La ciudadanía tlaxcalteca no está esperando conferencias de prensa ni boletines optimistas: ya está gritando su desesperación en redes sociales. El reciente Reporte de Escucha Digital de la firma Impulso Mercadológico lo deja claro: la inseguridad —esa sombra que recorre las calles sin horario— es el tema que más sacude emocionalmente a la población.
Con un 29.75% de participación en la conversación digital, la violencia, los robos y los delitos cotidianos no solo encabezan el ranking temático de la semana; lo hacen arrastrando una avalancha emocional negativa. Más del 90% de las reacciones fueron de tristeza, coraje o miedo. El saldo emocional fue demoledor: –86 puntos. Lo que debería preocupar no es solo el dato en frío, sino lo que significa: la población ya no está molesta, está emocionalmente devastada.
Y no es para menos. Los asesinatos, los atracos, los intentos de linchamiento y las persecuciones mortales ya no son hechos aislados, sino parte de una rutina que enferma, agota y anestesia a la comunidad. ¿Dónde están los responsables de contener este deterioro? El secretario de Seguridad y el Secretario de Gobierno.
Mientras tanto, la narrativa oficial intenta colocar flores en medio del desastre. La gobernadora presume la inauguración de la primera guardería industrial del país —un logro indudable—, pero que en la percepción digital apenas logra un suspiro: saldo positivo de apenas +5.
Peor aún: los pocos esfuerzos institucionales que generan buena vibra, como el rescate del pregonero en la capital (saldo positivo +21), se ven completamente opacados por el tsunami de miedo y frustración.
¿Y los municipios? ¿Y los presidentes municipales? ¿Y los diputados?
Silencio. Frente a la oleada de inseguridad, parecen más ocupados en posar para la foto que en responder con acciones. Ningún anuncio estatal o municipal en materia de seguridad logró volverse tendencia positiva. Ninguno.
Lo que muestran los datos no es solo una preocupación colectiva: es una advertencia política. Cuando lo negativo domina el ánimo social y no hay contrapeso institucional, el terreno se vuelve fértil para el caos. Y Tlaxcala ya está al borde.
El gobierno estatal parece convencido de que los problemas se resuelven con spots, y que la violencia se combate con hashtags institucionales. Pero la ciudadanía —esa que graba con su celular el último asalto en su calle— ya no cree en promesas.
La pregunta no es solo cuánto miedo siente Tlaxcala, sino cuánto aguante le queda. Porque si la política sigue sorda, la respuesta ciudadana dejará de ser virtual y comenzará a expresarse en las urnas, en la calle… o, peor aún, en formas más desesperadas.
Tlaxcala no necesita más propaganda. Necesita resultados. Y los necesita ya.
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LA CAMINERA…Sin vocero… y con más dudas que certezas…Desde el viernes pasado, el gobierno de Tlaxcala está —otra vez— sin vocero oficial. La gobernadora Lorena Cuéllar destituyó a Octavio Ortega Velio Mejía de la Coordinación General de Comunicación, y aunque se menciona que será reubicado en otra área del mismo gobierno, el relevo no ha llegado… ni con boletín ni con aplausos.
Este lunes, la tradicional mesa de seguridad —donde se anunciaría según al nuevo coordinador— fue sin su presencia, pues la mandaron a traer de la CDMX, pero en los pasillos ya se cocina el nombre que suena con más fuerza: Antonio Martínez Velázquez, exsecretario de Cultura estatal, quien aún figura en el organigrama del gobierno federal de Claudia Sheinbaum. La duda es si el enroque ya está firmado o si la política tlaxcalteca nos tiene reservada otra pirueta.
Lo cierto es que Martínez Velázquez ni se instala aun en la oficina de Juárez y ya despertó el fuego amigo que tanto le gusta al gabinete Lorenista: intrigas, cuchicheos y saludos envenenados lo esperan con los brazos abiertos.
La apuesta de Cuéllar Cisneros es clara: reencauzar el desastre mediático de su administración rumbo al cierre del sexenio. Pero la pregunta es incómoda y legítima: ¿sí le va a alcanzar con un cuarto vocero para ordenar el desmadrito comunicativo?
Hoy por hoy, el resumen es sencillo: no hay vocero, no hay anuncio, y sí… hay muchas dudas.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS…¡Mejor no me ayudes compadre!…Lo que sí logró posicionarse fue el abucheo. El reciente incidente en el COBAT dejó claro que la juventud tlaxcalteca ya no se traga discursos ni tolera promesas vacías. Hacer esperar a estudiantes más de dos horas para un acto protocolario solo podía terminar en lo obvio: rechazo público. Y sin vocero en funciones, nadie contuvo el golpe mediático que se propagó con rapidez en algunos titulares que se dieron vuelo: “Abuchean a la gobernadora”.
La escena no fue un accidente, fue una consecuencia. Y el responsable directo tiene nombre y cargo: José Alonso Trujillo Domínguez, titular del Colegio de Bachilleres del Estado de Tlaxcala. El funcionario, importado desde Puebla, solo evidenció su torpeza política al invitar a su jefa a un evento donde la espera fue sofocante y la reacción, inevitable. Ponerla frente a un público juvenil harto y maltratado fue un error de manual, el tipo de errores que comete quien no entiende ni el pulso social, ni el hartazgo silencioso que crece entre la base estudiantil.
Todo esto, además, vuelve a desnudar el fracaso de la legión foránea que rodea a la mandataria: operadores traídos de fuera para “dar clases” de política local, pero que solo han contribuido al desgaste de una administración cada vez más desconectada de su propia tierra.