En Tlaxcala, el uso del poder no se disimula: se institucionaliza. Cuando desde el gobierno estatal se señala de encuestas internas, estructuras territoriales y activismo digital, no estamos ante una estrategia legítima de organización política, sino frente a una simulación disfrazada de planeación.

Promover posicionamientos personales desde cargos públicos es más que una jugada adelantada: es una afrenta a los principios de imparcialidad y equidad que deberían regir la función pública. Es también una contradicción flagrante frente al discurso oficial de la llamada Cuarta Transformación.

Porque mientras Claudia Sheinbaum y el Consejo Nacional de Morena insisten en que están prohibidos los actos anticipados de campaña y que se deben erradicar las viejas prácticas del sistema político, en Tlaxcala se reciclan con nuevas etiquetas. Aquí, el activismo digital tiene logo; la cargada institucional, ruta; y la simulación, calendario.

Y todo, bajo el manto protector del gobierno en funciones.

Por mucho que Homero Meneses intente vendernos la narrativa de un proceso transparente, colectivo y meritocrático, lo que vemos es lo de siempre: una cargada de gabinete con aval desde arriba, disfrazada ahora de “humanismo mexicano”. La simulación de democracia interna es ya parte del manual.

Tras la filtración de un audio en el que reconoce sus aspiraciones, Meneses no sólo no desmintió nada, sino que confirmó todo con entusiasmo. Se asume ya el elegido de la jefa —y no de cualquier jefa—, sino de quien él mismo nombra como “la lideresa política”, Lorena Cuéllar.

En su discurso no hay líneas, pero ya presume tener de su lado a más del 50% del gabinete. No quiere imponer, pero convoca reuniones con presidentes municipales, diputados locales y aliados del PT y del Verde. No está en campaña, pero organiza fiestas de cumpleaños multitudinarias, caricaturas, grupos de WhatsApp, estructura digital, y hasta se prepara  para dos encuestas internas —en agosto, octubre y febrero—, según él, con permiso desde Palacio de Gobierno.

¿Eso es preguntar si lo acompañan, o ejecutar con todo?

El colmo es convertir el arranque del ciclo escolar en una plataforma de posicionamiento y anunciar una “fiestetota” en Contla para dos mil 500 personas como acto de fuerza política. ¿Y el dinero para todo eso? ¿Quién lo paga? ¿Con qué recursos? ¿Con qué justificación?

Lo más grave no es que aspire. Lo legítimo sería que se separara del cargo y compitiera en condiciones claras, sin usar recursos públicos. Lo verdaderamente alarmante es que desde el gobierno estatal se permita este despliegue, sin reglas, sin recato y con el aval tácito —o explícito— de la gobernadora.

¿Y Morena? ¿Qué dirá Morena Tlaxcala y México frente a esta operación política adelantada?

Porque si este es el modelo que se va a permitir —el del candidato bendecido desde el poder, con estructura institucional, eventos de culto personal, redes simuladas y encuestas como disfraz del dedazo—, entonces ya no hablamos de transformación, sino de restauración. Un priismo con otro nombre.

Meneses ha comprendido bien la coreografía del poder: pide permiso, presume respaldo, recita el evangelio del humanismo y se rodea de operadores. El pueblo, mientras tanto, queda en segundo plano. Porque aquí no hay continuidad con cambio. Hay continuidad con complacencia.

Y sí, si el objetivo era mover el tablero político, sin duda lo consiguió. Pero al costo de exponer las fisuras de un sistema que predica la transformación mientras recicla las peores prácticas del pasado.

¿Fue una jugada calculada o una barrasada monumental?

Tal vez ambas. Pero queda claro que en Morena, el nuevo dedazo ya tiene nombre.

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LA CAMINERA...¿Hermandad morenista? Si dicen que en Morena y en el equipo de Lorena Cuéllar no se meten goles, la declaración de Homero Meneses dejó claro lo contrario.
En su intento por mostrarse conciliador, el secretario de Educación terminó revelando fracturas internas que todos sospechaban pero pocos se atrevían a decir en voz alta. Al señalar directamente al “equipo capitalino” —léase Alfonso Sánchez García— como un bloque que construye su propia ruta, ajeno al Lorenismo y sin interlocución con otros liderazgos, Homero no sólo marcó distancia: exhibió una ruptura política.

Lo dijo con palabras suaves, con el disfraz de “hermandad” y “competencia entre camaradas”, pero el mensaje fue contundente: el capitalino va por la libre y no juega en el mismo equipo.

Y por si no quedaba claro, se colocó estratégicamente como el punto de encuentro entre todas las tribus: morenista fundador, formado en el gobierno del 99-2004, lorenista desde 2015, y ahora aspirante con “puentes” hacia todos los grupos… menos uno.

¿Unidad? ¿Piso parejo? ¿Respeto al proyecto?
El gol ya se metió, y no fue por accidente: fue con cálculo, con nombre y con destino.

En Morena, los hermanos también compiten. Pero aquí, lo que se juega no es un amistoso: es el futuro del poder en Tlaxcala.

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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOSEl aval del PT: más que amistad, mensaje político.
Homero Meneses no sólo presume apoyo dentro del gabinete de Lorena Cuéllar, también comienza a tejer alianzas fuera de Morena. En su discurso, reveló la charla con el diputado federal del PT, Alejandro Aguilar, quien —con toda su trayectoria política en Huamantla— le preguntó sin rodeos: “¿En qué te ayudo?”. Le gustará al legislador la exhibida.

El mensaje es claro: el respaldo del PT, o al menos de sus figuras clave, empieza a alinearse con el proyecto del secretario de Educación. Y no es un gesto menor. En Tlaxcala, los aliados —PT y Verde— han demostrado ser decisivos en las urnas… y en las negociaciones.

Homero lo sabe y lo capitaliza. Porque en política, no se trata sólo de sumar apoyos, sino de hacerlos públicos en el momento justo.
Y si ya empiezan a llegar los refuerzos externos, no es sólo por simpatía: es porque el tablero ya se está moviendo.