. Y mientras la gente exige explicaciones, el gobierno apenas murmura cifras maquilladas.

Es hora de que el gabinete de seguridad estatal dé la cara. No solo con comunicados reciclados, sino con presencia real, estrategias claras y rendición de cuentas. Porque cuando los criminales imponen el ritmo y el poder público se esconde, ya no hay gobierno, hay abandono.

Más patético aún es ver a un secretario de seguridad que huye de la prensa, o a un secretario de gobierno que ya ni se entiende a sí mismo. Si ellos no pueden o no quieren, que se hagan a un lado. Pero que no sigan fingiendo que hay control cuando lo único que reina… es el miedo en las calles.

Lo dije en el título de esta columna: La 4T ante su prueba más difícil en Tlaxcala: atacar la percepción de inseguridad. Es ahora, o nunca gobernadora.