La crisis de seguridad en Tlaxcala no solo desborda las estadísticas, sino que sacude la confianza ciudadana. Mientras el mes de agosto se cierra como el más violento del año, la aparición de la fiscal general de Justicia no ha logrado apaciguar las crecientes críticas ni devolver la calma a una población cada vez más preocupada. Sin embargo, la ausencia del Secretario de Seguridad en este momento crítico subraya una profunda inquietud que no puede ser ignorada: ¿dónde está el responsable directo de la seguridad pública?
Es evidente que las declaraciones de la fiscal general, aunque necesarias, no han sido suficientes para abordar el fracaso de los operativos de seguridad. La ciudadanía necesita respuestas más concretas y, sobre todo, la presencia de quien está a cargo de la seguridad estatal. La falta de explicaciones no solo es una omisión notable, sino un reflejo de la desconexión entre las autoridades y las necesidades urgentes de la comunidad.
El Secretario de Seguridad, Alberto Martín Perea Marrufo, debería estar en el centro de la atención pública durante una crisis de esta magnitud. Su ausencia no solo es un desaire a las preocupaciones de los ciudadanos, sino una indicación preocupante de que el problema se está manejando desde una posición de aislamiento en lugar de estar en el terreno, donde la crisis se manifiesta. Encerrado en su oficina no resolverá los problemas; es en las calles, entre los ciudadanos afectados y en la evaluación directa de los operativos donde se encuentra la solución.
La ciudadanía tiene el derecho de conocer qué acciones concretas se están tomando para garantizar su seguridad. La falta de comunicación y transparencia solo alimenta la percepción de incompetencia y desinterés.
Es fundamental que el Secretario no solo salga de su oficina, sino que también ofrezca un informe claro y detallado sobre las estrategias implementadas para enfrentar la ola de delincuencia. La población merece saber cómo se están abordando los fallos en los operativos y qué medidas se están adoptando para evitar futuros desastres.
El reto es significativo: debe demostrar que su departamento está tomando medidas serias y efectivas para restaurar la seguridad en Tlaxcala. La situación actual no admite demoras ni evasiones. La confianza de los tlaxcaltecas en las instituciones de seguridad depende de la capacidad de sus líderes para enfrentar los problemas de frente y ofrecer soluciones reales.
En resumen, la ausencia de esta figura en este momento crucial es un signo alarmante de la desconexión entre las autoridades y la realidad en las calles. La seguridad de Tlaxcala está en juego, y es imperativo que se presente, ofrezca respuestas claras y demuestre un compromiso genuino con la protección de los ciudadanos. La hora de la verdad ha llegado, y la población espera que sus líderes respondan con la seriedad y la acción que la situación demanda.
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LA CAMINERA... ¿La trayectoria en duda? Fue en agosto de 2023 cuando, con bombos y platillos, Alberto Martín Perea Marrufo asumió la titularidad de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) en Tlaxcala. La gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros le tomó protesta en las instalaciones del Centro de Control, Comando, Cómputo, Comunicación, Coordinación e Inteligencia (C5i).
«La confianza que hoy depositamos en él se sustenta en el prestigio, la eficacia y la lealtad que, a lo largo de su historia, ha demostrado la Secretaría de Marina al pueblo de México, una institución que cuenta con más del 80% de aprobación ciudadana a nivel nacional. Señor Secretario, confío en que servirá a Tlaxcala con la misma entrega, profesionalismo y honradez que ha demostrado durante toda su trayectoria al servicio de la patria. Le deseo el mayor de los éxitos en esta gran encomienda”, expresó la gobernadora.
Alberto Perea Marrufo es Ingeniero Hidrógrafo, con especialidad en mando naval, y posee una maestría en Administración Naval y en Seguridad Nacional. Entre sus comisiones se encuentran haber sido oficial de Artillería y segundo comandante de compañía en Puerto Madero, Chiapas. También ocupó cargos en Tamaulipas, Campeche, Michoacán, Colima y Veracruz.
Recientemente, se desempeñó como delegado de Seguridad Pública en la Brigada de Policía Naval en los municipios de Veracruz y Boca del Río, Veracruz, y como comandante de coordinación regional de la Guardia Nacional.
Fue jefe de la sección de Información y Operaciones en Ciudad del Carmen, Campeche, y del grupo de comando en Veracruz; además, jefe de la sección de Inteligencia agregado naval en la embajada de México en Belice e integrante de la Comisión Pulsante en el Extranjero Cuántico en Virginia, Estados Unidos.
Sin embargo, hoy, en agosto de 2024, la crisis de seguridad lo ha alcanzado, y ni siquiera ha logrado implementar una estrategia de comunicación para, al menos, informar sobre las acciones en materia de seguridad. Todos sus blasones parecen no haber sido suficientes.
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AHORA SÍ, LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS... La mella a la narrativa…En Tlaxcala, el discurso oficial sobre la seguridad parece más un acto de teatro que una realidad tangible. El reciente asalto en Tlaltelulco, donde un comando armado se adueñó de lo que quiso sin apenas ser molestado, es una muestra cruda de una crisis de seguridad que no puede ser ignorada. Las autoridades, encabezadas por la administración de Lorena Cuéllar, han reconocido que los delitos ocurren, lo cual, aunque necesario, resulta insuficiente si no se acompaña de medidas efectivas para restaurar la confianza ciudadana.
En la madrugada del 24 de agosto de 2024, el hasta entonces apacible barrio de Tlaltelulco se vio sacudido por un asalto de una violencia inusitada. Aproximadamente a la 01:00 horas, un comando armado de siete individuos irrumpió en un domicilio en la Calle 5 de Mayo, en el Barrio Tecpa Pluma, La Magdalena Tlaltelulco. Los delincuentes llevaron a cabo un ataque brutal que despojó a una familia de celulares, una pantalla, una laptop, una bicicleta eléctrica, una motocicleta, una camioneta y alrededor de 40,000 pesos en efectivo.
Lo que es aún más alarmante es el modus operandi de estos delincuentes: amarraron a los residentes y, tras una hora de terror, las víctimas lograron liberarse para buscar ayuda. Este asalto no es un incidente aislado; es un indicativo de una tendencia preocupante en Tlaxcala, donde los comandos armados parecen actuar con impunidad y sin temor a represalias.